La crisis italiana se suma a la serie de grandes riesgos a los que se enfrenta la economía global, según el FMI. Para ello, el organismo pide a Bruselas que se lleven a cabo las actuaciones pertinentes para que no se produzca un efecto contagio en la Eurozona.
Como ya hemos visto en otras ocasiones, el Fondo Monetario Internacional (FMI), con Christine Lagarde a la cabeza, vuelve a advertir de los serios riesgos a los que se enfrenta la economía mundial y, con ellos, su crecimiento pronosticado para los próximos años. Esta vez, la advertencia ha ido más seccionada. Concretamente, con la economía italiana. Según el organismo, existe un riesgo de efecto contagio para el resto de economías europeas.
Como hemos podido observar en los pronósticos del FMI, estos eran muy optimistas para la economía futura. Estos crecimientos serían verdaderamente gratificantes para las economías en su conjunto, pues esta expansión económica global situaba a las economías en un escenario perfecto para aprovechar el tirón y expandir sus respectivas economías.
Esto generó un boom económico en bastantes países, pues sus economías preveían prometedores crecimientos, por lo que vimos un leve despegue en la economía de países como China, Estados Unidos y algunos países de la Eurozona, que vieron como sus mercados volvían a capitalizarse. Una expansión económica que venía en un gran momento para determinadas economías, las cuales precisaban de ella para hacer frente a los reajustes de deuda que, desde el organismo, se animaba a que se hiciesen.
Los riesgos latentes
Sin embargo, con el paso de los meses, estas previsiones se han ido lastrando poco a poco. Las elevadas tensiones con China, la enorme crisis de deuda y el agujero al que se enfrentaban los países, la amenaza de la globalización, la ineficiencia de los multilateralismos y la falta de desarrollo inclusivo, entre otros sucesos que no se estaban corrigiendo, alentaban de grandes riesgos para la economía global. Por ello, el organismo tuvo que aplicar nuevos reajustes en las propias proyecciones, pues el contexto político no estaba siendo el óptimo para que se diese el crecimiento, inicialmente, proyecto.
Esta situación ponía contra las cuerdas a diversos representantes políticos, pues las acciones que se estaban llevando a cabo y los propios intereses de determinados países, estaban mermando seriamente las previsiones de crecimiento económico, poniéndole límites a este, en lugar de fomentarlo. Esto es algo difícil de tolerar. Estamos ante un tenso escenario político, el cual solo se compone de incertidumbres y tensiones entre países. Lo cual, está llevando a la economía por una senda de recesión, en lugar de por una de crecimiento como, a priori, se pronosticaba.
Realmente, como digo, es verdaderamente difícil comprender el por qué de que los países sigan luchando en contra del crecimiento económico, puesto que la economía global no atraviesa su mejor momento. Finalmente, la única explicación razonable es el conflicto de intereses que no le deja pensar en un crecimiento generalizado a largo plazo. Ya que, únicamente se centran en crecimiento cortoplacistas y, sobre todo, crecimientos muy locales, lo cual demuestra el egoísmo y la crisis humanitaria que vive el mundo.
La crisis italiana
Como sabemos, la economía Italiana no atraviesa su mejor momento. En los últimos meses, el tortuoso escenario político, así como los riesgos de déficit que, a priori, amenazaban los tratados de estabilidad del 3% impuestos por Bruselas, sembraban el caos en la economía italiana. En consecuencia, los mercados sufrieron retrocesos de casi el 7% en lo que va de año. Unos retrocesos que dejan el índice Italiano en mínimos anuales.
Además, esta inestabilidad en el país, así como el desafío planteado por Italia a Bruselas, en el cual, el país, exigía unas reducciones de déficit más graduales y flexibles que las que planteaba el organismo europeo, han llevado al país a incurrir en graves problemas económicos que han lastrado la prima de riesgo a los 300 puntos, así como al bono a 10 años, que ya supera el 4%. Un planteamiento de corrección de déficit que no dejaba satisfecho al inversor; menos para una economía que ostenta una deuda aproximada del 130% de su PIB.
Tanto para el FMI, como para analistas, esta crisis italiana, así como el resto de crisis económicas que se presentan en el escenario económico global, tienen una mayor importancia de la que, hasta ahora, se le está dando. Como digo, estamos ante un complejo escenario político y económico que solo crea malestar y desesperación para los economistas. Y digo desesperación pues, pese a repuntes de alzas y bajas en los mercados, así como fases de expansión económica en determinados países, no se están planteando estrategias basadas en crecimientos consolidados.
La deuda de Italia, en el 130% del PIB
En el caso de Italia, esta plantea una inquietud tremenda en Bruselas, pues sus objetivos de déficit no son lo suficiente ambiciosos como para contentar a los inversores. Como ocurre en otros países de Europa, España por ejemplo, los objetivos de déficit que precisa Bruselas parecen utopías al lado de lo que plantean los Gobiernos. Estos siguen con la intención de aumentar una deuda que, con niveles aproximados al 98% en el caso de España, y 130% en el caso de Italia, o se reduce, o podría representar uno de los mayores riesgos económicos a los que se enfrenta la economía.
Por ello, no debemos asustarnos ante un ataque del FMI hacia las economías que integran el mundo, pues estamos ante avisos producidos con el único fin de reducir los riesgos ante nuevos escenarios económicos menos fructíferos que el que se vive actualmente. Además, el motivo de reducir la deuda y continuar reduciendo los riesgos tiene como base el crecimiento consolidado. Y que, además, contenga unos cimientos que garanticen la sostenibilidad de este en el largo plazo. Para ello, se plantea la cooperación internacional, pues se debe trabajar, planteando también, un objetivo común que garantice un crecimiento generalizado e inclusivo.
Debemos eliminar las tensiones
Como digo, al final, estamos ante un contexto económico repleto de incertidumbre política y tensiones gubernamentales que, únicamente, están produciendo un efecto negativo en las economías. Además, la falta de actuación por parte de estos gobiernos, así como de resolución de conflictos, hace que estas tensiones no vean una vía alternativa de escape que sostenga la economía.
Una compleja situación que amenaza la economía global. Una situación donde no parece haber solución factible para los países. Una situación donde los Gobiernos piensan de la forma más individualizada y egoísta posible. Un escenario donde ganar la batalla por la guerra comercial o imponer la autoridad nacional, es más importante que sostener la economía de la eurozona o garantizar la estabilidad de uno de los mejores motores de crecimiento económico, como es el comercio global.
En conclusión, estamos ante un contexto cargado de incertidumbres e inquietudes que, de no establecerse los límites, así como las estrategias, para lograr a un tratado de cooperación internacional, la economía podría ir entrando en la espiral decreciente, lastrando el crecimiento ante el paso del tiempo, llevando la economía mundial de una expansión económica histórica, a una nueva recesión global para los próximos años.