Feudalismo japonés
El feudalismo japonés de la Edad Media se refiere al modo en que se organizaba la sociedad nipona, con unos señores que permitían la explotación de la tierra a cambio de que sus siervos les prestaran lealtad.
Si bien es cierto que se considera que el feudalismo japonés comienza a finales del siglo XII, ya existían previamente ciertos elementos feudales en la sociedad nipona.
Tomando el período Kamakura como punto de partida, encontramos que los shogunes, que eran caudillos militares, se hicieron con el poder, reemplazando la autoridad del propio emperador japonés. De este modo, los shogunes determinaban el modo en que se distribuía la propiedad y explotación de la tierra. Por su parte, los jito y los shoen, como funcionarios, se encargaban de las labores de control.
Sin embargo, numerosos elementos del feudalismo medieval perduraron en la sociedad japonesa durante mucho tiempo. Prueba de ello eran los samuráis, quienes incluso después de la Edad Media ofrecían sus servicios militares a un señor.
Comienzos del feudalismo medieval en Japón
El período Kamakura consolidó el feudalismo en Japón, marcando las relaciones entre vasallos y señores. Así, los shogunes reclamaban lealtad y servicios militares a sus súbditos a cambio de la propiedad y la explotación de la tierra. Todo ello vino de la mano del shogun Yoritomo, quien reemplazó el poder del emperador.
La relación entre señor y vasallo en Japón tuvo un carácter mucho más paternal de lo que puede encontrarse en los reinos cristianos de Europa. De hecho, las relaciones de vasallaje pasaban de padres a hijos. Sin embargo, en los shogunatos, las lealtades de los vasallos podían cambiar debido a la ausencia de una administración que llevase un control efectivo.
¿Cómo se administraba un shogunato?
Los dictadores militares japoneses, los shogunes no podían controlar personalmente la totalidad de sus territorios. Para encargarse de las labores administrativas se hacían con los servicios de los jito.
Entre las competencias atribuidas a los jito se encontraban el cobro de los tributos y la gestión de la tierra. Los servicios de los jito eran remunerados con alrededor del 10% de la producción agrícola.
Pese a que los jito debían cumplir una serie de normas establecidas por los shogunes, gozaron de un elevado nivel de autonomía en su gestión, lo que les otorgó un gran poder y una elevada influencia en la sociedad. Algunos incluso llegaron a convertirse en propietarios de grandes extensiones de terreno.
Cualquier disputa relacionada con las tierras podía ser puesta en conocimiento del Monchujo o Tribunal de Investigación, cuyo origen se remonta hacia 1184. Este tribunal se ocupaba de aspectos tales como la propiedad de la tierra, préstamos y apelaciones. Sin embargo, hacia el año 1249 surgió el Hikitsukeshu, un tribunal especializado en cuestiones legales relacionadas con la tierra.
El Gobierno militar y la seguridad en un shogunato
La responsabilidad de la seguridad y las cuestiones militares recaían sobre los shugo. Mientras que el jito se ocupaba de la administración de un territorio, el shugo era el responsable militar de la totalidad del territorio.
Los shugo también recaudaban impuestos, quedándose con una parte de los mismos para beneficio propio. Los impuestos que recaudaban los shugo se destinaban fundamentalmente a eventos de gran trascendencia, a la edificación de templos y a la construcción de caminos y carreteras.
Como gobernadores militares, los shugo debían ocuparse de reclutar tropas y mantener la seguridad, por lo que, entre otras cosas, también combatían a los piratas y castigaban la traición. El creciente poder de los shugo les llevaría hacia el siglo XIV a incorporar competencias propias de los jito.
Relaciones entre los administradores del shogunato y los vasallos
En el feudalismo japonés, el control de un shogunato no siempre era efectivo por parte del dictador militar. Los vasallos establecían sus propias relaciones con los administradores del shogun, alcanzando acuerdos privados como ocurría a la hora de aplazar el pago de los tributos.
Por otra parte, cuestiones como la propiedad de la tierra podían convertirse en un verdadero quebradero de cabeza. De este modo, una pequeña propiedad podía estar en manos de distintos titulares: campesinos, la monarquía, religiosos y administradores.
Otra cuestión que provocó importantes problemas en el Japón medieval fue que los hijos de los jito heredaban el derecho a percibir una parte de los impuestos. Sin embargo, este reparto de los derechos podía resultar insuficiente. Fueron muchos los jito que hipotecaron sus derechos de impuestos sobre sus tierras.
Igualmente, las guerras entre ejércitos privados forman parte de un período importante del feudalismo japonés. Estamos ante una etapa denominada período Sengoku o de los Estados en guerra (1467-1568). Así, los terratenientes, convertidos en señores de la guerra, irían ganando propiedades, lo que se significó que la propiedad de la tierra cada vez se concentraba en menos señores.
Habría que esperar hasta el shogunato Tokugawa (1603-1868) para ver reducido el poder de los terratenientes. Así, se prohibía que los terratenientes suscribiesen alianzas de manera independiente, al tiempo que se les impedía desplazar ejércitos fuera de sus territorios y construir excesivas fortificaciones.