La guerra con Francia era extremadamente cara, llegando al punto de tensar las finanzas de Gran Bretaña. En plena guerra contra Napoleón y ante el riesgo de una invasión desde el Canal de la Mancha, al primer ministro William Pitt le urgía una inyección de liquidez para llenar las vacías arcas del Estado con el objetivo de poder financiar la guerra, por lo que se vio obligado a presentar el primer impuesto sobre la renta de Gran Bretaña. En ese momento se estableció para que fuera un impuesto temporal.
El nuevo impuesto ayudó a compensar las pérdidas de ingresos por impuestos indirectos, que había sido causada por una disminución en el comercio.
Por la Ley de 1799 se gravaba con un 10% los ingresos de más de 60 libras y había reducciones a las rentas de hasta 200 libras.
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