Origen de la palabra bancarrota
El origen de la palabra bancarrota data del siglo XV en Italia. Desde un punto de vista etimológico, proviene de la unión de dos palabras de origen latín: «bancus» (banco) y «ruptus» (roto).
La palabra bancarrota, actualmente utilizada como sinónimo de quiebra, describe una situación de insolvencia por parte de una persona física, institución u organización. Sin embargo, a pesar de que se utilicen como sinónimos, realmente podrían no serlo.
Para sacar a la luz la razón por la cual las palabras quiebra y bancarrota tienen significados parecidos pero históricamente distintos, hay que echar mano de la historia económica y comercial.
El origen de la palabra bancarrota
Dado que hacia el siglo XV era común organizar ferias internacionales en algunas de las principales ciudades de la época, surgió la necesidad de cambiar divisas extranjeras por divisa local. Sin la divisa local, no se podrían comprar objetos o pagar una comida en un restaurante.
Así, los que más tarde llevarían el nombre de cambistas—si bien es cierto, que los cambistas ya aparecen en algunos pasajes de la Biblia y en textos del Imperio Romano, aunque no con ese nombre—, cayeron en la cuenta e hicieron negocio del asunto. Al principio, tan sólo se dedicaban a comprar una divisa y a venderla más cara. Por la diferencia ganaban una pequeña comisión de intercambio.
Conforme el negocio se hizo más popular y las personas comenzaron a confiar en aquella manera de proceder, los cambistas se convirtieron también en una especie de banqueros. En ocasiones, los visitantes dejaban parte de su dinero al cambista o banquero y éste, a cambio, les daba un interés. De ese modo, podían generar más beneficio. Es decir, alguien depositaba su dinero y mientras no lo reclamara el cambista lo utilizaba como efectivo para ofrecer divisas.
Claro que, esto último, tenía el peligro de que si el prestatario volvía y su dinero no estaba, entonces el cambista no podía pagar, se encuentra en una situación de quiebra. En aquel momento de la historia, dado que no existía un Derecho Comercial tan avanzado resultaba complicado ver la diferencia entre una suspensión de pagos y una quiebra. Dicho esto, y pasando por alto esta diferencia, el cambista se declaraba en quiebra.
¿Qué ocurría cuando un cambista quebraba?
Aquí viene el quid de la cuestión. Cuando un cambista o banquero quebraba, si se demostraba que no había actuado con cautela y precaución, se le condenaba a romper el banco con el que trabajaba. El banco era algo así como una especie de mesa donde tenían las monedas y que les servía para desempeñar su trabajo.
Era obligado a romperlo públicamente para que toda la plaza supiera que era insolvente y además un malhechor. Esto conllevaba dos consecuencias: por un lado no podía trabajar porque no disponía de su herramienta de trabajo (el banco) y, por otro, todo el mundo dejaba de confiar en aquella persona que era humillada ante los ojos de toda la ciudad.
Alternativamente, existen otros orígenes de la palabra bancarrota. Un ejemplo de ello, lo describe Fermín Pedro Ubertone en un ensayo que dicta que, en ocasiones, los demás comerciantes le dejaban depositado su dinero al cambista a modo de caja fuerte. Luego, se iban de juerga y el cambista, en alguna que otra ocasión, también lo hacía. Cuando volvía, podía encontrarse con que alguien había hecho un agujero a su banco con el objetivo de facilitar que los que pasaban por allí se vieran tentados a coger una parte del dinero.
Al día siguiente, los comerciantes vuelven al banquero para que les devuelva su dinero. Es entonces, cuando el cambista les dice que no puede devolverles el dinero. Como prueba de que estaba actuando de buena fé, mostraba a los comerciantes un agujero (el banco roto). Y así pretendía, a pesar de estar en situación de bancarrota, que era inocente.