En la actualidad, son muchos los casos de corrupción que ocupan las portadas de los periódicos y a los que los informativos dedican buena parte de su tiempo. Vemos a personalidades relevantes del mundo de la política y de los negocios implicadas en delitos de soborno, extorsión y malversación. Pero, más allá de los protagonistas de estos tristes sucesos, la corrupción tiene un fuerte impacto en la economía, pues afecta a las finanzas públicas, a la distribución de la riqueza y a la libre competencia entre empresas. Analizamos su impacto en la economía.
Entre las prácticas corruptas más habituales se encuentra la utilización de un cargo público para beneficio propio. Quienes buscan enriquecerse a costa de un puesto de responsabilidad pública, provocan un sobreprecio en las obras y servicios públicos. Ese sobreprecio, desgraciadamente es pagado por los ciudadanos, dado que repercute en un mayor coste para las administraciones públicas. Por otra parte, las decisiones corruptas provocan que se ignoren las normas de calidad y seguridad de muchos servicios e instalaciones que deberán ponerse a disposición de la ciudadanía.
Otros claros ejemplos son la construcción de grandes obras que se financian de forma injustificada que suponen enormes costes para el erario público y que no generan ningún beneficio social ni ninguna rentabilidad económica. Estas decisiones, no solo provocan impactos negativos en las cuentas públicas, si no que pueden perjudicar al medio ambiente, como ocurre en la edificación en zonas próximas a la costa.
En un sistema económico de libre mercado es fundamental que haya libre competencia, es decir, muchas empresas que ofrezcan sus bienes y servicios a muchos demandantes. Otro de los lastres que supone la corrupción es que perturba la libre competencia, se producen graves ineficiencias económicas, sobrecostes y reduce la efectividad de las políticas económicas. En las adjudicaciones de obras y servicios públicos siempre ganará el empresario que tenga el favor del político corrupto. Esto implica que los empresarios no competirán en igualdad de condiciones a la hora de acudir a un concurso de obra o servicio público.
La corrupción puede lastrar gravemente la imagen de un país, ahuyentando la inversión. El hecho de estar en un país en el que las leyes no garantizan una seguridad mínima y una competencia justa a las empresas, hace que muchas compañías, por razones éticas y de seguridad en sus propios negocios, decidan no operar en países con entornos corruptos.
Una de las nefastas consecuencias de la corrupción es que se generan cantidades de dinero opacas. El dinero de los sobornos se oculta al fisco y se desvía a paraísos fiscales. Esto provoca que haya una caída de la recaudación de las administraciones públicas, originando una mayor carga en impuestos sobre los contribuyentes.
¿Qué podemos hacer frente a la corrupción? ¿Cómo evitar que la sociedad y la economía se resientan por culpa de estas prácticas ilegales e inmorales? La solución pasa por la transparencia en las cuentas públicas y una educación de los ciudadanos en valores que les enseñe a repudiar la corrupción. En este sentido, sería positivo que las instituciones educativas formasen a los estudiantes para actuar de manera ética en la vida y en los negocios.
Por otra parte, desde el punto de vista de la empresa privada es muy positivo contar con un código ético bien definido, hacer que este código se cumpla y no quede en papel mojado. Es importante que toda empresa cuente con un equipo de compliance, es decir, abogados especializados en la prevención, detección y vigilancia de delitos en el seno de las organizaciones empresariales.