La inflación amenaza nuestra calidad de vida y nos hace cada vez más difícil llegar a fin de mes. ¿Podemos sobrevivir a ella? En este artículo proponemos un plan de 10 puntos para conseguirlo.
1. Llevar la cuenta de nuestros gastos e ingresos
Sobrevivir a la inflación consiste, básicamente, en sacar el máximo partido a nuestro dinero. Pero para ello, primero es esencial saber cuánto gastamos. Por ese motivo, es importante llevar un registro de nuestros gastos y tenerlo siempre actualizado.
De la misma manera, también es importante incluir los ingresos en este cálculo. Puede parecernos evidente, pero cuando analizamos nuestros gastos a la vista de lo que ganamos, lo hacemos con otra perspectiva.
Lo mejor suele ser llevar este registro de forma mensual, aunque para algunas personas puede ser más práctico hacerlo semanalmente. En cualquier caso, debemos tener en cuenta que para ver los resultados de este ejercicio, debemos mantenerlo durante varios meses.
2. Distinguir entre tipos de gastos
Lo principal es diferenciar entre nuestros gastos recurrentes (alquiler, luz, comida, etc.) y los que realizamos de forma puntual. En este segundo grupo podrían entrar, por ejemplo, la reparación de una avería en el coche o un viaje de fin de semana.
De la misma manera, también podemos repetir esta tarea con nuestros ingresos. Si tenemos un salario estable, lo incluiríamos entre los ingresos recurrentes. Si una parte de lo que ganamos varía de un mes a otro, deberíamos contabilizar ese dinero como un ingreso puntual.
3. Establecer prioridades
Una vez que tenemos clasificados nuestros gastos, debemos ordenarlos según su importancia. El resultado de este ejercicio suele variar de una persona a otra, pero la idea es que nos permita distinguir entre las necesidades básicas, los gastos deseables, pero prescindibles, y los que no nos aportan valor.
En la primera categoría podemos incluir gastos como la vivienda o la luz. En la segunda, algunos pequeños lujos como salir a comer a un restaurante, son gastos que nos gustan, pero podemos vivir sin ellos. En el tercer grupo, por último, tenemos los gastos que, además de ser innecesarios, no aprovechamos. Por ejemplo, estar suscritos a una plataforma de películas que nunca vemos.
Además, es importante entender que, a veces, dentro de una categoría de gastos podemos tener varias subcategorías. El caso más paradigmático es la factura de la compra en el supermercado, porque en principio se trata de una necesidad básica. Sin embargo, es posible que no todo lo que compremos en el supermercado entre dentro de este grupo. Puede que estemos comprando cosas imprescindibles, pero también otras que no lo sean. Por ello, es necesario llevar este ejercicio de clasificación de gastos al máximo nivel de detalle.
4. Analizar cantidades y aumentos
Este ejercicio consta de dos partes. La primera consiste en ordenar nuestros gastos e ingresos por su cuantía. Empezando por los más importantes, y acabando en los que menos impacto tienen sobre nuestras finanzas.
Una vez hecho esto, llega la parte más difícil: descubrir tendencias. La mejor manera de hacerlo es comparar el importe de cada gasto o ingreso con periodos anteriores. A partir de ahí, podemos calcular cuánto ha aumentado cada concepto en los últimos 3, 6 o 12 meses.
Lo ideal es que podamos hacer este cálculo por dos vías, tanto en términos absolutos (la cantidad de dinero que supone el aumento) como relativos (en porcentaje sobre la cantidad de nuestro primer registro histórico). De esta manera, podemos tener una visibilidad más completa sobre nuestra situación financiera.
Por ejemplo, puede que ingresemos más de lo que gastamos, pero si nuestros gastos crecen a un 10 % y nuestros ingresos a un 5 %, las cifras nos indican que debemos tomar medidas porque antes o después entraremos en déficit. Sin embargo, también es importante ver el impacto en términos absolutos, porque puede que algunos gastos estén aumentando a gran velocidad porcentualmente, pero sean de pequeña cuantía. Otros, por el contrario, pueden crecer más lentamente, pero tener un mayor impacto sobre nuestras finanzas, por ser de mayor peso.
5. Establecer máximos para cada gasto
Este es, probablemente, el paso más difícil de todos. Consiste en poner un «techo» de gasto en cada concepto, que sería la cantidad máxima que le podríamos asignar. Sin embargo, como hemos comentado, podemos encontrarnos con muchas dificultades al hacerlo.
La primera de ellas es que es imposible predecir con seguridad la evolución de los precios. Además, algunos gastos (como la comida) van ligados a necesidades que pueden variar de un mes a otro, lo que los hace relativamente «impredecibles».
Sin embargo, no todo son malas noticias. Principalmente, porque aquí no tratamos los gastos puntuales, sino los recurrentes. Y muchos de estos gastos, como el pago de un alquiler o las cuotas de un préstamo, suelen ser algo más predecibles.
Lógicamente, lo ideal sería que todos los meses pudiéramos cumplir el objetivo de no superar el máximo que hemos asignado en ninguno de nuestros gastos. Sin embargo, esto no siempre es posible. Y es en esos casos, precisamente, cuando sacamos un mayor beneficio de haber establecido estos objetivos.
La razón es que, al haber priorizado los gastos previamente, podemos intentar compensar los excesos de gastos más prioritarios con recortes en los menos importantes. Por ejemplo, si vemos que este mes hemos gastado más de lo que debíamos en la compra de comestibles, podríamos posponer otros gastos como ir al cine para el mes que viene.
6. Revisar cada gasto
Este es, sin duda, uno de los pasos más importantes que debemos dar para sobrevivir a la inflación. Por ello, muchas personas lo colocarían en primer lugar. Sin embargo, es mejor hacerlo después de tener todos nuestros gastos cuantificados y priorizados.
El objetivo aquí es replantearnos la necesidad de cada gasto, especialmente los recurrentes y últimos en nuestra lista de prioridades. Si se cumplen ambas condiciones, habremos identificado un gasto que podríamos recortar.
De todas maneras, es importante nunca perder de vista las cantidades. Puede que recortemos una gran cantidad de gastos pequeños, pero la suma total de lo que acabemos ahorrando sea importante. Por el contrario, si no es suficiente, quizás deberíamos subir algo más en nuestra lista y revisar algunos gastos más prioritarios.
Otro aspecto a tener en cuenta es que recortar un gasto no significa necesariamente suprimirlo. A veces, hay alternativas para reducir lo que gastamos manteniendo parte de lo que queremos disfrutar. Por ejemplo, salir a comer con menos frecuencia, rebajar el nivel de servicio de nuestras suscripciones, o comprar marcas más baratas en el supermercado.
7. Ligar ingresos y gastos
Este ejercicio se divide en dos partes. La primera consiste en contrastar la cantidad total de dinero que hemos ganado con lo que hemos gastado. Sin embargo, hacer esto no es suficiente para conocer la situación real de nuestras finanzas.
La segunda parte nos obliga a entrar más en detalle y comparar nuestros ingresos y gastos por categoría, entre recurrentes y puntuales. Aquí, la regla de oro es financiar nuestros gastos recurrentes con ingresos que también lo sean. En cambio, los ingresos puntuales solo podrían ir destinados a pagar gastos eventuales, nunca recurrentes.
De esta manera, si nos estamos planteando decisiones extraordinarias como usar parte de nuestros ahorros o vender nuestro coche, deberíamos utilizar ese dinero solo para gastos eventuales, como un tratamiento médico o unas obras en casa.
Sin embargo, a veces es inevitable tener que utilizar nuestros ahorros para vivir durante algún tiempo. Para ello, es necesario pasar al siguiente punto de nuestro plan.
8. Tener un plan de emergencia
Como comentábamos, nadie está libre del riesgo de verse privado de sus fuentes de ingresos de forma inesperada, o de afrontar gastos excepcionales. Para ello, es importante que hayamos preparado previamente un plan de acción si esto ocurre.
Un primer paso puede ser tomar como base nuestros gastos mensuales, compararlos con nuestros ahorros y a partir de ahí, calcular cuánto tiempo podríamos mantenernos con ellos si perdiéramos nuestros ingresos. El objetivo puede variar de una persona a otra, pero es deseable que podamos mantenernos al menos unos meses con esos recursos.
Otro aspecto a tener en cuenta es planear qué gastos podríamos eliminar si nos viéramos en esa situación. Por ejemplo, quizás podamos permitirnos una suscripción a una plataforma de películas ahora, pero podríamos darnos de baja en un escenario de emergencia.
También tenemos que considerar la liquidez de nuestro patrimonio, es decir, la facilidad con la que podemos disponer de él cuando lo necesitamos. El dinero en efectivo o en una cuenta corriente es la mejor solución, pero si tenemos previsto vender una propiedad o recuperar un depósito, recordemos que seguramente no podremos tener el dinero de forma inmediata.
El diseño de un plan de emergencia es difícil cuando hay inflación, porque se complica la previsión de nuestros gastos en el futuro. Por ello, es importante ser muy conservadores a la hora de elaborar nuestro plan, ya que aquí es preferible pecar por exceso de prudencia que por defecto.
9. Tener un plan de ahorro
De la misma manera que hemos elaborado un plan de emergencia, también deberíamos tener uno para nuestros ahorros. En pocas palabras, se trata de establecer un objetivo mínimo de dinero que deberíamos obligarnos a ahorrar todos los meses. Podemos fijar esta meta tanto en términos absolutos como en un porcentaje de nuestros ingresos.
El objetivo puede variar de una persona a otra, pues depende de la situación de cada uno. Pero, incluso para quienes no pueden ahorrar prácticamente nada, es bueno que hagan un plan a futuro. Es decir, que si sus ingresos aumentan, puedan comprometerse a ahorrar una parte de ellos.
Como hemos comentado, no hay un nivel óptimo de ahorro, pero podemos utilizar dos variables como referencia. Una de ellas es la inflación, que devalúa nuestro patrimonio. En este caso, si hay una inflación del 5 % anual, podemos ponernos como objetivo que nuestros ahorros crezcan a ese mismo ritmo como mínimo.
La otra variable son los gastos eventuales que hemos tenido en los últimos meses. Si hemos tenido gastos extraordinarios, es recomendable que hagamos un plan de ahorro para reponer ese dinero en los próximos meses.
En publicaciones anteriores, hemos compartido algunos consejos sobre cómo ahorrar y proteger nuestro dinero en escenarios de alta inflación.
10. Adelantar compras
Uno de los efectos de la inflación es encarecer el consumo futuro con respecto al presente. Por ello, nuestros ahorros valdrán cada vez menos en el tiempo.
Para contrarrestar este efecto, podemos aprovechar ofertas y adelantar compras que nos eviten gastos en el futuro. Lógicamente, esto es más fácil con bienes de consumo duradero (electrodomésticos, coches, etc), pero también podemos hacerlo con otros, incluso con algunos alimentos. Es el caso, por ejemplo, de la carne o el pescado (que se pueden congelar), los alimentos no perecederos y las conservas.
En resumen, podemos decir que sobrevivir a la inflación no es una tarea fácil para nadie, y tampoco existen recetas mágicas para hacerlo. Casi todas las soluciones exigen algún tipo de sacrificio, pero, siguiendo los pasos que hemos propuesto, podemos al menos minimizar el impacto. Por ello, animamos a nuestros lectores a aplicar nuestras recomendaciones y comentar sus experiencias.