Imagínate no llegar a fin de mes con estrés o sentir que tus deudas se comen tus ahorros.
Si esta situación te resulta familiar, es probable que necesites una estructura que te ayude a entender en qué se va tu dinero y cómo puedes aprovechar mejor tus ingresos.
Para eso, nada como aprender a clasificar y distinguir tus gastos de forma clara.
Ingresos fijos y variables
Para empezar, conviene separar los ingresos en dos tipos principales:
- Ingresos fijos: Suelen ser aquellos que recibes con regularidad, como tu salario mensual o la renta que te paga un inquilino. Son más predecibles y te permiten planificarte con mayor facilidad.
- Ingresos variables: Pueden llegar de forma puntual o esporádica, como un trabajo freelance, una hora extra que te paguen aparte o un premio de la lotería. Aunque no los recibas de forma constante, también forman parte de tu economía y deberías contarlos cuando hagas tus cálculos.
Contar con ingresos fijos da mayor estabilidad a tus finanzas, mientras que los ingresos variables pueden ser un extra que te ayude a invertir o a cubrir ciertos gastos sin tocar tu presupuesto base.
Gastos fijos y variables
En cuanto a los gastos, la lógica es parecida:
- Gastos fijos: Son aquellos que, mes tras mes, no puedes dejar de pagar. El alquiler o la hipoteca, las facturas de electricidad y agua o, incluso, la cuota del gimnasio si la usas con regularidad.
- Gastos variables: Son los que no tienes cada mes o que puedes controlar, como irte de vacaciones, comprar ropa nueva o comer fuera con amigos.
La clave está en distinguir aquellos gastos de los que realmente no puedes prescindir de los que sí podrías recortar si fuese necesario.
Por ejemplo, la factura de la luz es obligatoria, pero la suscripción extra de streaming podría considerarse un lujo prescindible.
Creando un mapa de ingresos y gastos
Una forma práctica de mejorar tu salud financiera es crear un pequeño “mapa” de cómo se mueven tus ingresos y tus gastos. Puedes usar una libreta, un Excel o alguna aplicación de presupuesto.
Lo importante es que tengas un registro claro de cada entrada y salida de dinero. Verás cómo, de pronto, aparecen puntos de fuga que no conocías y oportunidades de ahorro que nunca habrías imaginado.
Pasos iniciales para organizar tu dinero:
- Enumera todos tus ingresos (fijos y variables).
- Enumera todos tus gastos (fijos y variables).
- Calcula la diferencia entre ingresos y gastos. Si el resultado es negativo, necesitas urgentemente recortar o aumentar ingresos. Si es positivo, analiza cómo destinar ese excedente al ahorro o a la inversión.
- Crea categorías de gastos: vivienda, alimentación, transporte, ocio, etc. Esto te ayudará a ver qué porcentaje de tu dinero se va en cada bloque y dónde podrías ajustar.
El poder de la planificación
A veces, no es necesario ganar más para vivir mejor, sino saber utilizar lo que ya tienes con más criterio. Al organizar tus finanzas, verás que algunos gastos, que creías indispensables, resultan ser prescindibles. O descubrirás que si ahorras un 5% más de tus ingresos mensuales, en un año tendrás un fondo bastante interesante para emergencias o proyectos nuevos.
Además, cuando planificas, reduces la ansiedad por las sorpresas financieras.
Si ya has estimado el coste de una posible reparación del coche o has previsto el aumento de ciertas facturas, es menos probable que eso desestabilice tu economía.
¿Y qué pasa con mis deudas?
Las deudas —como una hipoteca o un préstamo— son gastos que derivan de un pasivo. Cada cuota mensual es un egreso fijo hasta que termines de pagar lo adeudado. Lo ideal es que revises su impacto en tu presupuesto. Si resulta que estás destinando un porcentaje excesivo de tus ingresos a cubrir deudas, conviene replantear si puedes refinanciarlas o si es posible ajustar otros gastos para no quedarte sin liquidez.
- Gasto en deudas: Un buen consejo es no sobrepasar el 30-40% de tus ingresos netos para el pago de pasivos.
- Prioriza deudas con altos intereses para quitártelas cuanto antes.
Pequeños cambios, grandes resultados
No hace falta hacer un giro radical de un día para otro. A veces, basta con pequeñas modificaciones que, sumadas, generan un gran impacto. Por ejemplo, limitar salir a cenar fuera a una sola vez por semana, o cambiar tu plan de telefonía por uno más económico si no aprovechas todo lo que te ofrece el actual.
Con cada gasto que eliminas o reduces, ganas espacio para ahorrar o para invertir en algo que te genere mayor satisfacción en el futuro. Al cabo de unos meses, notarás que el panorama cambia: tu cuenta no se vacía tan rápido, duermes más tranquilo y empiezas a plantearte metas más ambiciosas.
Sé constante y revisa periódicamente
La planificación no sirve de mucho si la dejas olvidada en un cajón. Cada cierto tiempo (mensual o trimestral) conviene que revises tu mapa de ingresos y gastos para:
- Ajustar categorías que han cambiado de importancia.
- Reflejar nuevos ingresos (si has conseguido un aumento o un trabajo adicional).
- Eliminar gastos que ya no son necesarios y, si procede, añadir otros que surjan.
Es un proceso dinámico que evoluciona con tu vida.
Piensa que el objetivo no es limitarte, sino conocerte mejor financieramente y dar prioridad a lo que realmente aporta valor a tu vida.
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