Incluso en un mundo globalizado, la actualidad económica nos trae noticias de gobiernos anunciando medidas proteccionistas. En Estados Unidos, el presidente Trump impone aranceles y abandona o renegocia acuerdos de comercio internacional, mientras que el Reino Unido se prepara para abandonar la Unión Europa y por tanto el mercado común europeo. Frente a estas medidas, la Unión Europea y Japón han alcanzado un importantísimo acuerdo comercial que puede ofrecer grandes beneficios para ambas partes.
Japón, la tercera economía del mundo y la Unión Europea, la mayor potencia comercial del mundo han logrado alcanzar un acuerdo de gran trascendencia en materia de comercio. Este acuerdo tendrá una gran repercusión, pues ambas economías representan el 28,4% del Producto Interior Bruto del mundo, suponen el 37,2% de las exportaciones y engloban nada más y nada menos que el 8,6% de la población mundial.
Un acuerdo plagado de oportunidades
Bien es cierto que Japón y la Unión Europea ya tenían fuertes lazos. En este sentido merece la pena destacar que Japón es el segundo mayor socio comercial de la Unión Europea en Asia y el sexto a nivel mundial.
Se ha reiterado en numerosas ocasiones que este acuerdo comercial será muy beneficioso para ambas partes. ¿Qué beneficios o qué ventajas puede ofrecer el comercio internacional? Pues bien, al dar un paso adelante en este campo, ambas economías lograrán una mayor especialización en aquellos productos y servicios en los que aporten valor frente al exterior (ventaja competitiva).
Por otro lado, el acuerdo entre la Unión Europea y Japón permitirá que aumente la competitividad, reduciendo los costes y acercando al consumidor productos a precios más asequibles. Esta competitividad también estimulará la creación de productos diferenciados y permitirá acceder al consumidor a bienes de mayor calidad.
¿Cuáles serán las consecuencias del acuerdo?
Ahora bien, la implementación del acuerdo comercial no se realizará inmediatamente. Se tratará de un proceso progresivo, que supondrá la eliminación de ciertas medidas proteccionistas, entre las que se encuentra la reducción de aranceles. En otras palabras, disminuirán los impuestos que pagan las mercancías extranjeras que entran en los mercados nacionales. En esta línea hay que subrayar que los aranceles del 10% que pagan los automóviles japoneses disminuirán paulatinamente, mientras que los aranceles del calzado europeo exportado a Japón pasarán del 30% al 21%.
Otras medidas proteccionistas que dificultan la entrada de bienes extranjeros en las economías nacionales son las trabas burocráticas. La existencia de normativas y requisitos complejos terminan por ser auténticos escollos para quienes desean penetrar en los mercados exteriores. Por ello, se ha decidido establecer una reglamentación más sencilla en la importación de fruta por parte de Japón.
Las empresas privadas no serán los únicos agentes económicos que se beneficien de una mayor apertura al comercio internacional. Así pues, la contratación pública también quedará abierta entre empresas niponas y europeas. En otras palabras, las compañías europeas y japonesas podrán competir por los sustanciosos contratos que sacan a licitación las administraciones públicas.
Ya en nuestro artículo “El TLCAN y su duro proceso de negociación” advertíamos de las dificultades que está por las que está pasando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Trump quiere favorecer los intereses de las empresas estadounidenses, protegiéndolas y ofreciéndolas ventajas frente a las de los restantes estados que firmaron el TLCAN. Pues bien, frente a la NAFTA, que pasa por un momento difícil, se encontrará el tratado suscrito entre Japón y la Unión Europea, que rivalizará con el colosal Área de Libre Comercio de América del Norte.
Los más escépticos al acuerdo comercial, creen que Europa saldrá claramente perjudicada frente a Japón. Hay quienes piensan que las empresas japonesas son mucho más competitivas y terminarán copando los mercados europeos. Sin embargo, las previsiones no parecen dar la razón a los escépticos, pues se calcula que las exportaciones de Europa a Japón se incrementarán en un 34%, mientras que las exportaciones niponas a la Unión Europea crecerán el 29%.
Y es que como decíamos anteriormente, ambas economías serán mucho más competitivas. Los consumidores podrán acceder a bienes y servicios a precios más bajos, las oportunidades laborales aumentarán y las empresas estarán incentivadas a mejorar sus productos por el aumento de la competitividad.