Un bien de lujo es aquel cuya demanda aumenta a medida que se incrementa el poder adquisitivo del consumidor. Así, según crecen los ingresos de los compradores, la producción de este tipo de bienes se eleva de manera significativa.
No obstante, catalogar un bien como perteneciente al sector del lujo y la exclusividad implica emitir un juicio de valor en cuanto a lo que se entiende como estado esencial -básico- o de abundancia; de hecho, esta clasificación se determina en función del grado de desarrollo social y económico del país del que se trate. Por ejemplo, una televisión puede ser considerada un bien de lujo en un país pobre y no serlo en una nación que goce de un alto grado de industrialización.
A pesar de una larga serie de obstáculos marcada por la crisis económica actual, existen buenas razones para ser optimista sobre el futuro del lujo. En este sentido, no hay que olvidar que la industria ha estado atravesando una etapa difícil en los últimos años pero ahora todo podría estar preparándose para experimentar un repunte espectacular.
Según datos de la consultora Bain & Company, los consumidores chinos, incluyendo sus gastos como turistas, representan a día de hoy más de un 20% de las ventas mundiales de productos de lujo. Es más, para 2018, se espera que China se convierta en el segundo mayor mercado del sector, después de Estados Unidos. A su vez, el 30% de las ventas globales de artículos de lujo se dan en mercados emergentes (Asia Pacífico, América Latina, Oriente Medio y África).
Sin embargo, la edad media de los consumidores de lujo en Asia está disminuyendo constantemente, mientras que en Japón, Europa y Estados Unidos está aumentando, creando una nueva generación de consumidores de lujo, pero con gustos y preferencias muy diferentes.
Por otra parte, habría que incidir en que las mujeres están realizando compras tradicionalmente masculinas -trajes de negocios, relojes, automóviles-, ya que cada vez tienen más independencia con sus gastos. Paralelamente, los hombres son cada vez más propensos a buscar marcas con atributos en torno a la moda y la belleza -mayoritariamente femeninos- así como la funcionalidad de los productos.
También hay que subrayar que la convergencia de tiendas tradicionales, comercio electrónico, redes sociales y comercio a través del móvil está creando una experiencia “omnicanal” para los consumidores que repercute de manera muy beneficiosa en el aumento de las ventas de los bienes de lujo. Es más, Internet ha transformado al lujo en una herramienta transparente que ofrece mayores posibilidades de elección ya que los consumidores ahora pueden comparar precios de todo el mundo y de diversos distribuidores.
Por último, la compañía de auditorías Deloitte asegura que existe un verdadero potencial para fusiones y adquisiciones dentro del sector. “El apetito por las marcas europeas y americanas por parte de las economías emergentes es creciente. Compradores de mercados emergentes y grupos de inversión están deseosos por adquirir marcas occidentales”.