Uno de los grandes problemas de la ciencia económica es tratar de satisfacer las necesidades humanas, potencialmente ilimitadas, con recursos escasos. Si queremos que nuestro planeta y la especie humana perduren en el tiempo, es imprescindible gestionar de manera eficiente y responsable los limitados recursos disponibles.
Es aquí donde entra en juego la llamada economía circular, en la que el reciclaje de residuos juega un papel fundamental. Uno de esos héroes que luchan por un desarrollo sostenible es el ingeniero industrial Ignacio López Ibáñez. Un hombre con una amplia experiencia en el reciclaje y en la ecoeficiencia.
Carrera profesional de Ignacio López Ibañez
Tras formarse como ingeniero industrial en la Universidad Politécnica de Cataluña y en el Institut National Polythecnique de la Lorraine (Nancy, Francia), pasó por empresas como Unicore. En Unicore diseñó la primera planta mundial para reciclar las baterías de los Tesla y los Prius, logrando una reducción de los costes operativos del 30% y sin un solo accidente durante su trayectoria como Jefe de Operaciones.
A su regreso a Barcelona trabajó para StoraEnso (Barcelona Cartonboard), donde en calidad de Director de Producción fue uno de los responsables de creación de la primera planta mundial en reciclaje de cartones de bebidas usados. Su trabajo en StoraEnso y el de su equipo, fue premiado con el galardón europeo BEST LIFE, sin olvidar los numerosos estándares de calidad ISO y OSHA alcanzados.
Se desempeñó como Director de Producción en Alucha Management BV y actualmente trabaja como Director de Producción en Ursa Ibérica, donde realiza labores relacionadas con la ecoeficiencia. Recordemos que por ecoeficiencia se entiende la capacidad satisfacer las necesidades humanas utilizando los recursos de manera eficiente y respetuosa con el medio ambiente.
Así pues, de la mano de Ignacio López, conoceremos qué puede ofrecer la economía circular, cuál es el estado actual del reciclaje a nivel mundial, la sustitución de vehículos de combustión por coches eléctricos y los desafíos a los que se enfrentan las empresas para alcanzar la ecoeficiencia.
Entrevista a Ignacio López Ibáñez
P: Se ha hablado mucho de los coches eléctricos como alternativa a los vehículos de combustión. ¿Qué ventajas e inconvenientes tienen este tipo de vehículos?
R: Hasta hace muy poco tiempo los vehículos eléctricos no podían competir con los vehículos tradicionales, principalmente por su poco rango de kilometraje. No fue hasta la invención de las baterías Li-ion para los teléfonos móviles, que la densidad energética conseguida en estas habilitó al coche eléctrico poder competir directamente con los automóviles de combustión.
Desde un punto de vista técnico, el motor eléctrico es mucho más eficiente que el de combustión. El proceso de combustión sólo permite un rendimiento máximo del 20-30%, mientras que la conversión en un motor eléctrico llega a un 75% de la potencia nominal. Un motor eléctrico no tiene prácticamente partes móviles, no necesita refrigeración, eje de transmisión, aceite, ni prácticamente mantenimiento. Y por supuesto, no produce emisiones.
Desde un punto de vista de seguridad, el coche eléctrico, al no tener un pesado motor en el frontal, que actúa como masa muerta en retroceso ante un eventual impacto, ha resultado tener un comportamiento muy superior en los ensayos de choque frontales y laterales, obteniendo calificaciones de 5 estrellas.
El único gran hándicap de los sistemas eléctricos es el problema de la posible autoignición de las baterías. En el caso en que no estén bien diseñadas y refrigeradas pueden sobrecalentarse y entrar en combustión. Ahora bien, aunque rara vez ocurre esto, sí que existen reportes al respecto.
P: ¿Qué implica el reciclaje de las baterías de coches eléctricos?
R: La batería en el coche eléctrico supone una buena parte del coste (entre 7.000 y 10.000 euros dependiendo de los kw que ofrezca cada modelo). Éstas baterías no tienen memoria de carga y se les supone una expectativa de vida de alrededor de 10 años. Los elementos metálicos contenidos en estas baterías, aparte de escasos en la naturaleza, requieren de un elevado coste y una infraestructura extractiva que justifica económicamente la necesidad de reciclarlos.
Para los coches eléctricos los metales contenidos, principalmente litio, cobalto y cobre son elementos escasos, caros, costosos. Incluso, en algunos casos, geopolíticamente difíciles de extraer. Este sería el caso del cobalto en la República Democrática del Congo.
El coste energético y económico de obtener un metal a base de concentrar y reducir el mineral de origen es un 80% superior. Sobre todo para el cobalto y el cobre. Respecto al coste de reciclar directamente en el final de vida. El futuro está en las minas urbanas. Hay suficiente metal como para no tener prácticamente que excavar.
Cabe recordar que los metales pueden ser infinitamente reciclados sin perder ni sus propiedades físicas ni funcionales. Además, el proceso de reciclaje de estas baterías si se hace con las BAT (best available technology) tiene un nivel de emisiones a atmósfera muy inferior a los estándares actuales.
Contrariamente a la creencia popular, los procesos de reciclaje son económicamente muy rentables y no necesitan de subvenciones públicas de ningún tipo.
El principal problema a día de hoy es la conciencia y la eficiencia de recogida de éstos residuos electrónicos en final de vida.
P: ¿Cuáles son los residuos más complejos de reciclar y por qué?
R: El principal problema a día de hoy es que hay una mayoría de productos que no están diseñados para poder ser fácilmente reciclados. Es lo que se llama un problema de eco diseño. No se piensa en que será de un producto cuando éste llegue a su final de vida.
Desde un punto de vista económico, los residuos más difíciles de reciclar son aquellos que tienen una pobre relación de valor vs coste de vertedero. Por ejemplo, los lodos de las depuradoras, los desechos de plásticos mezclados (color, tipo, morfología) o no reciclables, plásticos elastómeros, los neumáticos al final de su vida útil, los plásticos termoestables, los residuos agrícolas y muchos residuos industriales nicho (donde la regulación aún no obliga a proceder con el reciclado, y en los que en muchos casos aún no se ha desarrollado tecnología para ello).
Una buena segregación en origen de los distintos residuos es clave para seleccionar la vía de reciclaje más adecuada.
Desde un punto de vista técnico creo que los residuos polilaminados, compuestos por varios elementos primarios, papel, plástico, metales, colas, tintes son los más difíciles de reciclar pues contienen todos los elementos mezclados y se necesitan de usar distintas técnicas extractivas coordinadas.
El método para extraer alguno de estos elementos a veces perjudica el rendimiento extractivo de los otros e incluso degrada el valor del material reciclado (downgrading). Algo a evitar, pues éste ya no puede ser utilizado para su aplicación inicial y se emplea para una de inferior características.
P: ¿Cuál es la situación del reciclaje a nivel mundial? ¿Se están haciendo esfuerzos suficientes?
El reciclaje se está extendiendo fuertemente por los países desarrollados y en vías de desarrollo. En los primeros, las tasas de reciclaje superan en muchos casos el 50%. El reciclaje de vidrio, papel, cartón, plásticos, envases polilaminados (como el tetrabrik) y metales es tecnología estándar. En esta línea, todo país que quiera competir en la carrera de recursos está adoptando tecnología para ello.
En países en vías de desarrollo (India, China, Nigeria), el reciclaje en algunos casos se está haciendo con tecnologías no estándar. La utilización de fuegos abiertos y manipulación por parte de niños, ocasionan bajos rendimientos extractivos y la polución del medio (emisiones) o las personas.
En contra de la cultura popular, España es un referente en el reciclaje de vidrio, cartón y metales. Tanto es así que España, ha sido un importante actor en el desarrollo de nuevos procesos y tecnologías.
Desde mi punto de vista, si queremos avanzar hacia una economía de recursos sostenibles, los países deberían de fijar objetivos más agresivos de tasas de reciclaje. Hay países como Suiza, Holanda y Reino Unido que han lanzado sistemas de cuantificación y tipología de la basura generada por habitante.
Quien no recicle o aquél que más residuos genere, acabará pagando proporcionalmente más. A día de hoy generar residuos, no segregarlos en origen e incluso ni reciclarlos nos sigue saliendo demasiado barato o gratis.
P: ¿Qué se puede hacer para impulsar el reciclaje?
R: Legislar para que los productores tengan la obligación de producir bienes que tengan la reciclabilidad en su concepción inicial. Aquellos productos que no pueden ser fácilmente reciclados deberían de tener un impuesto que tenga en cuenta su verdadero impacto medioambiental. Esto pasa por seguir desarrollando análisis de ciclo de vida intensivos de todos los productos y legislar entorno a ellos. Contaminar debería de salir más caro.
P: ¿Es la economía circular la respuesta a los problemas de escasez a los que nos enfrentamos? ¿Por qué?
R: Sin duda alguna. La tierra es un sistema cerrado de recursos finitos. Debemos de abandonar la locura de la obsolescencia y del cortoplacismo. Sin economía circular la economía industrial no va a poder seguir creciendo de forma ininterrumpida y sostenible. La revolución industrial inicial contaba con muy pocos países industrializados y muchos recursos por explotar. Con la globalización esta tendencia se ha invertido. Necesitamos una revolución industrial 2.0 donde se tenga en cuenta en el PIB el impacto sobre la naturaleza y el medio. Ésta es un activo que si se deprecia debería afectar a la cuenta de resultados.
Descontaminar la tierra, replantar los bosques, depurar las aguas y cuidar de la salud de las personas debido al impacto de la actividad humana e industrial actual hasta ahora es un coste mayoritariamente asumido por gobiernos e individuos, que debería de ser asumido e integrado en el coste del proceso productivo de los distintos bienes de consumo.
P: ¿Qué pueden hacer las empresas para alcanzar la ecoeficiencia?
R: Un primer paso consistiría en que las autoridades y los legisladores, impongan a las empresas la necesidad de integrar la ecoeficiencia en sus procesos productivos y productos.
Para esto necesitamos métodos consistentes de análisis de ciclo de vida que sean obligatorios para poder obtener un certificado, por ejemplo CE. Sería una especie de certificación energética, pero para todos los productos. Aquellos productos que hayan sido producidos de una manera más eficiente deberían de tener un impuesto “verde” menor y, al contrario.