La introducción del nuevo vehículo supone una profunda transformación económica. Los expertos no saben a ciencia cierta si será a corto o largo plazo pero, lo que sí es seguro, es que las ciudades estarán menos contaminadas, nuestra salud se verá positivamente afectada y los productores de petróleo se hundirán. Se trata, por tanto, de una nueva y completa realidad.
Las compañías relacionadas con la automoción serán, evidentemente, las primeras en advertir las consecuencias de la fabulosa modificación de paradigma. El aterrizaje del vehículo eléctrico en el mercado supondrá, sin lugar a dudas, importantes giros de dirección tanto en el segmento de fabricantes y suministradores como en las cifras de negocio del sector.
Un gran número de organizaciones vinculadas al motor pueden verse desplazadas, es decir, todas las que se dediquen a la producción de bujías, radiadores, aceites, etc; muy al contrario de las que se centren en circuitos eléctricos, baterías y dispositivos relacionados. Además, el mantenimiento de un coche de estas nuevas características es mucho menor que el de combustión, razón por la que muchos talleres tendrán que cerrar la puerta; de cualquier modo, estas empresas que pueden verse amenazadas por el fenómeno siempre tendrán la oportunidad de cambiar de estrategia y adaptarse a los nuevos horizontes. Cuestión de apertura.
Hundimiento del sector petrolífero
La sección económica que sí que se verá al borde del abismo es la del petróleo. Todos sabemos que la mitad de su consumo a nivel global está destinado a la producción de combustibles para vehículos. Así pues, no tenemos que pensar mucho para determinar que si el coche eléctrico va a sustituir al de combustión, el 50% del suministro de crudo se desvanece en el aire ante la falta de objetivo. Todo lo cual, según los analistas, se traduce en que el sector del petróleo se hundirá ante la migración masiva hacia el vehículo del futuro próximo.
Y ni que decir tiene las repercusiones que este movimiento produciría a nivel geopolítico: las naciones que hasta ahora sustentan su economía en la producción de petróleo, tales como Venezuela, Oriente Medio, Noruega o Rusia, verán cómo sus arcas nacionales se vacían a velocidad vertiginosa, con todas sus consecuencias sociales y económicas. En el lado opuesto, los países occidentales observarán una menor dependencia de los principales productores; en otras palabras, y como resultado final, se podría aventurar hasta que el mapa global cambiará incluso de meridianos, dada la importancia de los hechos que sucederán.
Electricidad y salud
Los grupos eléctricos serán los grandes beneficiados por el tsunami automovilístico. De hecho, habrá que aumentar la capacidad de generación de electricidad y mejorar las redes de su distribución ya que de lo que se trata es de lograr una carga rápida, un consumo instantáneo elevado y breve, similar a la que proporcionan los surtidores de gasolina que ya conocemos.
Finalmente, no hay que olvidar que el 80% de la contaminación de las grandes ciudades procede de los coches de combustión. Si éstos son sustituidos por los eléctricos, no cabe duda de que los índices medioambientales mejorarán de forma sobresaliente y, con ellos, nuestro bienestar y el gasto sanitario; igualmente, las reducciones de CO2 frenarán el proceso de calentamiento global al que ya estamos asistiendo. Como se puede observar, la transformación profunda de la economía actual puede encontrarse a la vuelta de la esquina.