Después de varios años de crecimiento y expansión económica, en muchos lugares del mundo, estalló una enorme burbuja inmobiliaria y financiera, provocando una de las más grandes crisis económicas y financieras de todos los tiempos. Cabe preguntarse ¿Cuándo empezó todo a ir mal?
Se han escrito decenas de libros y miles de artículos explicando las diversas razones de esta crisis. Unos dicen que fue por una mala regulación, otros por culpa de los banqueros sin escrúpulos, otros por la corrupción y dejadez de los políticos, otros por la avaricia de quienes querían sacar tajada de la subida de los precios de la vivienda, y así cientos de explicaciones.
Pero, ¿si la respuesta estuviera en nuestras mentes?
Un nuevo estudio publicado en la revista Neuron sugiere que las burbujas económicas emergen por un impulso biológico que trata de predecir los comportamientos de los demás.
Ningún análisis de la crisis económica mundial estaría completo sin un conocimiento profundo de la burbuja de activos que le precedió. En los años previos al 2008, los precios inmobiliarios y del mercado de valores alcanzaron niveles desorbitados.
Los investigadores del Instituto de Tecnología de California querían saber si la neurociencia podría ayudarnos a entender por qué tantas personas siguen inflando las burbujas hasta niveles irracionales.
Uno de los autores del estudio, Benedetto De Martino, profesor de la Universidad de Londres dice que «Durante mucho tiempo no se ha considerado importante el estudio de cómo la gente toma realmente las decisiones. Siempre se asume que la gente es racional y quiere lo mejor para ellos, esto no coincide con nuestras observaciones sobre cómo las personas actúan en diversas situaciones. Ahora, gracias a los avances de la neurociencia, podemos comenzar a entender exactamente por qué las personas se comportan como lo hacen”.
Este nuevo campo, conocido como Neuroeconomía, combina la economía tradicional, con ideas sobre cómo funciona el cerebro. Para llevar a cabo esta investigación, el neurólogo De Martino, se asoció con el economista conductual Colin Camerer y el profesor de finanzas Peter Bossaerts. La colaboración entre estas disciplinas académicas fue clave.
El estudio pidió a los participantes que hicieran operaciones en el entorno experimental de una burbuja económica, donde los precios de los activos superaban al de los valores subyacentes. Mientras operaban, los sujetos del estudio estaban conectados a escáneres para detectar el flujo de sangre en ciertas partes del cerebro. Encontraron dos áreas de la corteza frontal del cerebro especialmente activas durante los mercados de burbujas: la zona que procesa los juicios de valor, y la que muestra actividad en los procesos sociales y motivación.
Cuando el aumento de la actividad se muestra en la primera zona sugiere que las personas son más propensas a sobrevalorar los activos en una burbuja. La actividad en la última zona muestra que los participantes son muy conscientes de la conducta de los demás y están constantemente tratando de predecir sus próximos movimientos.
«En una situación de burbuja, la gente empieza a ver el mercado como un rival estratégico y cambian los procesos cerebrales que están usando para tomar decisiones financieras», dijo De Martino.
«Comienzan a tratar de imaginar cómo se comportarán los demás operadores y esto les lleva a modificar su criterio para valorar el activo. Se mueven más intentando adivinar cómo se van a mover los precios que por la valoración real de los activos».
«Estos procesos cerebrales han evolucionado para ayudarnos a ser mejores en situaciones sociales y tener una ventaja. Pero hemos demostrado que cuando se utiliza dentro de un sistema moderno complejo, como los mercados financieros pueden provocar un comportamiento improductivo que impulsa un ciclo de auge y caída».
A pesar de todo esto, no todo el mundo está de acuerdo con los hallazgos de este estudio. Richard Taffler de la Warwick Business School, señala que existen mercados de burbujas en un contexto social que es difícil de replicar en un experimento de laboratorio. «En el mundo real hay un montón de actores – los inversores, medios de comunicación, expertos, políticos – que inconscientemente se unen para formar una realidad deseada», dijo.
En el caso de las burbujas, desde la crisis de los Tulipanes, hasta la burbuja del mercado inmobiliario en la última década, pasando por la burbuja de las punto-com a finales de los 90, todo el mundo tenía un interés personal para mantener esa fantasía inconsciente.
«Manía es una palabra más útil para calificar este fenómeno que » burbuja», ya que implica un comportamiento maníaco y entusiasta.»