Al margen de la inminente sustitución del presidente de la compañía, César Alierta, por José María Álvarez-Pallete, y del magnífico reto al que este directivo se enfrenta en sus nuevas funciones, se encuentra el del futuro de Telefónica, que pasa por la total digitalización de su negocio, el frente internacional del grupo y el crecimiento exponencial de su más estrecha competencia.
Se podría afirmar que el segundo nombre de Telefónica se titula Online Telco, que es la denominación con la que se conoce en el sector la conversión de un negocio a un entorno completamente interactivo; es decir, a un ámbito donde personas y dispositivos tecnológicos se encuentran perfectamente adaptadas y conectadas.
El objetivo de la estrategia establecida por la operadora es ofrecer una velocidad de conexión cada vez mayor, garantizando la protección y seguridad de los datos, ante la explosión del tráfico de información que el grupo prevé que ocurra a muy corto plazo. De hecho, Telefónica ya ha abordado ingentes inversiones tanto en infraestrucuras como en redes para la consecución de esta iniciativa. El mismo Alierta ya explicó la magnitud del planteamiento: «Vamos a ser digitales de extremo a extremo, hacia dentro y hacia fuera».
Escena internacional y contexto español
Otra de las cuestiones pendientes para Álvarez-Pallete será la de armonizar el negocio internacional del gigante español de telecomunicaciones. No hay que olvidar que más de un 70% de los ingresos de la compañía proceden del extranjero, principalmente de América Latina y Alemania. En este sentido, uno de los primeros desafíos a resolver será el de Brasil, que se sitúa en el segundo mayor mercado de Telefónica, detrás de España, pero cuyo PIB (Producto Interior Bruto) se ha reducido en el año 2015 un 3,8%.
Asimismo, en terreno británico, la operadora se encuentra a la espera de la decisión de las autoridades de la competencia europeas para vender su filial O2 al grupo asiático Hutchison Whampoa. La resolución de Bruselas está prevista para el próximo mes de mayo y, si sale favorable, la operación supondrá más de 13.000 millones de euros para la organización, con los que intentará potenciar sus recursos financieros en mercados estratégicos.
Parte de los beneficios que se obtengan por la venta de O2 también podrían destinarse a reducir una deuda de Telefónica que asciende a cerca de 50.000 millones de euros; no obstante, si la transacción no llega a buen puerto, nadie sabe qué solución tomará el nuevo directivo ante la aseveración realizada por Alierta de “repartir un dividento de 0,75 euros a los accionistas en la próxima década”, según explican fuentes próximas. Igualmente, Álvarez-Pallete tendrá que impulsar la salida a Bolsa de Telxius, la filial de infraestructuras en la que el grupo quiere reunir sus torres y cables submarinos.
En el contexto español, la operadora tendrá que vérselas tanto con Vodafone como con Orange, su principal competencia, quienes últimamente han tomado gran fuerza a través de las adquisiciones de ONO y Jazztel, aproximando sus cuotas de mercado en el segmento móvil a la de Telefónica. A esta situación hay que añadir la amplia reducción de personal que el grupo piensa acometer en breve, una estrategia para la que cuenta con cerca de 3.000 millones de euros.