La victoria de Donald Trump el pasado año en la presidencia de Estados Unidos está marcando la agenda internacional por todas las decisiones que ha ido tomando desde que asumiera la presidencia en enero de este año. ¿Qué consecuencias tendrá en la economía mundial?
Estas decisiones, unida a una sobre exposición mediática, han supuesto que en el exterior no comprendan de forma clara el origen de la victoria de Donald Trump, derivada por su claro discurso en favor de las clases medias, la producción nacional y la protección del comercio e industria nacional frente a la libertad y movilidad de capitales; de ahí que pocos creyeran en su victoria. Hay que mirar hacia el interior de Estados Unidos en el que una gran parte de la población de clase media se ha visto desplazada por la crisis económica, sintiéndose en peores condiciones y calidad de vida que hace unos años y achacando fundamentalmente este hecho a las deslocalizaciones de empresas americanas hacia otros países y la entrada masiva de inmigrantes.
Sin embargo, la determinación de Trump con la economía americana es clara, supone una enmienda a la totalidad del libre comercio y la globalización, idea defendida desde siempre por las sucesivas administraciones americanas; y puede suponer también un antes y un después en lo que a relaciones económicas internacionales e integración global se refiere.
La duda está ahora en el camino que tomará la economía internacional una vez que EE.UU ha decidido bajarse del autobús de la liberalización, de la que ha sido abanderado hasta hora, y tomar un camino muy distinto como es el proteccionismo. Una de las primeras decisiones, el abandono del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte – NAFTA en inglés- ) supondrá una caída en la producción de los 3 países que lo conforman (México, EE.UU. y Canadá), siempre más afectados aquellos países que compiten en costes, como México, así como una reducción de las exportaciones al exterior.
Además, las imposiciones y avisos a empresas americanas para que no se deslocalicen y permanezcan su sede y producción en EE.UU. puede suponer un revulsivo al empleo y la producción en el corto plazo, pero nada hará frenar una falta de competitividad fruto del incremento de los costes, lo que derivará en una menor exportación.
Tanto la anulación de los tratados de libre comercio como la protección de la industria nacional, podría ocasionar un efecto dominó por otras fuertes economías que supondría un retroceso del comercio global por primera vez desde la II Guerra Mundial, situación poco probable si tenemos en cuenta que países emergentes y en desarrollo como China, India, Rusia y la propia Europa necesitan del resto para seguir mejorando sus exportaciones.
Estas decisiones de carácter comercial e industrial podrían alterar la cotización de las divisas de países emergentes, como se ha visto en estos meses, así como los tipos de cambio y tipos de interés, fruto de una menor importación por parte de Estados Unidos de terceros países. La reducción del volumen de dólares en el planeta, acostumbrado a estar irrigados con esta divisa, dificultaría en buena medida a los países endeudados en esta divisa (la mayoría) a hacer frente a sus pasivos, incrementando nuevamente los desequilibrios e inestabilidades que muchos países vieron durante la década de los 80 y 90, con crisis de deuda y suspensión de pagos.
Sin embargo, atendiendo al programa de Donald Trump de un plan de inversión pública en infraestructuras, así como un incremento en el gasto militar, es muy posible que la emisión de deuda pública esté garantizada, devaluando la moneda y mejorando la perspectivas de aquellos países endeudados en dólares, mientras que otros países, los que acumulan grandes reservas de dólares, como China, se vieran afectados.
En cuanto a la restricción a la inmigración, es realmente difícil que Estados Unidos cierre unilateralmente sus fronteras e impidan el acceso a otros trabajadores del exterior, ya que desde inicios su filosofía ha sido atraer el talento exterior sin importar su procedencia, por lo que estos impedimentos podría impulsar otros polos de creación y tecnológicos en otras macroregiones industriales. No obstante, existe el asunto mexicano, tema que debiera abarcarse no solo desde la perspectiva económica sino, también, desde la ética. La negativa a aceptar más inmigrantes mexicanos y a expulsar a aquellos que se encuentren de forma ilegal en el país, circunstancia poco creíble si tenemos en cuenta que la inmigración y la mexicana fundamentalmente ha sido un motor que ha impulsado la economía de Estados Unidos vía empleo y en los que, a pesar de no contar con la green card, permiten su empleabilidad por ser necesarios para la economía, sobre todo en estados potencias como California, Nueva York, Texas, Florida y la Costa Oeste.
Además, México es receptor de grandes exportaciones de Estados Unidos, fundamentalente bienes de equipo, tecnología y bienes de capital que ellos no son capaces de producir, por lo que supondría una bajada importante del comercio con México y el corte de dar salida a bienes de alto valor productivo.
Conclusiones
¿Es entonces factible que Estados Unidos se cierre en banda y comience a mirarse únicamente hacia dentro dejando la batuta de la globalización? Claro que no.
Las decisiones de Donald Trump van encaminadas a paliar los sentimientos de un sector de la población que ve como ha quedado rezagada con respecto a tiempos pretéritos y otras zonas del mundo, aquejado de depresión y falta de oportunidades en el país de los sueños.
Sin embargo, una economía que está caracterizada por la apertura y las interrelaciones con el resto del mundo, que ha sido el abanderado de las grandes liberalizaciones y acuerdos comerciales globales no puede cerrarse ahora en un mundo cada vez más integrado.
Los empresarios y lobbies americanos jamás dejarán que se impongan restricciones que en buena medida les puede explotar como un efecto boomerang, y donde la autarquía no es un medio de vida de ningún país, sino de subsistencia, y no está aplicado para países como EE.UU.
Es posible que estas medidas descritas anteriormente puedan tener su incidencia en el corto plazo, fruto de un revulsivo natural, pero en ningún caso son consistentes en el tiempo. Además, es posible que mientras EE.UU. se cierra en sí mismo, otras regiones recojan el guante y decidan perfilarse como potencias comerciales, lo que no sólo dificultaría sino que habría sido contraproducente aquello de “Make America Great Again”.