Cartismo
El cartismo fue una corriente del movimiento obrero que se desarrolló entre 1838 y 1848. Su objetivo era permitir la participación de las clases trabajadoras en la política mediante el sufragio universal masculino.
Si previamente los movimientos obreros se habían centrado en conquistar derechos laborales, el cartismo supuso un paso más, pues buscaba la integración de la clase obrera en la política.
Su nombre se debe a la denominada Carta del Pueblo dirigida al parlamento británico en 1838. Dicho documento reivindicaba, entre otras cuestiones, el derecho a la participación en la política a través del sufragio universal masculino, un salario para los políticos, el derecho al voto secreto, la participación parlamentaria y unas circunscripciones más igualitarias.
Orígenes y corrientes del cartismo
En el siglo XIX, con la industrialización de Gran Bretaña, las clases trabajadoras comenzaron a reivindicar derechos. Dentro del movimiento obrero, había quienes argumentaban que las conquistas laborales debían ir de la mano con una mayor participación de los trabajadores en la vida política.
Así, Lovett defendía que los trabajadores, al tomar parte en la creación de riqueza, tenían derecho a tomar parte en la política mediante el sufragio universal.
Dentro del cartismo se distinguieron dos corrientes. Entre los perfiles más moderados se hallaban Lovett y Owen. Con unas metas de carácter económico y laboral, ambos eran partidarios de la organización de los trabajadores en cooperativas y de prescindir de los intermediarios.
Por el contrario, el ala más radical de cartismo estaba encabezada por líderes como O’ Brien y O’ Connor, que eran partidarios de acciones más agresivas y, en particular, de las huelgas.
Divisiones
El primer congreso de los cartistas tuvo lugar en 1839 en la ciudad de Londres. Los postulados de los más radicales se impusieron. El temor a duras protestas e incluso una huelga general se extendió entre los gobernantes británicos.
La respuesta de las autoridades británicas no se hizo esperar y se recurrió al ejército para tomar el control de las zonas industriales y aplacar cualquier tipo de protesta.
De este modo, surgieron tensiones entre cartistas moderados y cartistas radicales que terminaron por desembocar en una profunda división. Tras una dura represión, con el cartismo dividido y herido de muerte, la clase trabajadora británica apostó por reivindicaciones y métodos más moderados.
Bien es cierto que, pese a su fracaso, el cartismo sí consiguió arrancar ciertas reivindicaciones laborales. Prueba de ello fue el establecimiento de una jornada laboral de diez horas en las fábricas.
Por otra parte, con el fracaso del carlismo, los obreros fueron conscientes de que, por sí solos, socialmente aislados, no conseguirían alcanzar las mejoras sociales deseadas. Por ello, en los años venideros apostaron por asociarse con las clases medias para conseguir sus objetivos laborales y políticos.
La Carta del Pueblo de 1838
Un documento esencial para entender las ideas del cartismo fue la llamada Carta del Pueblo de 1838, destinada al parlamento de Gran Bretaña. Dicho documento reclamaba unos salarios más justos para los obreros, el derecho de los trabajadores a ser escuchados en el proceso de elaboración de las leyes y, fundamentalmente, el sufragio universal masculino.
La carta también proclamaba que los trabajadores británicos eran hombres libres y, como tal, tenían derecho a tomar parte activa en la política. Así, el sufragio sería el contrapeso necesario frente a la opresión que practicaban las clases más acaudaladas y poderosas.
El sufragio universal masculino era una herramienta clave en la participación política, pero la carta también abogaba por unas elecciones parlamentarias anuales. Asimismo, los diputados, en pago a su labor política y sus servicios al país, debían percibir un salario justo a cargo del erario público.
El final del cartismo
El líder cartista O’ Connor apelaba a los oprimidos, animándolos a tomar parte en protestas cada vez más activas y violentas. El 10 de abril de 1848 se esperaba una importante manifestación y, el gobierno, decidió emplear al ejército y a la policía para reprimir las protestas populares.
O’ Connor y los cartistas más radicales sucumbieron a la represión. Por otra parte, en el plano político, O’Connor quería trasladar al parlamento una gran solicitud política de 5 millones de firmas. Sin embargo, la petición de O’ Connor reunió muchas menos de las firmas esperadas.
No obstante, el cartismo no significó un fracaso absoluto. Entre sus conquistas se encuentran la jornada laboral de diez horas en las fábricas, así como también supuso una primera experiencia de la clase obrera con la política e impulsó a los trabajadores por luchar por su representación en el parlamento.