Pasivo fijo
El pasivo fijo son todas aquellas deudas y obligaciones que tiene una empresa a largo plazo, es decir, las deudas cuyo vencimiento es mayor a un año y, por lo tanto, no deberán devolver el principal durante el año en curso, aunque sí los intereses. También se le conoce como pasivo no corriente.
En el balance de situación, utilizado para llevar la contabilidad de la empresa, encontramos el pasivo, y dentro del pasivo podemos diferenciar el pasivo corriente y el pasivo fijo. Nacen de la necesidad de financiación de la empresa, necesaria para la adquisición de activos fijos, cancelación de bonos y redención de las acciones preferentes, entre otras cosas.
Entre los elementos que constituyen el pasivo fijo se puede diferenciar por su naturaleza:
- Provisiones a largo plazo.
- Deudas a largo plazo.
- Deudas con empresas del grupo y asociados a largo plazo.
- Pasivos por impuesto diferido.
- Periodificaciones a largo plazo..
Cuando hablamos del pasivo fijo nos referimos a créditos a largo plazo. De esta manera, al diferenciar pasivo circulante (corto plazo) de pasivo fijo (largo plazo), podemos organizar las finanzas de la empresa y de esta forma elaborar un calendario de pagos que se ajuste a las previsiones económicas y al modelo de negocio.
Una diferencia fundamental entre el pasivo fijo y el pasivo corriente es que con un mayor pasivo no corriente en relación al corriente, la posibilidad de negociar con los accionistas cobra mayor fuerza obteniendo capital de una fuente de financiación más ventajosa que si lo solicitasen a entidades bancarias.
Entre los beneficios del pasivo no corriente está la liquidez que aporta a la empresa pudiendo utilizar este capital para nuevas inversiones y así poder acelerar los planes de crecimiento. Desde el enfoque de la contabilidad financiera, resulta indispensable crear un fondo de maniobra y para ello el activo corriente debe ser mayor que el pasivo corriente. Esto permitirá un margen de actuación en el caso de que haya desajustes en el calendario de cobros y pagos.
Sin embargo, en una situación como la que hemos vivido con la crisis del 2008, muchas empresas se han visto obligadas a realizar un proceso de reestructuración de la deuda para poder solventar las deudas a corto plazo y evitar situaciones concursales. Esta reestructuración supone transformar deuda en corto a deuda en largo plazo, con lo que se gana tiempo para resolver los problemas financieros de la empresa.