Durante años, las teorías financieras clásicas han descrito a los inversores como máquinas racionales que comparan riesgo y rentabilidad antes de cada decisión.
No sé tú, pero yo conozco pocas personas que sean como máquinas racionales, quizá Jordi Hurtado.
La realidad es que todos somos seres emocionales, con sesgos y temores que interfieren en nuestras decisiones.
Esto es algo que la teoría tradicional de las finanzas no supo ver.
El mito del inversor racional
La hipótesis de los mercados eficientes y el supuesto de racionalidad sostienen que evaluamos las opciones de inversión con lógica.
Que no nos dejamos llevar por emociones e impulsos.
De esa forma, si dos activos ofrecen la misma rentabilidad esperada, nos sería indiferente cuál elegir.
Pero en la práctica, la mayoría de la gente prefiere la opción que minimiza la posibilidad de perder, incluso si el resultado esperado matemáticamente es el mismo.
- Ejemplo ilustrativo: Elegimos con más frecuencia un escenario de 50% de ganar 10 dólares y 50% de no ganar nada, frente a otro de 50% de perder 10 y 50% de ganar 20, pese a que ambos tienen la misma esperanza de ganancia (5 dólares).
¿Y esto por qué es?
Aversión a la pérdida: el verdadero motor de nuestras decisiones
En lugar de obsesionarnos con la palabra “riesgo”, nuestra mente se centra en “no perder dinero”.
Sentimos el dolor de perder 10 dólares de forma más intensa que la alegría de ganarlos.
Ese comportamiento, investigado por Kahneman y Tversky, explica por qué podemos tomar decisiones “irracionales” bajo la lupa de la teoría tradicional.
- Los inversores no somos 100% lógicos: Preferimos la seguridad de no perder a la posibilidad de ganar más. Esto puede llevarnos a tomar decisiones excesivamente cautelosas o, por el contrario, a huir en pánico cuando vemos números rojos.
Riesgo, volatilidad y emociones
La teoría clásica describe el “riesgo” como la volatilidad o la desviación estándar de los retornos. Pero en la vida real, no medimos el riesgo en porcentajes ni estadísticas: lo traducimos a la posibilidad de ver nuestra cuenta en negativo.
Así, aunque un activo tenga una gran rentabilidad promedio, si su volatilidad es alta y nos expone a bajadas duras, podemos rechazarlo por el miedo a experimentar pérdidas palpables.
- El caso del -20%: Si tu cartera baja un 20% en unos meses, la lógica indicaría que eso está dentro de la volatilidad normal de ciertos mercados. Pero la emoción hace que muchos inversores vendan, materializando la pérdida.
Por qué las finanzas tradicionales se equivocan
Asumir un inversor racional que siempre busca maximizar la esperanza de ganancia ignora que la aversión a la pérdida introduce un sesgo fuerte.
Además, la teoría no contempla que vivimos circunstancias personales: metas familiares, deudas, miedos, etc. Nuestra situación particular condiciona cómo percibimos una caída de 1.000 dólares.
- Capacidad vs. apetito de riesgo: Más allá de la rentabilidad esperada, tenemos una capacidad de asumir pérdidas (por nuestra solvencia económica) y un apetito (por nuestro temperamento). La teoría clásica no siempre separa esos dos componentes.
Cómo integrar lo emocional en tu estrategia
- Define cuánto estás dispuesto a perder: En vez de obsesionarte con “cuánto quiero ganar”, piensa en “hasta qué punto tolero ver mi cuenta en rojo”.
- Crea un fondo de emergencia: Tener un “colchón” para gastos imprevistos reduce la presión de vender cuando el mercado se ponga feo.
- Diversifica: No meter todos los huevos en la misma cesta reduce la volatilidad total. Tus emociones podrán gestionarlo mejor que una montaña rusa extrema.
- Establece reglas: Para no caer en impulsos, define escenarios claros de venta o compra. Evitarás que el pánico o la euforia te dominen en momentos críticos.
Hacia un enfoque realista y humano
La verdadera ganancia a largo plazo no solo surge de identificar activos con buena rentabilidad, sino también de lograr que tu mente te permita sostener esa inversión el tiempo suficiente. Si vendes al primer retroceso, nunca verás los frutos.
- Paciencia y autoconocimiento: Saber que tienes un perfil conservador y odias ver caídas te permitirá elegir productos más estables, aunque rindan menos. A la inversa, si soportas la volatilidad, podrás incluir activos más agresivos.
- Objetivos claros: ¿Inviertes para la jubilación, para un plazo de 20 años, o quieres comprar un vehículo el próximo año? El horizonte temporal impacta directamente en el tipo de riesgo que puedes aceptar sin bloquearte emocionalmente.
El riesgo es real, la aversión a la pérdida también
A fin de cuentas, el mercado es libre de subir y bajar, y cada inversor reacciona de forma diferente. Entender tu propia psicología, tus miedos y tus ilusiones, es la mejor defensa contra errores costosos. Si reconoces que las finanzas tradicionales subestimaron la parte emocional, podrás diseñar una cartera más alineada con tu perfil, manteniendo la calma cuando otros entran en pánico.
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