De acuerdo con la estadística oficial, China es el único país en el mundo que ha visto impulsado su producto interior bruto (PIB) en 2020. ¿A qué se debe este fenómeno?
Según el Instituto Estadístico Nacional chino (National Bureau of Statistics) el PIB del país asiático se expandió un 2,3% en el conjunto del año anterior.
Este crecimiento contrasta fuertemente con la contracción sufrida por las mayores economías del mundo a causa del COVID-19, en especial si consideramos que el origen de la pandemia tuvo lugar precisamente en China.

Así pues, ¿cómo podemos entender este crecimiento en tiempos de crisis global?
Una economía diferente
«Lo primero que debemos tener en cuenta es que la economía china de hoy es muy diferente a la de hace algunas décadas».
Lo primero que debemos tener en cuenta es que la economía china de hoy es muy diferente a la de hace algunas décadas. En este tiempo, el país se ha ido integrando cada vez más en las redes del comercio internacional, especialmente a través de la deslocalización de procesos industriales desde Europa y Estados Unidos. De esta manera, si bien sigue tratándose de una economía fuertemente regulada por el Estado, poco tiene que ver con el aislamiento autárquico de otros países comunistas como Cuba o Corea del Norte.
La prueba de ello es el protagonismo de las exportaciones, las cuales en 1960 suponían apenas el 4,31% del PIB y en los últimos años se han estabilizado hasta rozar el 19%, según datos del Banco Mundial. También podemos encontrar una evolución similar en las importaciones, lo cual nos permite concluir que el grado de apertura de la economía China al mundo ha ido creciendo, a pesar de mantener prácticas proteccionistas como la intervención del tipo de cambio o los controles a la inversión extranjera.
De hecho, de acuerdo con las mismas fuentes, si cuantificamos la apertura comercial como la suma de las importaciones y exportaciones sobre el PIB, veremos que, en 2019, esta variable en China (35,65%) ya superaba a Estados Unidos (26,31%). Si bien no se trata de un indicador perfecto, esta evolución en dicho indicador, que mide el peso del comercio sobre PIB y, por ende, su apertura comercial, puede darnos un indicio para suponer que la economía china está cada vez más ligada a la actividad económica global.
Otro factor a tener en cuenta es que la distribución entre los tres grandes sectores económicos es diferente en China con respecto a Japón, Europa y Estados Unidos. En primer lugar, la agricultura tiene un peso mayor que en la media de los países desarrollados, empleando a un 25,36% de la población ocupada y aportando una producción que supone un 7,11% del PIB (datos de 2019). Recordemos que estos mismos valores en la eurozona ese año eran 2,88% y 1,55%, respectivamente.
El sector manufacturero también tiene un protagonismo mayor al que observamos en otras grandes economías. Si en China estas actividades generaban una producción que suponía el 27,17% del PIB, en la eurozona sumaba el 14,27% y en Estados Unidos apenas el 11,26%.
Por el contrario, algunas de las actividades del sector servicios como el ocio o el turismo tienen menos importancia relativa en el PIB global. Todo ello hace que las medidas de distanciamiento social implantadas en todo el mundo hayan tenido un impacto diferente en la economía china, con respecto al experimentado en otras de las principales economías.
Sectores en auge y en crisis
«La pandemia ha dado lugar a un fuerte cambio en los hábitos de consumo en todo el mundo, y la industria china ha sido capaz de satisfacer las nuevas necesidades de los consumidores».
En el caso de la agricultura, el impacto no solamente ha sido limitado, sino que el sector incluso se ha expandido más que el conjunto de la economía, con un crecimiento del 3%. Al igual que ha ocurrido en otros países, la estabilidad en la demanda de muchos productos (especialmente ligados al consumo doméstico), y la mayor facilidad para tomar medidas de distanciamiento, ha reducido el impacto de la pandemia sobre la actividad. En el caso de China, quizás podríamos añadir como factor adicional el hecho de que buena parte de la producción agrícola depende relativamente menos de la demanda internacional, ya que buena parte de ella se destina a la alimentación del país más poblado del mundo.
La industria, en cambio, presenta un mayor grado de apertura exterior y, por tanto, no se ha visto exenta de las dificultades que ha atravesado la economía mundial; aunque ello no le ha impedido crecer. La razón es que, si bien en el primer trimestre de 2020 hubo un fuerte descenso de la actividad, a partir de entonces se ha registrado un repunte en diversos sectores.
Estas actividades, potenciadas por la pandemia, incluyen las ligadas al material sanitario (mascarillas, guantes, batas, etc.), pero también los productos relacionados con dispositivos electrónicos cuya demanda se ha visto beneficiada por el teletrabajo. Otro factor positivo para la industria china ha sido el aumento de las compras por internet en detrimento de negocios locales, ya que muchos de los grandes distribuidores de comercio electrónico tienen a sus proveedores en China.
Podríamos decir, por tanto, que la pandemia ha dado lugar a un fuerte cambio en los hábitos de consumo en todo el mundo, y que la industria china ha sido capaz de satisfacer las nuevas necesidades de los consumidores de otros países. Los últimos datos de PIB son un claro indicador de este fenómeno: la industria ha crecido al 2,4% anual y, aún más sorprendente, la evolución del sector informático muestra cómo este se ha expandido un 16,9%.
El sector servicios, en cambio, se ha visto más afectado, con la hostelería liderando las caídas con un -13,1%. Las ventas minoristas también han retrocedido en el último año (-1,3%), pero como hemos comentado, estas actividades tienen un peso relativo dentro del PIB inferior al de otros países desarrollados, lo cual ha contribuido a amortiguar el impacto sobre el total de la economía.
¿Razones para el optimismo?
«Si bien es un dato positivo, no se registraba un dato de crecimiento tan negativo desde 1976, cuando el PIB se contrajo un 1,57%».
A simple vista, estos datos parecen dar motivos suficientes para afirmar que el panorama de la economía china ante el nuevo año que comienza es claramente positivo. Sin embargo, también existen otros factores que pueden complicar el cumplimiento de estas previsiones. En primer lugar, si bien es positivo que el PIB haya podido expandirse en 2020, no debemos olvidar que lo ha hecho a una tasa muy baja para un país donde el crecimiento medio en las últimas décadas ha rondado el 7%. De hecho, no se registraba un dato tan negativo desde 1976, cuando el PIB se contrajo un 1,57%.
Por otra parte, en las últimas décadas, uno de los objetivos de la política económica china ha sido mantener tasas de crecimiento superiores al 8% anual, ya que tradicionalmente se ha considerado que ese nivel era el mínimo necesario para absorber todos los años a los millones de nuevos trabajadores que entraban al mercado laboral o se trasladaban del campo a la ciudad. Hoy, la ralentización demográfica podría quizás rebajar en parte esta exigencia, pero en cualquier caso no debemos suponer que tasas del 2-3%, que serían muy positivas en Europa o Estados Unidos, podrían tener un efecto tan positivo en la economía emergente mas grande del mundo.
Por último, también existe un cierto grado de incertidumbre con respecto a la guerra comercial con Estados Unidos. Como hemos comentado en publicaciones anteriores, el giro proteccionista de la política económica estadounidense parecía ser un sello de la administración Trump, pero la victoria de Biden no tiene que suponer necesariamente un cambio en este sentido. Más bien al contrario, el flamante presidente del país incluía en su programa electoral el plan «Made in America», una serie de medidas para dar prioridad a productos de fabricación nacional, lo que podría seguir ensanchando este dañino conflicto.
En definitiva, el futuro de la economía china es casi tan difícil de predecir como la evolución de la pandemia que, en apenas un año, ha cambiado el mundo. De todas maneras, no cabe duda de que con algunos países en crisis y otros recuperándose, con los planes de estímulo preparados por numerosos gobiernos, así como el cambio en la Casa Blanca y la salida del magnate Donald Trump, se abre un nuevo panorama económico en el que el gigante asiático, como segunda economía mundial, tendrá un papel determinante.
Creo que ya estoy inscrito. Excelentes artículos FELICITACIONES