El riesgo no existe, lo que existen son las pérdidas.
¿Quéeee? Supongo que esto es lo que habrá surgido en tu cerebro al leer esta primera frase y pensarás que definitivamente nos hemos vuelto locos en Economipedia.
No, tranquilo, somos conscientes de que el riesgo o, mejor dicho, los diferentes niveles y naturalezas de riesgo, existen y son muy relevantes tanto para nuestra vida personal como nuestras finanzas. Lo que quiero explicarte en las siguientes líneas es que, en realidad, el concepto de riesgo no es tan importante como el de las pérdidas.
Todos los libros teóricos de finanzas explican que el inversor promedio es una persona con unas características determinadas entre las que destaca el comportamiento racional y la aversión al riesgo. Dejando de lado que tampoco somos racionales… ¡Ay! lo siento, ya sé que es mucho para un mismo día, pero no, tampoco somos inversores racionales. Este tema lo dejaremos para otro momento. Por ahora, nos centraremos en nuestra supuesta aversión al riesgo y por qué nos preocupan mucho más las pérdidas.
Lee detenidamente las próximas páginas, porque determinar tu perfil de riesgo, es el paso principal y fundamental para construir nuestra cartera de inversión. Por ello, es fundamental que entiendas cómo te relacionas con el riesgo a nivel particular, ya que no todas las personas lo hacen de la misma manera. Conocerse a uno mismo es fundamental para hacer bien este primer paso.
¿Conocerme a mí mismo? ¡Pero si eso es facilísimo! Yo ya soy yo y me conozco de toda la vida. Imagino que estarás pensando esto mismo. Te diría que tienes parte de razón, pero no toda. Todos creemos conocernos a nosotros mismos, pero aún así, no podemos estar 100% seguros de cómo nos comportaríamos en determinadas situaciones. ¿Somos los héroes de la historia o a la hora de la verdad no tenemos tiempo para subir al árbol y rescatar al gatito de nuestra vecina?
Tranquilos que no os voy a poner en la tesitura de jugaros la vida por un humilde gatito. Pero sí que vamos a darle una vuelta al concepto que tenemos los seres humanos del riesgo y, sobre todo, de nuestra percepción personal sobre el mismo.
Tu mente extiende cheques que tu cuenta bancaria no puede pagar
Todos somos maravillosos jugadores de póker online. De verdad, es súper fácil apostar todo sin mirar las cartas, pedir más fichas virtuales que no nos cuestan nada y no sentir ninguna presión cuando nos jugamos un acumulado gigantesco. Lo malo viene cuando vamos a un casino real y cambiamos billetes reales para jugar.
El momento en que las apuestas que haces tienen repercusiones reales en tus finanzas, de repente, todo se hace mucho más difícil de gestionar y te empiezan a salir más ticks en la cara de los que jamás creíste posible.
Cuando reflexionamos sobre nuestro perfil de riesgo nos pasa algo muy parecido. La teoría básica nos la sabemos todos, a largo plazo las inversiones tienden a subir, por lo que asumir más riesgo viene recompensado con mayor utilidad si esperas lo suficiente.
Perfecto, entonces está clara la solución. Vamos a invertir todo de la manera más riesgosa posible porque al final vamos a ganar más dinero. Listo. ¿No?
La realidad es mucho más dura que está bonita historia sobre el riesgo y la utilidad esperada a largo plazo. O como decía mi abuela, al mañana no hemos llegado ninguno.
Sobre el papel todos tenemos estómago para aguantar las caídas de los mercados y pensar en el largo plazo. El problema viene cuando consultamos el saldo real de nuestra cuenta y en lugar de tener 1.000 USD, tenemos 800 USD. En ese mismo instante, quizás te arrepientas de todas las decisiones de inversión que tomaste y que en su momento te parecieron las mejores posibles.
¿Por qué nos sucede esto? En primer lugar, porque no es lo mismo tener una capacidad muy grande para asumir riesgo y tener el interés de hacerlo. Quizás te puedas permitir económicamente, ir todos los fines de semana a tirarte en paracaídas, pero eso no significa que quieras pasar los nervios y la angustia que supone. Poder hacer algo no significa querer hacerlo.
La capacidad financiera de una persona depende de muchos factores, entre los que se encuentra su nivel de ingresos y el patrimonio acumulado. Tiene muchísima relación, aunque obviamente hay excepciones, con la edad.
Normalmente, con el paso del tiempo vas mejorando tu situación financiera al progresar en tu carrera profesional y puedes tener mayor margen a la hora de invertir. Sin embargo, las ganas o el interés por asumir riesgo es bastante innato y sobre todo muy subjetivo.
Es verdad que a lo largo de tu vida surgen diferentes eventos pueden cambiar esta propensión natural, como por ejemplo un gran ascenso inesperado. En sentido contrario, tener hijos, pero en general está muy ligado a tu personalidad.
En este punto hay que tener mucho cuidado porque no son dos conceptos intercambiables o con la misma importancia. La disposición natural para asumir riesgo es lo más importante con diferencia, pero tiene el límite de la capacidad para hacerlo.
Como réplica al ejemplo del paracaídas, a mí me puede encantar la F1, pero si no tengo un patrocinador con varios millones de dólares de sobra, nunca me jugaré la vida a 350 km/h.
En mi experiencia profesional como gestor de patrimonios para centenares de clientes, he podido comprobar como de ligados están estos dos conceptos. Los clientes con una mentalidad más conservadora por la que no quieren arriesgar cantidades excesivas de su patrimonio en cada inversión presentan un perfil de riesgo bajo, a pesar de que su capacidad financiera es enorme.
La historia de su vida los ha llevado por ese camino, sin arriesgar mucho y pasito a pasito han llegado a cumplir sus objetivos financieros. Por otro lado, los clientes con perfil más emprendedor hacen justo lo contrario, apuestan todo lo que tienen en cada jugada y a base de acertar empresarialmente construyen su patrimonio.
En sus inicios quizás no tienen muchísima capacidad financiera pero dentro de esta limitación, arriesgan todo lo que pueden.
Como veis, son dos conceptos diferentes y entrelazados, pero es importante que penséis en cómo funciona para vosotros esta simbiosis.
La segunda razón por la que nos podemos asustar al ver un saldo negativo en nuestra cuenta de inversiones es por lo que ya apuntamos al inicio del artículo, lo que verdaderamente importan son las pérdidas. No os vayáis que ahora viene lo bueno.
Lo siento, pero el perfil de riesgo no existe
Las finanzas conductuales o behavioral finance, la rama de las finanzas que estudia la manera en que las emociones humanas nos afectan en la toma de decisiones, ya han demostrado hace varias décadas que realmente los inversores somos alérgicos a las pérdidas y no al riesgo per se.
Un juego clásico para ejemplificar este punto es el siguiente: imaginad dos opciones de inversión, en la Opción A tenéis un 50% de posibilidades de perder 10 USD y un 50% de posibilidades de ganar 20 USD. En la opción B, tenéis un 50% de no ganar nada y un 50% de ganar 10 USD.
¿Qué opción os gusta más?
Sin ser telépata, probablemente estés pensando en la opción B. Al fin y al cabo, es una opción en la que no hay nada que perder y sí algo que ganar. Bien, queda demostrado que no sois aversos al riesgo sino a las pérdidas.
¿Qué? ¿Que no está claro del todo? Vale, vale, vamos a darle otra vuelta. En las dos opciones, si realizáramos las inversiones muchas veces, tendríamos un resultado esperado idéntico de ganar 5 USD.
Es como tirar una moneda muchas veces, si el número de tiradas es suficientemente grande, te salen el mismo número de caras que de cruces. En el caso de las opciones de inversión, si jugamos muchas veces, la utilidad que podemos esperar tanto en A como en B son 5 USD.
Si el riesgo fuera el único factor relevante, habría el mismo número de personas que prefirieran la opción A o la B. Pero nuestra intuición ya nos dice que esto no es así, que en realidad mucha más gente va a preferir la B. ¿Qué es lo que está pasando? ¿Estamos todos locos o es uno de esos juegos mentales en los que el enunciado nos engaña?
Nada de eso. La razón fundamental de preferir la B es porque no tiene una pérdida asociada. En general, los seres humanos valoramos las ganancias mucho menos que las pérdidas, por eso la ganancia del escenario positivo de la opción A, no es suficiente para compensar la pérdida del escenario negativo. Nuestras pérdidas nos molestan mucho más de lo que nos alegran las ganancias.
De hecho, esta aversión a perder se muestra en otros ámbitos distintos al de las finanzas. En el mundo del golf se han hecho muchísimos estudios sobre la eficacia de los golfistas cuando están tirando un put para conseguir un birdie o un par. En el caso del birdie, están tirando para ganar, para restar un punto en su tarjeta (para aquellos que no sigáis mucho el golf, el conteo va a en sentido contrario, cuanto más negativo, mejor).
Mientras que, en el caso del par, tiran para no perder, para al menos lograr sobrevivir a ese hoyo sin sumar un punto en la tarjeta. En todos los estudios, se muestra que la calidad de los tiros cuando es para par es mucho mayor que para birdie.
Al golfista le molesta mucho más perder, y por tanto, tira mejor que cuando es para ganar. Pensad en esto la próxima vez que veáis a un jugador fallar un penalti que da una victoria o a un tenista que es capaz de remontar innumerables bolas de break en contra.
El mejor consejo que os puedo dar en este punto es que imagines el riesgo de una inversión como la cantidad de pérdida máxima que podéis y que queréis asumir. Además de ser mucho más realista con el funcionamiento de vuestra mente, os ayudará a cuantificar algo tan escurridizo como es el concepto de riesgo.
Las inversiones sin finalidad no tienen sentido
Hemos visto hasta ahora que dentro del concepto del riesgo tenemos varios aspectos a considerar, y que nuestra mente piensa más en términos de pérdidas que en términos de riesgo. A todo esto, hay que añadirle un ingrediente adicional: el objetivo de la inversión.
Ya sea para tener una mejor jubilación, para protegerte de imprevistos o para reunir el suficiente dinero para un carro nuevo, siempre tenemos un objetivo en mente. Ese objetivo viene acompañado de unos plazos y unas restricciones particulares.
Si, por ejemplo, te vas a comprar un carro en un año y ya sabes más o menos el precio, no podrás asumir tantos riesgos que si no tienes un plazo o una necesidad de liquidez determinada. Las restricciones que acompañan a tus objetivos actúan como limitaciones a tu capacidad de asumir riesgos, que como hemos visto antes, es lo que limita las ganas de asumirlos.
La mayoría de las personas, por no decir todas, definen sus objetivos en términos de utilidad. Queremos ganar un 10% al año o queremos alcanzar una determinada cantidad de dinero en unos años. Es la manera en la que funcionamos los seres humanos, siempre en base a incentivos que podemos medir y cuantificar.
Desde luego que hay otros objetivos importantes más allá de la utilidad, como puede ser dejar un legado familiar o cubrir nuestra jubilación. Son de hecho, objetivos bastante habituales, pero como base de partida, casi todos nos enfocamos primero en las ganancias de nuestras inversiones.
Sea como sea, nuestros objetivos tienen que ser coherentes con el riesgo que queremos asumir. Estoy seguro de que todos conocéis personas que dicen ser súper conservadoras y que no quieren perder ni un solo dólar, pero que al mismo tiempo no se conforman con menos de un 10% al año sin excepción. Bueno, soñar es gratis y a mí también me gustan las películas de Disney, pero lo siento, la lámpara de Aladdin no existe.
Hay pocas tablas de la ley en finanzas, pero si hay dos que se cumplen siempre es que el riesgo y la rentabilidad van de la mano y que a largo plazo se puede asumir más riesgo que a corto plazo.
Los bancos no te van a ayudar a aclararte
¿Has tenido que completar alguna vez un perfil de riesgo en alguno de vuestros bancos? ¿Has entendido bien todas las preguntas? ¿No? Pues tranquilo, no estás solo.
Si completar uno de esos formularios te apetece tanto como ir al dentista a que te empasten 5 muelas, perteneces al mismo grupo que la inmensa mayoría de los mortales.
Yo mismo, después de haber completado centenares de perfiles para mis clientes, me pregunto muchas veces si tengo bien puesto el idioma en el servidor. Con demasiada frecuencia no se entiende nada en estos perfiles prefabricados.
El principal problema es que como hemos visto, el concepto de riesgo no es tan sencillo como pueda parecer. Por tanto, no es fácil capturarlo con un cuestionario. Es muy curioso que haya tantos cuestionarios como bancos, son todos diferentes tanto en extensión como en complejidad. ¡Y cada pocos años los van cambiando!
No existe homogeneidad a la hora de preguntar ni a la hora de clasificar. Algunos bancos apuestan por 3 niveles de riesgo, otros por 4 o incluso 5. Por no mencionar el aquelarre de nombres para referirse a los mismos conceptos: conservador/cauto/protección, moderado/dinámico/equilibrado, agresivo/arriesgado/progresivo. Es una sopa de letras en la que nunca se ponen de acuerdo.
El error de base es no entender cómo piensan los inversores, sus clientes. Los clientes no tienen gráficos en la cabeza con los posibles caminos que pueden tomar sus inversiones y lo que harían en cada momento. No, nadie piensa así. Cuando tienes que releer 3 veces la misma pregunta y 4 veces las diferentes opciones de respuesta, es que la pregunta no está bien formulada.
Los perfiles de inversión tienen que ser sencillos, comprensibles y fáciles de interpretar. Tienen que ayudar a traducir lo que una persona tiene en su cabeza con los resultados de sus inversiones.
Para una persona, una utilidad del 7% puede ser sin riesgo porque las tasas de interés de su país están en esos niveles. Mientras que, para un europeo o un americano, sería un sueño que los bonos de sus gobiernos dieran la mitad de esa cantidad. Estas particularidades son muy subjetivas y, por tanto, imposibles de reflejar en un cuestionario por muchas preguntas que incluyas.
Nos mentimos a nosotros mismos sin darnos cuenta
Si hay algo que me ha quedado claro a lo largo de mis años asesorando a inversores de todo tipo es que no hay nada más importante que tener claro cuál es su relación con el riesgo.
El paso más importante para que tus inversiones sean exitosas es hacerte las preguntas adecuadas y plantearte juegos como el que hemos comentado, para tener claros los riesgos en los que incurres en la búsqueda de tus objetivos personales.
No pienses que seguir todos estos pasos van a evitar que te equivoques en tus inversiones. Los errores son parte del proceso, y aunque sea un tópico muy usado, la verdad es que de los errores se aprende más que de los aciertos. A lo que sí te va a ayudar es a cometer menos errores y que estos sean de menor importancia.
Como ves, la formación es una pieza clave de todo buen inversor. Si quieres profundizar en las técnicas de perfilación y en el apasionante mundo de la gestión de carteras te recomiendo hacer el curso sobre el perfil de inversión.
Este curso está dentro de los siguientes programas:
- Programa de iniciación a la educación financiera: lecciones de vida
- Programa de inversión: empieza a construir tu riqueza
¡Te esperamos!
gordongekko_eun4 dice
El artículo está bueno y sus ejemplificaciones resultan un tanto amigables para quienes de economía y finanzas no tienen conocimientos, no obstante a ello, la idea central del riesgo que desde luego es el factor que impactará los niveles de pérdidas sufridas en una inversión se diluyen en el subyacente de la explicación formulada con los ejemplos.
Los distintos niveles de riesgos asociados a una inversión van a estar condicionados siempre al tiempo de la inversión a mayor tiempo mayor será el riesgo para obtener la rentabilidad esperada. ejemplo de ellos lo representan los bonos de deuda pública, cuya rentabilidad dependerá de los diferentes factores socioeconómicos de estabilidad del país emisor.
Por lo general el tiempo de la inversión será el disparador de los niveles de riesgo a evaluar, por regla general el subyacente de las inversiones será el riesgo asociado o vinculado a los niveles de pérdidas a experimentar a la largo de la vida útil de la inversión.