Venezuela sigue partida en dos mitades. Los que apoyan a Juan Guaidó y los que apoyan a Nicolás Maduro. Al mismo tiempo, las potencias internacionales tratan de posicionarse y ver que decisión toman al respecto. Entre la búsqueda incesante de soluciones y un conflicto que parece alargarse demasiado, la economía sigue sumida en el caos.
Cómo ya indicamos en un análisis extenso sobre la economía venezolana, nos encontramos ante una situación sin precedentes. Sin embargo, cabe esperar que la situación se mantenga a menos que la solución política y social —que es la más importante— tome un rumbo definido.
Hasta entonces, la economía de Venezuela seguirá deambulando y ofreciéndonos datos como el que analizamos hoy. Datos, por cierto, que se están intentando revertir con políticas monetarias que parecen tener poco éxito.
Billetes-servilleta y limosnas por transferencia
La situación actual del mercado monetario en Venezuela es tan dramática que ha alcanzado extremos que hasta hace pocos años eran inimaginables en un país occidental del siglo XXI. En el año 2016, por ejemplo, el Wall Street Journal publicó un artículo en el que señalaba que el precio de una fotocopia a color en Caracas (100 bolívares) era equivalente al billete de mayor denominación. Llegando, en esta misma línea, al extremo de que los demás eran más valiosos como papel impreso que por su valor nominal. El mismo periódico también publicaba una foto en la que aparecía un venezolano envolviendo una empanada con un billete de 2 bolívares, de menor valor que una servilleta.
El propio Estado tampoco se ha visto exento de problemas en este sentido. Si la hiperinflación acabó generando profundas distorsiones en la economía del sector privado, el público también ha sufrido en gran medida las consecuencias de una demanda creciente de efectivo.
El Banco Central de Venezuela ha tenido problemas para afrontar los costes de impresión de billetes
De hecho, la situación ha llegado a ser tan crítica para el propio Banco Central de Venezuela que en 2017 comenzó a tener problemas para hacer frente a los costes de la emisión de billetes. Ya que la mayoría se fabricaban en Estados Unidos ante la escasa capacidad de producción local. Es así como las autoridades monetarias se vieron obligadas a pagar el equivalente a unos 20 céntimos de euro por cada billete. Esto, aun cuando la mayor parte de ellos tenía un valor nominal inferior a esa cifra. En otras palabras, no tenían dinero ni siquiera para imprimir dinero.
No tenían dinero ni siquiera para imprimir dinero.
La escasez de efectivo llegó a ser tan acusada que los venezolanos se han visto obligados a recurrir a toda clase de ocurrencias para sobrevivir en su vida cotidiana. Una de las primeras fue la aparición de intermediarios que consiguen hacerse con una gran cantidad de billetes y los revenden con comisiones de hasta el 500%, aprovechando la necesidad de la población para tener un medio con el que pagar sus necesidades básicas. Al mismo tiempo, y como suele ocurrir en todas las situaciones de caos monetario, el trueque parece haber vuelto con más fuerza que nunca y ya no es inusual encontrarlo en todo tipo de transacciones económicas.
Por último, algunos han recurrido a los pocos medios de pago electrónico que existen en el país. Hasta el punto de que muchos venezolanos que acuden a la iglesia abonan sus limosnas por transferencia bancaria.
Gracias a la revolución