Brasil afianza la recesión
La recesión parece confirmarse en 2015, cuando el pasado viernes 24 de julio se conocía el dato que todos temíamos desde hace tiempo. Brasil entraba en recesión técnica con el PIB cayendo un 1,9% en el segundo trimestre.
Una recesión brasileña no debe tomarse a la ligera. La economía brasileña representa cerca del 40% del PIB de Latinoamérica y un 2% del mundial. El país latinoamericano durante los últimos tiempos se ha lanzado a unas políticas expansivas de demanda que le han supuesto un importante cuello de botella. La caída de las materias primas (véase ¿Por qué están bajando las materias primas?) y la decisión equivocada de financiar inversiones ruinosas a muy largo plazo con ingresos en dólares a muy corto han llevado a desequilibrios muy similares a los que sufrió la economía española con la burbuja inmobiliaria.
El país registró una contracción de la actividad en el primer trimestre de este año; las perspectivas para los próximos trimestres no son alentadoras, ya que el entorno económico interno y externo es desfavorable para el crecimiento. Analicemos paso a paso las dos vertientes de la economía brasileña:
– En el plano interno, el consumo de los hogares, el principal motor de crecimiento, es probable que siga reduciéndose debido al efecto de las altas tasas de interés de los préstamos y la caída del salario real causado por el repunte de la inflación. Por su parte, la inversión probablemente se reducirá aún más, debido a la reducción de cerca del 40% en el programa – 2015 a 2019 – de inversión para el gigante de petróleo y gas de Petrobras y las repercusiones en empresas de sectores relacionados, como por ejemplo, sectores como el militar y la construcción naval-civil. Esto se suma a un coste social materializado en términos de empleo. La industria seguirá acusada por el déficit en infraestructura y mano de obra calificada, lo que resulta en un aumento más rápido de los costes en detrimento de la productividad.
– Externamente, el comercio exterior sigue viéndose afectado negativamente por la caída de los precios de las materias primas, especialmente el mineral de hierro, y por la caída de la demanda china. Las exportaciones agrícolas, por el contrario, probablemente crecerán, al menos en términos de volumen, debido al aumento en las semillas oleaginosas, cereales y cultivos de leguminosas (incluida la soja). La depreciación del real frente al dólar debería mejorar la competitividad de las exportaciones, pero la depreciación simultánea de otras monedas de la región está reduciendo la ventaja competitiva de similares productos de exportación brasileños.
Una recesión brasileña no debe tomarse a la ligera.
La economía brasileña representa cerca del 40% del PIB
de Latinoamérica y un 2% del mundial
Una política de austeridad con el fin de mantener la credibilidad debe ser instaurada en una economía que debe reequilibrar las finanzas públicas con el fin de restaurar la confianza de los inversores y evitar una posible rebaja de la soberana del país (véase agencias de rating) sigue siendo una de las prioridades del gobierno. También ha anunciado medidas de ajuste adicionales, tales como aumento de algunos impuestos –política fiscal expansiva– y la venta de activos. La política monetaria está siendo utilizado para combatir las presiones inflacionarias que, por cierto, con bastante poca efectividad.
Se puede apreciar cierta mejora en la balanza por cuenta corriente gracias a la caída de las importaciones, es decir, por el superávit comercial. Gracias al debilitamiento de la moneda brasileña combinada con la desaceleración de la inversión y el consumo. La balanza de servicios e ingresos (turismo, dividendos, intereses) se mantiene en números rojos. El déficit por cuenta corriente se debe en parte financiado por la inversión extranjera directa (en torno al 2,6% del PIB, excluyendo la reinversión) y la deuda pública.
La administración de Dilma Rousseff se ha debilitado políticamente y está luchando para cumplir su objetivo de romper con cuatro años de crecimiento mediocre. El gobierno está tratando de reactivar la economía, en particular, a través de un plan de concesiones (carreteras, aeropuertos, líneas de ferrocarril…). No obstante, el asunto de Petrobras puede tener repercusiones negativas en la inversión interna (la compañía ya ha reducido su plan de inversión de cinco años en casi un 40%, como comentábamos anteriormente).