Los efectos ocasionados por la crisis generada por el Coronavirus podrían tener un gran impacto en los hábitos sociales de la población. En este sentido, un impacto que podría tener importantes efectos en la concentración de personas en grandes núcleos urbanos.
En las últimas semanas hemos sido testigos de un fenómeno sin precedentes que ha puesto el mundo patas arriba. Un fenómeno que pasará a la historia como uno de los mayores desastres naturales que se han sucedido en el planeta, producto de una pandemia que no ha dejado a nadie indiferente. Una situación que ha acabado con todos los paradigmas que nos preceden, impulsando debates que nunca antes en la historia se habían dado.
Y es que hablamos de una situación que, ante lo acontecido, deja muchas incógnitas en el horizonte, a la espera de que estas sean resueltas, así como cuantificadas. Incógnitas entre las que podemos incluir, como hablábamos en artículos pasados, la de cómo evolucionarán los hábitos y patrones de comportamiento en las distintas sociedades que integra el planeta.
Mucho se está hablando sobre cómo evolucionará la sociedad tras la pandemia. Las forzosas medidas de distanciamiento social que han ido aplicando los países han generado el pánico en una sociedad que se vio en la obligación de confinarse para así contener los efectos de un virus caracterizado por una elevada tasa de contagio. Ante las medidas aplicadas, la amenaza que suponía el virus ha alarmado a una sociedad que, pese a ir recuperando gradualmente la normalidad, se sigue mostrando preocupada e incómoda, por la presencia de un virus que, en muchos lugares del globo terráqueo y a la luz de los datos, ha resultado ser tan contagioso como letal.
Precisamente esa dicotomía a la que tuvieron que enfrentarse muchos gobiernos, además de hacerlo en un tiempo récord, obligó a los distintos gobernantes, ante la incapacidad de contener el virus con otras medidas menos dañinas para el país, a cerrar todos las fronteras y cercenar la actividad; cerrando con ello toda la economía, incluyendo el comercio, así como los movimientos migratorios derivados del turismo.
Algo que, como hemos visto, ha provocado la reclusión de una población que, ante lo ocurrido, se vio en la obligación de echar la persiana hasta nuevo aviso. Provocando, eso sí, un claro shock de oferta negativo que ha dejado la economía, de acuerdo con las proyecciones emitidas desde los distintos organismos internacionales, gravemente deteriorada.
Así, una coyuntura de la que, en resumen, resulta bastante complejo el extraer conclusiones futuras. Como se ha afirmado desde distintas fuentes, en muchos casos es imposible saber cómo va a actuar la población ante una crisis como tal, en la que no existen precedentes. Sin embargo, si hay algo que conocemos o al menos podemos aproximar, con la observación sociológica de la sociedad en estos momentos en los que la pandemia comienza a disiparse y la economía a reactivarse, es el comportamiento que tendrá dicha sociedad cuando todo esto pase. Un comportamiento del que podemos destacar esa extremada cautela de una población que, ante el temor y el miedo a contagiarse, prefiere mostrar precaución, así como evitar todo contacto directo con terceras personas.
La urbanización: ¿un fenómeno inevitable?
Con el auge de la globalización, muchos han sido los efectos que se han ido derivando de esta, así como otros muchos que se han ido dando y ya están muy presentes en el planeta. Efectos entre los que destaca, como puede observarse, el fenómeno de la urbanización; fenómeno que destaca sobre el resto, valga la redundancia.
Ante una polarización de los crecimientos y el propio desarrollo, así como un incremento masivo de la concentración de capital en determinados distritos urbanos, la sociedad ha decidido mudarse a las grandes ciudades; donde la calidad de vida, así como el acceso a determinados servicios e infraestructuras es, a diferencia de otros muchos destinos rurales, posible.
Así, el auge de la centralización y urbanización en las ciudades provoca que, cada vez, sean más las personas que deciden irse a las grandes ciudades a vivir, dejando las áreas urbanas para aquellos ancianos que, por su situación, no precisan un empleo, así como una serie de oportunidades que, a diferencia de las ciudades, no se encuentran en dichas localizaciones rurales.
Una situación que, como todo, tiene tanto efectos positivos, como negativos, en la sociedad. En relación con lo mencionado anteriormente, el auge de los núcleos urbanos llevó a que en el año 2016, más de una quinta parte de la humanidad ya vivía en ciudades de 1 millón de habitantes o más. En este sentido, las 300 áreas metropolitanas más grandes del mundo, en estos momentos, generan más de la mitad del producto interior bruto (PIB) mundial, así como dos tercios de la contribución directa al crecimiento de dicho PIB. Sin embargo, debiendo tener en cuenta que, entre esos efectos negativos mencionados, se encuentra la despoblación rural y la falta de recursos para aquellos ciudadanos que allí residen.
En esta línea, muchos han sido los políticos que han tratado de incentivar la urbanización de núcleos rurales, así como paralizar esa despoblación rural que estaban sufriendo muchos países. Los elevados niveles de desempleo, así como la convulsa situación económica que atraviesa y atravesaba el planeta, han acabado generando que cada vez sean más las personas que, como decíamos, huyen a las ciudades en busca de una oportunidad de futuro.
Todo ello, provocando esa aglomeración de personas que, como se puede observar, inundan las calles cada mañana, los servicios de transporte público, las plantas de oficinas, entre otra serie de infraestructuras. Una situación que, pese a ser intuitiva, ha tenido efectos muy negativos en esos núcleos rurales que cada vez cuentan con menos recursos e infraestructuras para abastecerse, ante la escasa densidad de población en el territorio.
Sin embargo, la pandemia que ha sacudido al planeta estos meses atrás, si atendemos a su naturaleza, podría provocar grandes cambios en estos hábitos sociales que, como decíamos al inicio, a priori ni se contemplaban. Y es que, muchas son las situaciones que, ante dicha pandemia, la sociedad desea evitar cuando la crisis sanitaria se disipe. Entre esas cosas, la aglomeración de personas que, precisamente en la ciudades, acentúa los efectos, así como los contagios provocados por dicho virus. También, otras situaciones que, atendiendo a las medidas de distanciamiento social aplicadas por los distintos gobiernos, no son recomendables por los expertos sanitarios.
En adición, si a esto le sumamos situaciones que, como el teletrabajo, han irrumpido con gran fuerza en la sociedad, permitiendo que los empleados puedan trabajar a distancia sin esa imperativa necesidad de estar presente en el espacio de trabajo; así como otro tipo de situaciones entre las que destaca el auge del comercio online y la compra a domicilio, el escenario futuro, teniendo todos estos factores mencionados en cuenta, podría sufrir grandes modificaciones que, cambien por completo estos hábitos, así como el propio funcionamiento que, hasta ahora, ha estado mostrando la economía.
La «desurbanización» como posible respuesta al Coronavirus
Como íbamos comentando, la situación generada por el virus ha acelerado un proceso de digitalización que, hasta el momento, se mostraba prácticamente paralizado. Muchas son las empresas que se han ido sumando al teletrabajo, así como aquellas que prevén hacerlo en los próximos meses. Además, de acuerdo con los estudios realizados —mostrando cada uno de ellos un dato similar, pero distinto—, un teletrabajo que, pese a que la pandemia se haya disipado por completo, incluso sin rastro de nuevos contagios, prevé quedarse de forma permanente; y es que, pese a la disipación de la pandemia, la cautela que comentábamos, debiéndose sumar la problemática que presentan muchas ciudades en el planeta, ha hecho de estos nuevos formatos una opción viable.
Ante esto, esta masificación a la que hacemos mención y recogemos en el artículo, en esta “nueva normalidad”, podría desaparecer de esos grandes núcleos urbanos. En este sentido, el no contar con esa necesidad de acudir al trabajo de forma presencial, así como la posibilidad de hacerlo evitando esos riesgos de contagio de forma permanente —incluso ante posibles recaída—, podría tener un efecto positivo para esos núcleos rurales que, por el momento, seguían viendo como su población se empequeñecía ante la fuga de gran parte de su población a núcleos urbanos que, como Nueva York, Londres o Madrid, ofrecían un mayor atractivo, así como la capacidad de poder encontrar grandes oportunidades profesionales que, como decíamos, no estaban disponibles en estas áreas rurales.
En este sentido, si atendemos a aquellas situaciones que estaban provocando, tal y como muestran los datos que ofrece el Banco Mundial, la fuga poblacional de los núcleos rurales a los núcleos urbanos, podemos ver como precisamente son circunstancias que, ante la nueva normalidad, podrían precisamente resolverse sin la necesidad de salir de dicha área geográfica. Así, la educación a distancia, el teletrabajo, la compra online, entre otra serie de factores, han impulsado la presencia de oportunidades en zonas geográficas que en la normalidad previa al Coronavirus no estaban disponibles. Una situación que, contando con el temor que, ya de por sí, presenta la población ante las aglomeraciones que suelen darse en estos grandes núcleos urbanos, no existen motivos para despoblar estas zonas rurales.
Además, muchos de los efectos que estaban ocasionando la despoblación rural, como pueden ser los provocados por la escasa especialización de sus ciudadanos, así como su elevada dependencia de determinados sectores que, como la agricultura, se mostraban como la única vía de oportunidades en el territorio, ante esta nueva normalidad, podrían revertirse. Provocando, de este modo, que con el teletrabajo, así como esa capacidad de adaptación que ofrece la digitalización, esa elevada dependencia que, a priori, se mostraba, ahora se encuentre diversificada.
En resumen, suele decirse que cuando una puerta se cierra, una ventana se abre. El Coronavirus podría ser esa ventana para aquellos espacios rurales que, años atrás, han sufrido masivas salidas de personas que, en busca de oportunidades, emigraban a las ciudades. Personas que, ante la situación, podrían volver a estos núcleos rurales, además de hacerlo en condiciones que, en adición, tendrían efectos positivos en la propia economía del territorio. Efectos que, de forma directa e indirecta, podrían acabar generando externalidades positivas en elementos que, como la desigualdad y la falta de recursos, habían estado lastrando las distintas economías rurales a lo largo y ancho del planeta.
Charito Porras - Perú dice
Hola, excelente artículo, que me da una visiòn para un artículo que estoy preparando para poblaciones vulnerables en tiempos de coronavirus. Explicación responsable, bajo un enfoque social y positivo, algo que nos falta mucho hoy en día en donde todas las noticias nos hablan de caidas. Muchas gracias.
Francisco Coll Morales dice
Muchas gracias Charito.
Como autor, agradezco mucho tus palabras.
Un abrazo de parte del equipo de Economipedia 🙂
Rossabell dice
Lindo artículo y amplía mis conocimientos me encantan leerlos