Francisco de Vitoria fue un fraile dominico castellano que vivió entre los siglos XV y XVI. Estudió artes y teología, aunque se interesó por otras muchas otras disciplinas. Entre ellas, economía moral y el derecho internacional moderno, en las que destacó con valiosas aportaciones. Se considera que sentó las bases de los derechos humanos. Posiblemente, es el más influyente los miembros de la Escuela de Salamanca.
Francisco de Vitoria nació entre 1483 y 1486 en Burgos, en el seno de una familia proveniente de Vitoria. Ingresó en la Orden de Predicadores, donde recibió una completa formación humanística y demostró grandes dotes en lenguas. En 1508 se trasladó a París. En esta ciudad completó sus estudios en artes liberales y estudió teología. Enseñó esta disciplina en París, en Valladolid. En Salamanca ocupó la cátedra principal de teología.
En la capital francesa se sintió atraído por las tres grandes corrientes intelectuales del momento: humanismo, nominalismo y tomismo. Esta última fue su preferida, pero aprovechó elementos interesantes de las otras dos, incorporándolos a su pensamiento. Su importancia se reconoce en la invitación para participar en el Concilio de Trento, como teólogo imperial, en 1545. Sin embargo, no pudo acudir a esta importante cita, debido a una grave enfermedad. Falleció poco después, en 1546.
Pensamiento y obra de Francisco de Vitoria
El pensamiento de Francisco de Vitoria puede encontrarse en escritos propios y en textos recopilados por sus discípulos. Estos recapitularon las relecciones, clases magistrales que resumían el contenido de todo el curso, y las plasmaron por escrito. Los más destacados fueron Domingo de Soto, Diego de Covarrubias, Melchor Cano, Martín de Azpilcueta, Diego Chaves, Juan Gil de Nava, Mancio de Corpus Chisti, Vicent Barron y Martín Ledesma.
La economía moral en el pensamiento de Francisco de Vitoria
Sentó las bases de la Escuela de Salamanca, que, entre otras cuestiones, trató aspectos morales de la economía. La Iglesia Católica consideraba pecado el afán de lucro. Por ello, los comerciantes buscaban su consejo sobre cómo actuar en su profesión. En su opinión, la libertad de circulación de personas, bienes e ideas era la base del orden natural. En consecuencia, consideraba que las actuación de los comerciantes no podían ser merecedoras del reprobamiento eclesiástico. Al contrario, consideraba que ejercían una importante función de la que se beneficiaba el conjunto de la sociedad.
En ese sentido, se declaró firme partidario de la libertad de comercio. Sin embargo, reclamó que los comerciantes que ofreciesen sus productos a un precio justo, sin voluntad de usura. También defendió la propiedad privada, que la consideraba más justa y favorable para el interés general que la propiedad colectiva.
El derecho natural es la base para unas relaciones justas
Francisco de Vitoria poseía una visión antropológica optimista del ser humano y sus capacidades. El descubrimiento de América y el contacto con los pueblos nativos, llamaron su atención. Se preocupó sobre la regulación de las relaciones entre individuos y entre estados. Expuso que la ley natural era la base para que fuesen justas. Por sus aportaciones, se le considera un precursor de los derechos humanos y el padre del derecho internacional moderno.
Criticó las formas de la Corona española en el Nuevo Mundo y los abusos de los conquistadores sobre los indígenas. Mantuvo que los indios eran poseedores de razón, principal atributo humano, por lo que disponían de los mismos derechos. Ello se materializaba, por ejemplo, en que no existía razón para quitarles tierras y propiedades.
También se pronunció sobre los derechos de los estados existentes ante de la llegada de los españoles. Muchas voces alegaban que su condición de infieles y la existencia de prácticas bárbaras justificaban las actuaciones de los conquistadores. Él respondió que la guerra no era una práctica legítima, tampoco en esos casos. Defendió que la única forma de frenarlas era influir en sus líderes para que lo prohibiesen mediante leyes adecuadas.
La guerra justa
Para Francisco de Vitoria, las relaciones entre estados debían desarrollarse de forma pacífica, para ser provechosas para todas las partes. De tal forma, teorizó sobre el concepto de guerra justa. Esta consideración solo era aplicable si resultaba imprescindible para salvaguardar la paz y la seguridad. Reconoció era aplicable a las guerras que tenían por objetivo acabar con la práctica de sacrificios humanos. No obstante, añadió que, tras la guerra, nunca era legítimo subyugar y esclavizar a los pueblos derrotados.
Sin duda, hoy, las enseñanzas de Francisco de Vitoria gozan de buena salud y siguen plenamente vigentes. La defensa de los derechos y las libertades pueden encontrar en ellas una buena guía de actuación.