Gripe de 1918
Se denomina como gripe de 1918 a la expansión a nivel mundial del virus H1N1 que tuvo lugar entre 1918 y 1920. Se calcula que 500 millones de personas se infectaron a lo largo de esta pandemia y que entre 20 y 50 millones de seres humanos fallecieron. Los peores registros cifran las defunciones en 100 millones de personas.
La gripe de 1918, también conocida como “gripe española”, se extendió rápidamente por todo el mundo, convirtiéndose en una de las peores pandemias que ha padecido la humanidad. Ningún lugar del mundo pudo librarse de sus devastadores efectos.
Origen de la gripe española
Pese a que en numerosas ocasiones se ha denominado a esta pandemia como “gripe española”, el verdadero origen de la pandemia se encuentra en Estados Unidos. Corría el año 1918 y Estados Unidos estaba inmersa en la gran catástrofe humana que fue la Primera Guerra Mundial. Había que movilizar a millones de soldados para enviarlos a las trincheras de Europa y derrotar al Imperio Alemán. Precisamente, el brote inicial tendría lugar en unas instalaciones militares del ejército estadounidense.
Era marzo de 1918 y, rápidamente, los soldados de Fort Riley empezaron a sufrir fiebre. Los contagios se extendieron a gran velocidad, trascendiendo más allá de aquel acuartelamiento situado en el estado de Kansas. Muchos soldados llegaban a los campos de batalla europeos siendo portadores del virus. De este modo, la enfermedad se propagaba de manera vertiginosa por todo el mundo.
El ambiente de las trincheras, abarrotadas e insalubre, fue ideal para la transmisión del virus. Tal fue el número de contagios que, en varias ocasiones, los ejércitos que combatían en las trincheras europeas no tuvieron más opción que suspender las operaciones militares.
No obstante, pese al supuesto origen estadounidense de la pandemia, existen otras hipótesis que sitúan el origen del virus en China. Según estas teorías, todo respondía a una mutación de una cepa aviar en territorio chino y con, numerosos ejércitos combatiendo por todo el mundo, el virus se propagó fácilmente.
Con las grandes potencias mundiales desangrándose en la guerra, las numerosas víctimas mortales del virus quedaron en un segundo plano. La censura se imponía a la realidad y la prensa de los países beligerantes no informaba sobre contagios y fallecimientos.
Por el contrario, en España, que permanecía neutral, había una mayor transparencia. Así, en España se daba una mayor libertad a la hora de hablar o informar respecto a la pandemia de gripe. Todo ello dio lugar a que se conociese la pandemia como “gripe española”. Si bien es cierto que el virus se introdujo en España a través de temporeros españoles que regresaban de trabajar en el campo francés.
Entre los numerosos síntomas que provocaba el virus se encontraban:
- Fiebre alta.
- Problemas respiratorios.
- Cansancio extremo.
- Elevado ritmo cardíaco.
- El rostro adquiría tonalidades grisáceas.
- Los pulmones segregan un exceso de líquido.
- Fuertes molestias abdominales.
Expansión de la gripe de 1918
La segunda oleada de la pandemia sería la más devastadora. En el periodo entre septiembre y diciembre de 1918, la gripe se cobró más víctimas que nunca. El virus no era algo exclusivo de los soldados, sino que afectaba a todas las capas de la población. Las funerarias estaban desbordadas, no había dónde enterrar los cadáveres y en muchas ocasiones no quedó más remedio que recurrir a fosas comunes.
Para mayor infortunio, no había sistemas de salud públicos como los actuales y muchos médicos fallecieron en las dos primeras oleadas. Estamos hablando de profesionales sanitarios insustituibles. Más aún, en aquellos tiempos tan precarios, la salud era un lujo que quedaba fuera de alcance de muchos.
¿Cómo se abordó la pandemia de 1918?
La irrupción del virus tenía desconcertados a los médicos, quienes, en un principio, pensaron que se trataba de una bacteria y no de un virus. La ciencia médica no disponía de los recursos ni del grado de conocimiento necesario para atajar la pandemia. De hecho, se recurrió a remedios impensables a día de hoy: se prescribía el consumo de importantes cantidades de aspirinas o se efectuaban sangrados.
La desinformación tampoco contribuyó a mejorar la situación, pues corrían rumores de que fumar ayudaba a neutralizar el virus. Por otra parte, las medidas de contención se adoptaron tarde, sin restringir fiestas ni eventos religiosos. Finalmente, ante el demoledor impacto del virus, se llevaron a cabo desinfecciones en lugares públicos y en transportes, también se cerraron los centros educativos y se impuso el uso de mascarillas.
Ante las limitaciones de la ciencia médica, la humanidad tuvo que esperar hasta 1928 para poder disponer del primer antibiótico, mientras que la primera vacuna para la gripe llegó en la década de los 40.
Final de la pandemia
Ya en la tercera oleada se había amortiguado notablemente el efecto del virus. A pesar de ello, la mortalidad de la gripe osciló entre el 10% y el 20% en el conjunto de la pandemia.
Si bien el virus parecía haberse debilitado, aún estaba presente. Buena parte de la población ya estaba inmunizada y, hacia 1920, parecía haberse alcanzado un importante nivel de inmunidad colectiva. Y es que, se había infectado alrededor de un tercio de la población.
Países como Estados Unidos, donde se cree que tuvo origen el virus, sufrieron medio millón de muertos, mientras que España, también muy castigada por la gripe, tuvo que lamentar alrededor de 260.000 fallecidos según las investigaciones más recientes. Ahora bien, el país más castigado por la gripe de 1918 fue la India, con un número de defunciones que varía entre los 12 y 17 millones de seres humanos.