Para atender los esfuerzos fiscales extraordinarios que la pandemia ha hecho necesarios, muchos gobiernos se han visto en la necesidad de poner a trabajar la máquina de imprimir billetes más de lo normal. Ya que movilizar las reservas o bien no era conveniente o bien no era suficiente, así que la ortodoxia económica se ha visto sacudida y ahora parece temporalmente dominada por aquellas corrientes que abogan por aumentar el endeudamiento y la inflación como forma de superar la crisis.
Expedientes de regulación de empleo -hasta el sector de las bebidas espirituosas se ha visto afectado-, partidas extraordinarias en sanidad, cientos de miles de funcionarios metiendo horas extras que deberán ser abonadas, cheques de ayuda y un largo etcétera han dado como resultado que monedas como el dólar -que todavía copa la mayoría del comercio internacional- estén disponibles en una cantidad sin precedentes. Lo que pone en duda su valor como activo refugio, ya que si a principios de 2020 había en circulación unos 15 billones de dólares en estos momentos hay como mínimo 19 billones de dólares. Es decir, su oferta ha crecido de forma desmesurada. Ante esta circunstancia, ¿aumenta el atractivo de las criptomonedas como inversión, refugio e incluso líquido?
Una volatilidad muy alta
Lo primero que se debe tener claro a la hora de comprar criptomonedas es que su corta historia ha demostrado que son un activo extremadamente volátil. Por ello, en algunas plataformas de trading con CFDs el apalancamiento permitido es 2:1, cuando en otros instrumentos es mucho mayor. Lo cual se debe a que unir el apalancamiento a la volatilidad de las criptomonedas incrementa la incertidumbre más de lo normal además del riesgo propio del primero. Así que si se entiende el concepto de activo refugio como aquel en el que depositar el dinero en tiempos de zozobra, incluso aceptando una pequeña depreciación de los fondos depositados, como ocurre a veces con los bonos alemanes que ofrecen rentabilidad negativa pero que son demandados porque el depositante confía en la solvencia del estado alemán para devolver el dinero, ciertamente es difícil denominar a las criptomonedas como un activo refugio.
En lo que sí ha terminado resultando para los inversores que entraron a tiempo es en una inversión muy lucrativa -con el reverso de aquellos que entraron antes de una corrección a la baja, y que o bien han perdido capital o bien han visto como su inversión quedaba atrapada en un limbo en el cual el dinero ni crece ni baja-, aunque asumiendo un riesgo alto dada la gran incertidumbre reinante. Y, de hecho, entrar en alguno de los numerosos foros de discusión en torno a cualquier criptomoneda que no sea una stablecoin es asistir a una lucha entre aquellos usuarios que auguran un inminente desplome y aquellos que enarbolan el ya clásico “to the moon”, haciendo referencia a que el precio se va a disparar hasta alcanzar nuestro satélite.
Y, sin embargo, lo que no se puede negar a muchos de los proyectos que tienen un número máximo y finito de criptomonedas que está predefinido de antemano, es que al contrario de lo que ocurre con el dinero fiat tradicional la inflación es imposible. De hecho, la masa monetaria de criptomonedas como bitcoin probablemente será decreciente con el tiempo, ya que miles de millones de dólares en esta criptomoneda se han perdido para siempre al traspapelarse u olvidarse las claves que custodian el acceso a ella.
Criptomonedas estatales, ¿La cuadratura del círculo?
Aunque la posición oficial de las autoridades financieras y políticas del mundo frente a las criptomonedas es en el mejor de los casos de frialdad cuando no de abierta hostilidad, los hechos son incontestables y un mercado que capitaliza con holgura el billón y medio de dólares parece a todas luces un claro caso de hechos consumados. Las criptomonedas no son cosa de unos pocos tecno-anarquistas que sacrifican dinero contante y sonante comprando un activo sin valor real con tal de alimentar una utopía de finanzas descentralizadas, sino que son un activo que se nutre cada vez más del capital de los grandes inversores institucionales. Todo ello, además del resto de ventajas que la tecnología del Blockchain ofrece, por supuesto, y por lo tanto parece que en el futuro convivirán no sólo una miríada de criptomonedas privadas sino también criptomonedas estatales de países tan dispares como Suecia, Rusia, Irán o China.