Es evidente que desde que se inició la crisis en Europa tras la caída de Lehman Brothers en el año 2008 se ha puesto en duda la forma en que la Unión Europea se estableció. Es un acierto pensar que tiene una gran cantidad de responsabilidades como Estado, como la gestión de la migración y la política comercial.
En contraposición a sus responsabilidades como Estado, existen multitud de ellas que se realizan de una forma individual por cada Estado miembro. La gran mayoría del gasto en Europa se realiza por países individuales en lugar de por la Unión Europea como institución. Hay una política común de la UE sobre impuestos a las ventas, pero los impuestos son recaudados por los Estados miembros, de forma individualizada. Hay una política común europea de defensa, pero el gasto corresponde a cada Estado.
La UE tiene mucho camino por recorrer, el Parlamento Europeo es débil. Muestra de ello la estamos viviendo con la crisis griega. El primer ministro griego Alexis Tripras no negocia con el Presidente de la Comisión Europea, si no, sus conversaciones son con el Eurogrupo, los ministros de finanzas nacionales, el Banco Central Europeo, y detrás de ellos los jefes de gobierno de Francia y Alemania.
Muchos de estos problemas podrían ser mitigados si la UE reformara sus instituciones para que de esta forma, se pareciera más a un gobierno centralizado grande. Un Parlamento Europeo suficientemente poderoso y grande podría, con el mandato de los electores que lo eligió, adoptar una política fiscal a escala europea, la creación de programas de ámbito europeo de bienestar social, y unificar sus fuerzas militares de los gobiernos Miembros en una sola fuerza paneuropea.
El resultado final podría ser algo como los Estados Unidos. Algunos aspectos seguirían siendo y aplicándose por gobiernos nacionales: Francia manejaría sus propias escuelas y Rumania tendría su propia policía. Pero las grandes cosas – la regulación, la red de seguridad social, los militares – sería controlada por el gobierno federal europeo.
Los Estados Unidos son, al igual que la zona euro, una unión monetaria. Pero cuando los EE.UU. tienen una recesión generalizada, no tienen estados individuales que caen en crisis tan terribles, la carga se comparte de manera más equitativa. En este momento, el desempleo en Grecia es de aproximadamente un 25 por ciento y en Alemania es del 6,4 por ciento. Eso no podría suceder en los EE.UU.
Necesaria tendencia hacia una Federación Europea
Las principales diferencias que la Unión Europea debe hacer frente con reformas para conseguir una federación europea, y así afrontar los problemas de una forma global, son las tres siguientes:
Estados Unidos tiene un sistema bancario y regulación bancaria unificada; entre otras cosas, los bancos en un estado determinado, no se les permite mantener demasiada deuda en ese estado. Esto reduce el riesgo de quiebras bancarias locales.
- Los Estados Unidos tienen una política fiscal federal; se obtiene de la Seguridad Social de los Estados Federales. Eso permite que todos los países compartan la riqueza nacional, y redistribuye fondos de zonas ricas a zonas pobres para mitigar su sufrimiento, sobre todo en las recesiones dando una mayor flexibilidad ante determinados eventos críticos para el funcionamiento del país.
- Los Estados Unidos tienen un mercado laboral unificado; en este punto son parecidos, se puede trabajar donde quieras dentro de Europa, pero el idioma y las barreras culturales para hacerlo pueden suponer un problema significativo.
Un super-Estado europeo podría abordar las dos primeras diferencias. Crearía un sistema bancario común y la capacidad para establecer la redistribución y equidad a nivel nacional. En tal caso, imaginen que dicho sistema había estado en vigor cuando la recesión de 2008 se implantó en Europa. Grecia aún habría sufrido más que Alemania -la recesión ha sido común en toda la UE- pero no habría sido ni de lejos tan mala a la hora de compartir riesgos de una forma común.