El proyecto, presentado en la Biennale de Arquitectura de Venecia de este año, prevé la construcción de una comunidad de entre 25 y 100 casas en las afueras de la ciudad de Almere (Países Bajos). La idea de la entidad patrocinadora, la sociedad californiana ReGen Villages, es lanzar un proyecto piloto que se pondría en marcha el año próximo y que en caso de éxito podría extenderse en un futuro a Suecia, Noruega, Dinamarca y Alemania. La gestión autosuficiente de la nueva comunidad estaría basada en tres ejes: alimentación, energía y residuos.
La producción de alimentos es sin duda uno de los aspectos más innovadores del proyecto, ya que busca optimizar los recursos disponibles (especialmente el agua y el espacio) para maximizar la producción. En este sentido la principal novedad es la implantación de granjas verticales, proyectadas como largas estanterías que permiten plantar un cultivo sobre otro ocupando un mínimo de espacio. Además, las nuevas granjas funcionarían como invernaderos que regulan la temperatura, la entrada de luz y el nivel de humedad en el aire para asegurar las mejores condiciones para los cultivos, mientras los modernos sistemas de riego evitan el desperdicio de agua. Por último, la introducción de técnicas de acuaponía permitiría multiplicar por 10 la producción reduciendo en un 90% el consumo de agua. Según el proyecto presentado en la Biennale la implantación de este modelo de cultivo tendría la capacidad de producir prácticamente la mitad de los alimentos consumidos por la comunidad, quedándose aún lejos de la autosuficiencia total pero logrando unos resultados inéditos en un ámbito urbano.
Por otra parte, la nueva comunidad también podría introducir varias novedades en el campo de la energía. En primer lugar, todas las viviendas estarían construidas con materiales que permiten aislar los interiores más fácilmente de los cambios exteriores de temperatura y así hacen menos necesario el uso de calefacción en invierno y de aire acondicionado en verano. Esta iniciativa daría lugar a un mayor ahorro energético gracias a un consumo más eficiente, aunque parte de su éxito se vería favorecido también por la suavidad del clima holandés. Adicionalmente, ReGen Villages también apuesta por reducir el consumo de energía y mejorar la calidad del aire repitiendo el modelo de transporte que ya funciona con éxito en los Países Bajos: comunidades de tamaño más bien reducido, donde la mayor parte de las distancias pueden cubrirse a pie, un uso generalizado de bicicletas y una difusión cada vez mayor de los coches eléctricos, que en este caso serían los únicos vehículos de motor que podrían circular por las calles.
Por el contrario, si muchas de las novedades introducidas por la comunidad de Almere buscan la reducción del consumo de energía, otras van encaminadas a maximizar su producción. En este sentido el proyecto ha previsto la instalación de paneles solares en todas las viviendas y de sistemas de generación eólica y de biomasa, con la intención de que cada familia pueda cubrir al menos su propio consumo. Sin embargo, los objetivos de ReGen van mucho más allá: lejos de conformarse con el autoconsumo, los patrocinadores del proyecto aspiran a que la generación de más energía (acompañada de un gasto energético más reducido) aporte un superávit que la comunidad pueda exportar a la red eléctrica nacional. Esto aportaría un excedente que se traduciría en una fuente de ingresos necesaria para cubrir al menos una parte de las necesidades de bienes que no sean producidos en la comunidad.
Por último, el proyecto hace una apuesta por la sostenibilidad a largo plazo repitiendo el modelo de recogida y tratamiento de basuras que ya hace de Holanda uno de los países más limpios del mundo (siendo Amsterdam la segunda ciudad más respetuosa con el medio ambiente, según el Global Green Economy Index de 2014). Además, se ha previsto una planta de biogás para convertir los residuos en agua y energía, así como nuevas iniciativas para potenciar el reciclaje y el consumo responsable para fomentar la reutilización de productos y reducir los residuos generados por la comunidad, respectivamente.
Es indudable que el proyecto presentado por ReGen en la Biennale podría replantear el modo de entender nuestro estilo de vida actual. Sin embargo, la idea de crear comunidades autosuficientes no es nueva en la historia del pensamiento económico: desde las economías locales de subsistencia en la Edad Media hasta los “falansterios” (comunidades agrícolas autosuficientes) soñados por Charles Fourier en el siglo XIX, pasando por las comunidades amish en Estados Unidos, siempre han existido defensores de la atomización de la economía en unidades autogestionadas e independientes de la coyuntura exterior. Sin embargo, hasta hoy la aplicación de iniciativas de este tipo ha tenido un éxito más bien limitado, y existe un consenso generalizado en que la progresiva formación de mercados nacionales en detrimento de las economías de subsistencia locales impulsó a largo plazo la mejora de las condiciones de vida de la población a lo largo del siglo XIX. Sin embargo, los siglos XX y XXI han visto el crecimiento desmedido de las ciudades, acompañando la expansión de una industria cada vez más globalizada (mientras la contaminación aumenta y los recursos naturales se agotan) y despertando así una mayor preocupación por la necesidad de crear economías sostenibles a largo plazo.
Como ya hemos mencionado, la mayor parte de los intentos de crear comunidades autosuficientes hasta ahora han fracasado. En el pasado, las dificultades del transporte y la dependencia de la meteorología para tener buenas cosechas, así como la necesidad de cultivar amplias extensiones de terreno para alimentar a la población, hacían difícil realizar los sueños de autogestión. Por otra parte, la producción de bienes manufacturados en grandes fábricas llevaba inevitablemente a la creación de grandes conglomeraciones urbanas de las que a su vez dependían las comunidades agrícolas. Esto hacía que los núcleos rurales se vieran en permanente desventaja con respecto a las ciudades, ya que exportaban productos de bajo valor añadido y materias primas y a cambio importaban bienes manufacturados.
Sin embargo, la evolución de la economía en los últimos años ha reducido estas dificultades: hoy en día crecen las actividades de alto valor añadido ligadas al sector primario (y Holanda es uno de los mejores ejemplos de ello), mientras que la robotización ha dado lugar a una reducción de la mano de obra que ya no requiere grandes fábricas para la producción industrial. Así, con la tecnología adecuada una pequeña comunidad agrícola hoy puede exportar una amplia gama de bienes elaborados, en el contexto de un desarrollo sin precedentes de las tecnologías de comunicación que favorecen una descentralización más eficiente. En este sentido, la apuesta de ReGen Villages no pasa por la renuncia a los mercados sino por la atomización de la producción, no por la autosuficiencia plena sino por la generación de pequeñas economías de escala que aumenten la productividad de la economía en su conjunto. Se trata, por decirlo que otra manera, de compaginar una gestión descentralizada más eficiente con los avances de una economía globalizada, buscando al mismo tiempo una mayor sostenibilidad del sistema.
En cualquier caso, es indudable que el proyecto de Almere busca resucitar una idea antigua con las condiciones económicas modernas. Teniendo en cuenta los precedentes poco favorables de estas iniciativas, es lógico entender que la idea es confiar en los últimos avances tecnológicos para no repetir los errores anteriores. ¿Será suficiente? ¿Se podría demostrar que es posible volver a vivir en comunidades autosuficientes, y al mismo tiempo aumentar nuestra calidad de vida? No parece fácil, pero en Almere están dispuestos a intentarlo.