Una vez contenida la emergencia sanitaria los países concentrarán todos sus esfuerzos en recuperar sus economías de una de las recesiones más duras de la historia. Las soluciones parecen difíciles, pero la humanidad podría contar con un aliado inesperado: los robots.
El pasado 18 de agosto se confirmaba oficialmente que el gobierno japonés aprobará en 2021 el uso de robots para entregar paquetería a domicilio. El anuncio, realizado durante el evento tecnológico ZMP World 2020 en Tokyo, abre la puerta a nuevas aplicaciones prácticas para la tecnología existente y da un paso más en la robotización de las economías.
Mientras tanto, el mundo sufre una recesión histórica con una fuerte destrucción de empleo y riqueza. En este contexto, la atención de las autoridades económicas suele enfocarse en grandes medidas de estímulo fiscal o monetario, aunque en ocasiones olvidan que las ventajas tecnológicas a nivel microeconómico pueden ser mucho más efectivas que cualquier otro tipo de medida.
De hecho, si analizamos la evolución del empleo veremos que la pérdida de puestos de trabajo está siendo relativamente menor en las economías más robotizadas (Corea del Sur, Taiwán, Alemania, Suecia, etc.) que en aquellas más dependientes de sectores menos automatizados como el turismo (España, Italia, etc.). Esto nos permite deducir que el uso intensivo de robots en los procesos productivos está demostrando una serie de ventajas que pueden traducirse en bases sólidas para la economía de las próximas décadas.
Teletrabajo y resiliencia
Contrariamente a lo que se suele creer, los robots pueden ayudar a proteger el trabajo humano en lugar de precarizarlo.
Lo primero que debemos señalar es que la robotización de la economía no es un fenómeno reciente sino una tendencia que se ha ido consolidando desde el comienzo del siglo XXI. La pandemia global del COVID-19, por tanto, solamente ha contribuido a reforzarla, pero lo ha hecho de tal manera que parece haberla convertido en algo irreversible.
El primer motivo es evidente. En un contexto de distanciamiento social obligatorio y empleados que no pueden acudir a su centro de trabajo, el hecho de que parte de las tareas sean realizadas por robots constituye una importante ventaja para las empresas. Esto ocurre no solamente porque los robots pueden trabajar sin contagiarse, sino también porque al requerir menos empleo presencial humano los espacios físicos de trabajo tienen menor ocupación y, por tanto, hay más facilidad para mantener las distancias de seguridad. De esta manera la solución es beneficiosa para la empresa (que no ve mermada su capacidad de producción) y también para los empleados, ya que es más seguro para ellos acudir a su centro de trabajo.
El segundo motivo está ligado a la resiliencia en la que tanto insisten las autoridades económicas. Es decir la capacidad de las economías para resistir a shocks externos de oferta como el actual y superarlos posteriormente. En este sentido la ventaja de los robots es que proporcionan una gran flexibilidad a las empresas, ya que solamente requieren unos costes fijos de implantación y mantenimiento y prácticamente no tienen costes variables ligados al volumen de trabajo.
Dicho de otra manera, una empresa que emplee robots deberá limitarse a obtener un nivel de facturación que le permita cubrir unos costes operativos fijos, y a partir de ahí podrá expandir su volumen de negocio con un impacto mínimo en los costes. Por el contrario, las actividades muy intensivas en el empleo de trabajo humano suelen verse obligadas a aumentar su gasto en personal a medida que crece su facturación total, y cuando esta cae deben recurrir a ajustes en sus plantillas.
¿Realmente destruyen empleo los robots?
Al reducir el carácter variable de los gastos operativos el uso de robots puede limitar la temporalidad en el mercado de trabajo.
El uso de robots, por tanto, podría traer contrariamente a lo que se cree una mejora de la estabilidad laboral y no una precarización del trabajo. En la medida en que un ahorro de gastos operativos reduzca el umbral de rentabilidad y el impacto de la producción sobre los costes variables, las empresas podrán asumir con menor dificultad el impacto de una caída abrupta de las ventas. De esta forma muchos menos negocios se verían obligados a cerrar, y los shocks de oferta no tendrían que traducirse tan directamente en destrucción de empleo.
Pongamos como ejemplo dos actividades completamente distintas dentro del sector servicios, la banca y la hostelería. Una entidad financiera que haga un uso intensivo de robots tiene unos costes mínimos de funcionamiento más altos que un bar, pero una vez cubiertos tiene la capacidad de expandir su volumen de negocio sin que ello suponga contratar mucho más personal. Si sus ingresos caen pero no por debajo del umbral de rentabilidad, el banco tendrá un margen más amplio para absorber el impacto sin recurrir a ajustes drásticos en su plantilla.
El bar, por el contrario, al no contar con robots demandará un volumen de trabajo humano directamente proporcional a su nivel de actividad, y ante un aumento en el número de clientes deberá contratar más personal. El problema es que si ese número se reduce, la única acción posible será ajustar la cantidad de trabajo contratado, dado que este factor es para el bar un coste esencialmente variable. De esta manera, por muy paradójico que pueda sonar los sectores que hacen un uso más intensivo de robots podrían ver sus condiciones laborales más protegidas ante el impacto de un shock de oferta que aquellos que sigan confiando exclusivamente en el trabajo manual humano.
Esta no es una característica exclusiva de los robots. Lo mismo puede decirse de las máquinas, y la diferencia de la destrucción de empleo entre sectores más o menos robotizados es análoga a la que existía entre las actividades más o menos mecanizadas durante la primera Revolución Industrial. En este sentido, los robots simplemente permiten ampliar el número de actividades susceptibles a ser automatizadas, permitiendo que más personas se beneficien de la consiguiente mejora en las condiciones laborales.
No obstante, si bien es cierto que un uso intensivo de robots puede ayudar a las economías a resistir frente a determinadas crisis, no es un antídoto contra cualquier tipo de problema económico. Situaciones como burbujas financieras, mercados distorsionados o cambios bruscos en los patrones de demanda pueden seguir causando efectos nocivos independientemente de que se empleen robots.
Los beneficios de la Cuarta Revolución Industrial
Además de los efectos directos sobre la rentabilidad de las empresas y las condiciones de los trabajadores, los robots también tienen otras ventajas. En primer lugar, al requerir muchos de ellos una mayor proporción de trabajo virtual fomentan el teletrabajo y la reducción del consumo de papel. De esta manera podría haber un efecto positivo a nivel medioambiental, y muchos trabajadores podrían disfrutar de más libertad a la hora de elegir su lugar de residencia y más facilidades para la conciliación familiar.
En segundo lugar, el aumento del desempleo producido por la crisis actual ha agravado en algunos países los problemas ligados al envejecimiento de la población, en especial la sostenibilidad del sistema de pensiones. En este sentido, los robots podrían contribuir a impulsar la productividad y así aumentar la renta disponible de los pensionistas a largo plazo. Esto podría ocurrir gracias a un doble efecto:
- Reducción de los precios de venta de los bienes y servicios producidos por robots.
- Aumento de los salarios reales de los empleados, dándoles una mayor capacidad para contribuir al sistema de pensiones.
Por último, la recuperación del comercio internacional que se espera cuando las medidas de confinamiento se vayan atenuando en todo el mundo también supone una gran oportunidad para aprovechar las ventajas de los robots. El motivo es que las economías más abiertas probablemente buscarán recuperar parte del producto interior bruto (PIB) perdido aumentando sus exportaciones, y para que estas sean competitivas sin reducir salarios puede ser esencial incorporar robots a los procesos productivos.
Los robots no constituyen, por tanto, una solución mágica a todos los problemas económicos, pero sí pueden ayudar a que la recuperación sea más rápida y los países puedan retomar la senda del crecimiento. Al igual que la Primera Revolución Industrial enriqueció en pocos años a una Europa devastada por las guerras napoleónicas, la cuarta quizás pueda volver a traer prosperidad a nuestras economías tan duramente golpeadas por el COVID-19.
ivan dice
Buenas un saludo, no tengo ningún inconveniente en que este articulo se haga realidad a cada día que pasa, que trabajen las maquinas me parece lo mejor que al ser humano le ha podido pasar, ahora bien, se tendrá que plantear y muy enserio tal y como nos gestionamos en forma sistemica que se aprueben los debates de si tienen que pagar impuestos, desde mi punto de vista este es el punto de inflexión que hará que aceptemos esta magnifica disrupcion en nuestra especie a nivel civilización o por lo contrario aborrezcamos estos avances en virtud de la decadencia que podrían generar de no pagar dichos impuestos. Claro esta, como expongo al principio, todo sostenido en como entendemos el sistema económico para el sustento de la especia a día de hoy. Pero esto como siempre es un punto de vista, un saludo.
Federico J. Caballero Ferrari dice
Buenas tardes Iván,
Es muy interesante tu comentario, efectivamente hay muchos economistas en todo el mundo que defienden que los robots deberían pagar impuestos al igual que cualquier trabajador. La idea es que de esta manera se puedan pagar las políticas pasivas (como seguros de desempleo) o activas (programas de formación laboral, etc.) para mitigar los efectos del desempleo que los robots puedan generar. En ocasiones incluso se plantean también para contribuir al pago de la pensiones donde existan sistemas de reparto.
Por otro lado su aplicación parece difícil ya que no hay demasiados precedentes de impuestos a tecnologías de este tipo y en cualquier caso no se podría estimar con exactitud el impacto que cada robot en particular pueda tener sobre el empleo en el resto de la economía. Todo ello sin entrar en si estos impuestos podrían o no desincentivar el desarrollo tecnológico.
Pero como comentas, es un debate abierto a día de hoy.
Un saludo,
Federico J. Caballero Ferrari
Josefa dice
Me interesaría saber si el uso de robots podria mejorar la gestión de los recursos naturales con el consiguiente ahorro de externalidades medioambientales nocivas.
Si como dice el artículo, se puede evitar el tráfico masivo gracias al teletrabajo, ya estaríamos contribuyendo en parte a tener un medioambiente más sano gracias a los robots.
Por otro lado, los robots pueden trabajar a oscuras; no necesitan lavarse, soportan un elevado rango de temperaturas que no hacen necesarios ni calefacción ni aires acondicionados…
Da qué pensar…