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Federico Caballero Byn

Federico J. Caballero Ferrari

Redactor en Economipedia. Economista y profesional del sector financiero. Graduado en Economía en la Universidad Autónoma de Madrid y UNED, MBA en la Universidad Rey Juan Carlos y estudios de posgrado en las universidades de Harvard (USA), Maastricht y Utrecht (Países Bajos). Con experiencia en banca privada y de inversión, Federico se dedica actualmente a la transformación tecnológica del mundo financiero.

Artículos publicados por Federico J. Caballero Ferrari en Economipedia

Gastos de inversión: Qué son y cómo diferenciarlos

¿Qué es un gasto de inversión?

Se considera gasto de inversión cualquier desembolso dirigido a adquirir un activo que genere rentabilidad a largo plazo. Puede aplicarse tanto a empresas como a particulares y organismos públicos.

Gastos de inversión: Explicación sencilla

Son gastos que van dirigidos a la adquisición de un activo. Es decir, que no cuentan como pérdidas, sino que reportan a cambio un título de propiedad. Además, se trata de activos habitualmente pensados para mantener a largo plazo.

Para entender mejor el concepto, veamos un ejemplo. Supongamos que una empresa de coworking tiene en propiedad 50 oficinas y una plantilla de 10 empleados. Para el próximo año, sus directivos planean expandir el negocio, y para ello preparan un presupuesto de gastos.

La propia actividad de la empresa exige algunos gastos corrientes, como el mantenimiento y los suministros (luz, agua, etc.) de las 50 oficinas. También se requiere el pago del salario de los empleados. Sin embargo, ninguno de estos gastos puede considerarse una inversión porque no se ha comprado ningún activo.

Por el contrario, la empresa piensa adquirir una nueva oficina, que pagará con fondos propios, para explotarla como espacio de coworking. En este caso, el desembolso para comprar este espacio sería un gasto de inversión.

Cuando compras un inmueble es común tener gastos asociados a esta inversión, como impuestos o gastos de notaría, pero estos no son gastos de inversión, simplemente son gastos asociados a una inversión, pero no gastos de inversión.

¿Cómo diferenciar un gasto de inversión?

Al adquirir una oficina, la empresa se hace un título de propiedad cuyo valor pasa directamente al balance, en forma de activo

Tenemos principalmente dos criterios que no son excluyentes entre sí, sino complementarios. El primero de ellos es el impacto en el balance.

Para comprender este criterio, es necesario entender lo que ocurre con los gastos corrientes. Como hemos comentado, una empresa necesita pagar el salario de sus empleados para poder funcionar. Sin embargo, este tipo de desembolsos no tiene ninguna contrapartida en el activo de la compañía.

En otras palabras, al pagar un salario, la empresa pierde una parte de su activo corriente: el dinero correspondiente al coste laboral. Pero a cambio de ello, no obtiene ningún activo que pueda incluir en su balance, que luego pueda utilizar o revender.

Por el contrario, al adquirir una oficina, la empresa se hace un título de propiedad cuyo valor pasa directamente al balance, en forma de activo. En este sentido, podríamos decir que se trataría simplemente de un intercambio de activos, donde la empresa entrega parte de su activo corriente (dinero) a cambio de incrementar su activo fijo (la oficina).

El segundo criterio es la rentabilidad. Esto no significa que los empresarios, al pagar un salario, no estén buscando obtenerla. Pero es cierto que, en muchos casos, el producto directo del trabajo de un empleado es difícil de estimar, y más aún de sacarle una rentabilidad directa.

Sin embargo, en un gasto de inversión esto sí es posible. Una oficina puede alquilarse, lo que va a generar recursos para el propietario. También puede revenderse, lo que permite sacar algo por esa transacción, aunque sea por un precio menor al de adquisición.

Por lo tanto, podríamos resumir el segundo criterio como gastos dirigidos a adquirir bienes que permiten obtener una rentabilidad directa de ellos, aunque en la práctica puedan generar pérdidas.

Tipos de gastos de inversión

Los activos financieros que se mantengan a largo plazo podrían considerarse gastos de inversión

Partiendo de los dos criterios que hemos explicado, podemos entender ahora qué clase de bienes están sujetos a gastos de inversión.

En general, todo bien que pueda ser adquirido a través de un título de propiedad y mantenido a largo plazo podría ser considerado un gasto de inversión.

El ejemplo más claro son los bienes inmuebles, como viviendas y espacios de trabajo. En el caso de empresas privadas y administraciones públicas, también podríamos contar con infraestructuras de todo tipo. Esto incluye obras de diversa índole, desde instalaciones deportivas hasta carreteras, pasando por escuelas y hospitales.

También podríamos incluir otros bienes de consumo duradero, como los automóviles, los equipos informáticos o la maquinaria. En el caso de particulares, incluso, entrarían los electrodomésticos y el mobiliario.

Por su parte, los activos financieros que se mantengan a largo plazo también podrían considerarse gastos de inversión. Aquí entrarían, por ejemplo, los préstamos a más de 5 años y las acciones de una empresa.

No entrarían algunos activos más líquidos, como el dinero en efectivo o los depósitos a corto plazo. Lo mismo puede decirse de bienes de baja durabilidad o que estén dirigidos al consumo personal, como los alimentos.

¿Puede un gasto de inversión dejar de serlo?

A efectos prácticos, las malas inversiones no se distinguen mucho de un gasto corriente

Hasta ahora, hemos ofrecido dos criterios para diferenciar los gastos de inversión de los corrientes. Sin embargo, en la práctica esta distinción puede tener sus limitaciones, dependiendo de las circunstancias.

Por ejemplo, como hemos explicado, comprar un coche podría ser considerado un gasto de inversión. Sin embargo, si vivimos en un país donde el valor de los coches de segunda mano es sensiblemente más bajo que el de los nuevos, y dejamos nuestro vehículo en el garaje, nuestra inversión tendrá una rentabilidad negativa.

Es más, si compráramos un vehículo en tan malas condiciones que ni siquiera puede circular ni repararse, habremos adquirido su título de propiedad, pero su valor real sería casi nulo. Eso significa que no sacaríamos ninguna rentabilidad de él, y si quisiéramos revenderlo, recibiríamos muy poco dinero a cambio.

En rigor, debemos decir que, incluso en estos casos, no se pierde la condición de gastos de inversión. Pueden ir dirigidos hacia muy malas inversiones, que incluso generen pérdidas al propietario, pero mientras haya un título de propiedad susceptible de ser mantenido y negociado a largo plazo, su condición no cambia.

Lo que ocurre en estos casos es que, debido a la baja rentabilidad potencial, a efectos prácticos estas malas inversiones no se distinguen mucho de un gasto corriente. Ambas suponen un desembolso de dinero, sin una contrapartida directa que lo compense.

De hecho, puede que un gasto corriente bien dirigido pueda ser más rentable, aún indirectamente, que un mal gasto de inversión. Es lo que ocurriría, por ejemplo, si una academia de idiomas contrata a un profesor por 20 USD la hora, que multiplica la cantidad de alumnos, a cada cual se le cobran 30 USD / hora.

En ese caso, habría una rentabilidad indirecta de dicha actividad, que sería muy positiva para la compañía. Por el contrario, si esa misma empresa compra unas oficinas nuevas por 150.000 USD, no llega a utilizarlas y las revende por 100.000 USD, habrá hecho una inversión menos rentable que pagar el salario de su nuevo profesor.

Los gastos de inversión en las finanzas personales

Suele ser recomendable mantener una parte del ahorro en la forma más líquida posible

Por este motivo, es importante tener en cuenta que no todo gasto de inversión es mejor que un gasto corriente por el mero hecho de serlo. Debemos analizar la inversión, su rentabilidad esperada y si tiene algún valor de reventa, en el caso de que queramos convertirla en liquidez en el futuro. También tenemos que considerar los beneficios no cuantificables, como por ejemplo el uso de un coche para ocio.

Una vez hecho este análisis, es importante asignar un lugar a estos gastos en nuestras finanzas personales. Si nuestro objetivo es ahorrar en bienes a largo plazo, como una segunda vivienda, debemos estimar cuánto podemos destinar a ese fin todos los meses. Este punto es esencial, ya que la cantidad que le asignemos no puede comprometer los gastos corrientes de primera necesidad.

Además, también suele ser recomendable mantener una parte del ahorro en la forma más líquida posible. Podemos hacerlo a través de dinero en efectivo, saldos en cuentas corrientes o depósitos a corto plazo, con posibilidad de rescate inmediato. De esta manera, tendríamos más margen para hacer frente a imprevistos y una mayor sensación de seguridad financiera.

En resumen, esto implica que nuestros gastos de inversión no deberían comprometer toda nuestra capacidad de ahorro. Se trata, más bien, de encontrar un equilibrio entre gastos de inversión, gastos corrientes y ahorro líquido.

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Orden espontáneo: Qué es, cómo funciona y ejemplos

¿Qué es el orden espontáneo?

La teoría del orden espontáneo dice que la sociedad se organiza sola gracias a lo que las personas saben y a su habilidad para trabajar juntas, sin que haga falta que un organismo lo planee todo.

En economía, es un concepto muy ligado a la defensa de los mercados libres, especialmente por parte de la Escuela Austríaca.

¿Cómo funciona el orden espontáneo?

En otras palabras, podríamos definirlo como el orden que surge con base en la interacción humana, y que con el tiempo se va perfeccionando. Algunos mecanismos prácticos, como el de prueba y error, suelen ser fundamentales en este sentido.

De esta manera, se admite la capacidad del hombre para acumular un conocimiento colectivo a lo largo del tiempo, a veces inconscientemente, y así crear formas de relacionarse basándose en esa experiencia.

Para entender mejor el concepto, pensemos en un ejemplo que todos conocemos: los juegos infantiles. En muchas ocasiones, basta con dar a un grupo de niños un juguete o una pelota para que empiecen a jugar, sin tener siempre definidos los parámetros para hacerlo.

Por ello, es habitual que el modo de organizarse y las reglas del juego no sean algo definido de antemano por los adultos. Más bien al contrario, los mismos niños van definiendo estas cuestiones a través de su propia experiencia, a medida que juegan.

Se forma así un orden dinámico, que va evolucionando gracias a la interacción de quienes participan en él. Pero no solo es dinámico, sino también espontáneo, ya que ha surgido sin la necesidad de ninguna autoridad planificadora que determine las reglas del juego.

De hecho, deportes como el fútbol o el boxeo, surgieron de un modo similar. Aunque hoy estén sujetos a reglas definidas por organizaciones internacionales, en realidad estos organismos solo dieron uniformidad a unos parámetros que, con algunas variaciones, ya existían en el deporte popular desde muchos siglos atrás.

El orden espontáneo en la sociedad

El derecho consuetudinario sería un mecanismo similar al de la experiencia acumulada que va perfeccionando las reglas de un juego a lo largo del tiempo

Los defensores del concepto de orden espontáneo consideran que algunas realidades fundamentales para la sociedad nacieron de esta manera. Desde su punto de vista, una de ellas sería el lenguaje humano, que sería una construcción progresiva de los propios individuos para colaborar y entenderse mejor.

Otro ejemplo sería el derecho consuetudinario, es decir, las normas jurídicas basadas en las costumbres. Una fuente del derecho que, recordemos, tiene un gran peso en la tradición cultural anglosajona.

En este caso, el origen del derecho común anglosajón se encontraría en el siglo XI, a partir de la conquista normanda de Inglaterra. Ese cambio de régimen habría dado lugar a dos sistemas legales paralelos: uno para los nuevos dirigentes, con mayor influencia del derecho romano, y otro para los antiguos habitantes del país, basado en las viejas costumbres sajonas.

Este segundo sistema, a pesar de ser modificado por disposiciones de los reyes ingleses, habría sido en realidad un proceso evolutivo a lo largo de los siglos, gracias a la jurisprudencia. Para los defensores del orden espontáneo, este sería un mecanismo similar al de la experiencia acumulada que va perfeccionando las reglas de un juego a lo largo del tiempo, de forma análoga a los deportes que hemos comentado.

El orden espontáneo en economía

Todo el mundo suele entender que la producción del grupo se maximiza cuando cada uno se especializa en lo que mejor sabe hacer

La economía, por su parte, es uno de los campos donde los defensores del orden espontáneo ven más ejemplos de este concepto. Uno de ellos sería una realidad fundamental para el crecimiento económico: la división del trabajo.

Para entender su origen, pensemos en cualquier serie o película sobre un grupo de personas que deben sobrevivir en una isla desierta. Desde el primer momento, es evidente que cada uno tiene diferentes habilidades.

En este sentido, es posible que la persona más fuerte del grupo pueda cortar madera más rápido que las demás. Pero también podría ser demasiado torpe como para subir a los árboles a recoger cocos o para tejer redes de pesca. De la misma manera, quien sea muy buen cazador puede ser el peor del grupo a la hora de construir herramientas.

En general, todo el mundo suele entender que la producción del grupo se maximiza cuando cada uno se especializa en lo que mejor sabe hacer. En ocasiones, el reparto concreto de tareas puede estar sujeto a una autoridad, pero no se suele cuestionar la propia división del trabajo.

El origen del mercado, bajo esta óptica, también se encontraría aquí, siguiendo un proceso similar. La división del trabajo tiene como consecuencia natural que un trabajador se dedica a producir un bien o servicio en una cantidad superior a la que consume, generando así un excedente. La contraparte de esto, es que no produce nada de todo lo demás que necesita para sobrevivir, lo cual lo obliga a relacionarse con quienes sí lo hacen.

El mercado habría sido, de esta manera, una solución surgida de forma espontánea para intercambiar excedentes.

Un ejemplo: el dinero

La acuñación de moneda por parte de los primeros gobiernos habría sido solamente una regulación de una realidad preexistente

Otro de los grandes avances atribuidos al orden espontáneo es el dinero. Se trata de un tema no exento de controversia, ya que en los últimos siglos, la mayor parte del dinero se ha desarrollado bajo el control de una autoridad política. Pero lo cierto es que, por lo que sabemos, el origen del dinero habría sido muy anterior a los primeros estados.

El punto de partida del origen espontáneo del dinero serían los dos grandes avances que acabamos de explicar: la división del trabajo y del mercado. En pocas palabras, cada trabajador se dedica a producir excedentes de un bien o servicio. Luego, los intercambia por lo que él mismo no puede producir.

En este sentido, la forma de intercambio más asequible para todos sería el trueque. Sin embargo, este modelo presenta graves inconvenientes a la vista de todos, lo que habría incentivado a que las personas buscasen otras formas más eficientes.

El trueque presenta un problema de doble validación: no solo nos obliga a encontrar a alguien que produzca lo que queremos comprar, sino que además esa persona tiene que estar interesada en lo que podemos ofrecer. Como esto no siempre es posible, se hace necesario comprar algún bien que sea demandado por todos, para luego utilizarlo como medio de pago para comprar lo que necesitamos.

Así, la humanidad habría pasado por una gran cantidad de formas de dinero (sal, ganado, trigo, etc.), cada una de las cuales presentaba nuevos problemas. Después de un proceso de prueba y error de varios siglos, habría llegado al oro como forma preferente de dinero, dado que soluciona la mayor parte de los inconvenientes de sus predecesores.

La acuñación de moneda por parte de los primeros gobiernos no habría sido, entonces, una invención, sino una regulación de una realidad preexistente.

 Influencia del orden espontáneo en la teoría económica

El mayor defensor de este concepto fue Friedrich von Hayek, uno de los máximos exponentes de la Escuela Austríaca de Economía

En general, los defensores del orden espontáneo suelen ser reacios a la intervención de los gobiernos en la economía. Sus razones se basan en el hecho de la humanidad ha demostrado que puede alcanzar los mayores avances económicos sin planificación estatal. Por lo tanto, también puede hacerlo en nuestros días.

De esta manera, el intervencionismo del gobierno sería más bien un estorbo para la capacidad de innovación humana. Además, introduce el riesgo de crear incentivos falsos que puedan distorsionar el funcionamiento de realidades como el mercado, el trabajo especializado o el dinero.

En la teoría económica, quizás el mayor defensor de este concepto fue Friedrich von Hayek, uno de los máximos exponentes de la Escuela Austríaca de Economía. Desde un marco filosófico liberal, Hayek defendía los mercados libres de intervención e incluso la privatización del dinero.

Sin embargo, también podemos encontrar ideas similares en autores anteriores de la misma escuela económica, como Ludwig von Mises y Carl Menger. Para algunos autores, incluso hay un precedente en el concepto de mano invisible desarrollado por Adam Smith.

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Volatilidad implícita

En un contrato de opciones, la volatilidad implícita es la volatilidad del activo subyacente prevista a futuro, como parte del proceso de valoración. Se trata de un concepto muy utilizado en matemáticas financieras, concretamente en la valoración de derivados.

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Deuda consolidada

La deuda consolidada de una entidad o sector es la suma de todos los pasivos financieros con el resto de agentes económicos. No se tienen en cuenta, así, las deudas intrasectoriales o intragrupo.

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Proof of Stake (PoS)

La Prueba de Participación o PoS (del inglés Proof of Stake) es un protocolo de consenso utilizado en la tecnología blockchain. Su objetivo es validar transacciones y crear nuevos bloques.

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Política de dividendos

La política de dividendos de una empresa consiste en las decisiones tomadas sobre el reparto de beneficios entre sus accionistas, es un factor muy importante en su estrategia financiera.

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