Hace unos años todo el mundo adoraba Brasil, era la darling de los mercados y la mayor economía de Latinoamérica, todos querían invertir en ella. Lo tenía todo, crecimiento económico espectacular, 200 millones de habitantes, bajo desempleo, el Real apreciándose, el tipo de interés (SELIC) bajando, inflación (IPCA) controlada, superávit comercial y fiscal, estabilidad política, el IBOVESPA surcando los cielos, Mundial de Fútbol y Olimpiadas. Nada podía torcerse.
En cuatro años el mundo y Brasil han cambiado. Lejos queda ya cuando el banco central de Brasil bajaba los tipos de interés para seguir estimulando la economía (y alimentando la burbuja). En 2013, se vio forzado a subir el tipo de interés del 7,25% al 7.5% y no ha dejado de subirlo desde entonces, elevándolo por última vez el pasado Julio hasta el 14,25% (En Europa el tipo de interés del BCE es 0.05%). El principal motivo detrás de la subida no es el crecimiento económico sino que la inflación se está descontrolando. El objetivo de inflación del gobierno es del 4.5% con una banda de flexibilidad del 2%. Hoy, el IPC armonizado de Brasil está en el 9.53%, niveles no vistos desde el 2003.
El desempleo sigue bajo pero el crecimiento económico se ha estancado, en el segundo trimestre Brasil afianzó la recesión con un decrecimiento del PIB del -1,9%. Muy lejos del +7.5% del 2010. La semana pasada la agencia de rating S&P rebajó la nota de la deuda de Brasil hasta BB+, lo que se conoce popularmente como bono basura, afectando en bolsa a empresas españolas como Banco Santander y Telefónica, que tienen un 19% y un 30% de su negocio en Brasil, respectivamente. Además, la agencia S&P pronosticó que la contracción del PIB brasileño será más “profunda y prolongada” de lo esperado, rebajando las estimaciones hasta el -2,5% para este año, el -0,5% en 2016 y una ligera vuelta al crecimiento en 2017. Si otra agencia de rating degradara también la nota de la deuda brasileña a bonos basura muchos inversores se verían forzados a vender sus bonos brasileños con las consecuencias negativas para Brasil que eso supondría, como el aumento de interés para financiarse, entre otras cosas.
Los superávits por cuenta corriente se han convertido en déficits. El Gobierno de Brasil ha anunciado recientemente un plan para recortar gastos y realizar aumentos impositivos por un total de 65.000 millones de reales (unos 15.000 millones de euros), como parte de su plan para cerrar el déficit presupuestario.
Las exportaciones se han estancado y el precio de las materias primas continúa cayendo, debido principalmente al parón chino y a la fortaleza del dólar, lo que afecta negativamente a Brasil por ser un exportador neto de materias primas.
Parece ser que el gobierno de Dilma Rouseff ha desaprovechado la oportunidad de implementar las reformas/inversiones estructurales que necesitaba el país para continuar creciendo. De hecho, se ha dedicado a implementar medidas poco ortodoxas para parchear la economía. No se han aprovechado las vacas gordas y parece que vuelven las flacas. La sociedad está muy descontenta y en las últimas semanas salió a la calle para protestar sorprendiendo al establishment político.
El Real brasileño se ha devaluado un 30% con respecto a la moneda única europea en el último año y casi un 40% contra el dólar estadounidense. La bolsa brasileña ha caído en el último año un 20% en moneda local y cerca del 45% si se tiene en cuenta el efecto forex de la caída del Real Brasileño frente al Euro. Una caída bastante significativa. El IBOVESPA está en el mismo nivel que hace 6 años.
La historia vuelve a repetirse, podríamos incluso hablar de burbuja económica en los activos de Brasil. Invertir en activos de moda y que no se entienden completamente suele acabar muy mal. Ahora que ya ha explotado, lo que toca es realizar medidas estructurales y pensar en el largo plazo, para recuperar la senda de crecimiento y recuperar la confianza de los mercados financieros.