Entendemos la deslocalización como una situación en la que la producción se desplaza a países o zonas geográficas donde las empresas tienen menores costes. Tradicionalmente China ha sido uno de los países receptores de aquellas compañías que deslocalizaban su producción. Pues bien, la situación ha cambiado y ahora China padece el fenómeno de una producción que se deslocaliza hacia el continente africano.
Grandes cadenas de producción eran trasladadas desde los países industrializados occidentales hacia economías como India y China. Este desplazamiento de los grandes centros de producción provocó espectaculares cifras de crecimiento, que superaban ampliamente al crecimiento económico de zonas desarrolladas como la Unión Europea y Estados Unidos.
Sin embargo, estamos en un mundo globalizado, en el que la libertad de movimientos de capitales es un hecho. Todo esto ha terminado por afectar a China, que como mencionábamos anteriormente, era uno de los grandes beneficiarios de la deslocalización.
Durante un largo periodo de tiempo, la economía china, dado su tamaño, su numerosísima mano de obra y sus bajos costes laborales, ha sido capaz de asumir la producción de las manufacturas que demandaban los países más desarrollados. De ser un país agrícola, China ha pasado a convertirse en una gran nación industrializada, llegando a ser la segunda potencia económica mundial. Atrás queda una China rural, con una economía planificada por el gobierno. El capitalismo se ha abierto paso con fuerza en el colosal mercado chino.
Deslocalización hacia África
Pues bien, las empresas chinas, al igual que ocurre en el resto del mundo, estudian minuciosamente sus cuentas de resultados tratando de reducir costes. Así pues, los ojos de China se han puesto sobre zonas donde pueden encontrar menores costes de producción, lo que les lleva hasta África. La realidad muestra que China está llevando a cabo una importante externalización de su producción hacia Etiopía.
De Etiopía podemos decir que es el segundo país más poblado de África, encuadrado en la triste clasificación del tercer mundo, donde la falta de desarrollo es evidente. Por ello, Etiopía, recibe con entusiasmo la llegada de las inversiones chinas, que suponen unos 10.000 millones de dólares. Sin duda alguna, la llegada de capital chino constituye todo un estímulo para la castigada economía etíope.
La llegada de esta inyección de dinero chino será absorbida en su mayor parte por el estado. Esto se debe a que las instalaciones industriales son de titularidad pública en su gran mayoría. Por ello, el gobierno de Etiopía tendrá la posibilidad de emplear estos recursos para modernizar sus infraestructuras. Ahora bien, las grandes beneficiarias de esta mejora de las infraestructuras etíopes serán las empresas chinas, que accederán a los contratos públicos con el gobierno de Etiopía. En otras palabras, gracias a los contratos públicos, China recuperará la inversión efectuada en Etiopía. Por su parte, la modernización de las infraestructuras estimulará la actividad económica y fomentando el empleo, dado que las empresas chinas contarán con trabajadores etíopes en sus plantillas.
Un claro ejemplo de cómo está beneficiando la inversión china a Etiopía es el complejo industrial de Hawassa. Esta aglomeración industrial ya congrega a 1.400 trabajadores y se calcula que para 2019, 20.000 etíopes trabajarán en estas instalaciones.
En busca de una mayor rentabilidad
Las razones de la decidida apuesta de China por Etiopía son claras: unos costes inferiores a los de la producción local. Al igual que occidente desplazaba sus centros de producción hacia China, los chinos, pese a sus bajos costes laborales, han encontrado un lugar donde conseguir una producción más barata. Y es que un trabajador etíope recibe 25 dólares al mes, lo que resulta atractivo incluso para China, un país que ya de por sí tiene bajo coste de su mano de obra.
Al igual que en China, donde la población se desplazó de las zonas rurales hacia las áreas urbanizadas e industrializadas, ahora, los etíopes, se congregan frente a las instalaciones industrializadas en busca de un empleo.
Conviene destacar la espectacular rentabilidad que esto va a generar en las empresas chinas. Los costes de producción en países como Etiopía son tan reducidos que tienden a cero. A continuación, la rentabilidad de las empresas chinas se multiplica, cosa que vuelve a suceder cuando los productos llegan a zonas como la Unión Europea, Japón y Estados Unidos.