Grandes economistas han sido laureados con el Nobel por sus investigaciones en el campo. La inversión en educación se está forjando un buen argumento en el mundo académico y en el selecto club de “los Nobel”.
Hace unos meses volvía a escribir, esta vez en CNN, sobre la necesidad de los países a la hora de invertir en educación. Una necesidad que, de acuerdo con los estudios realizados por aquellos economistas más enfocados en aspectos relacionados con la educación y la economía, no solo mejora el desarrollo social de las personas, sino que también incide de forma directa en el desarrollo económico de los países. Un desarrollo que está beneficiando a muchas regiones, necesitadas de fórmulas que traten de paliar esos problemas estructurales entre los que se incluye la pobreza extrema.
En los últimos años se han puesto en el epicentro del debate público la existencia de un marco conductual en materia económica. En 2016 y 2017, Oliver Hart, Bengt Holmström o Richard Thaler ya fueron galardonados por sus investigaciones en materia de psicología económica. De hecho, este último es bastante conocido por sus trabajos conjuntos con el Nobel de Economía y Psicólogo estadounidense Daniel Kahneman. Una nueva vertiente económica que pone de manifiesto el impacto que produce el comportamiento de la sociedad en la economía y en el desarrollo.
Entre estas vertientes de pensamiento, la economía, mezclada con procesos experimentales, es una práctica cada vez más común en el área de investigación. De hecho, tanto Kremer como Duflo han trabajado activamente en procesos de experimentación para corroborar sus estudios con la realidad de la sociedad. Unos estudios que han demostrado que la educación no solo tiene un impacto en la sociedad, sino que también genera un gran impacto en el desarrollo económico de la sociedad. Así, para aquellos que hemos reclamado e investigado sobre el asunto durante los últimos años, es un momento estelar.
Una inversión muy rentable
De acuerdo con la línea del artículo, el Gobierno de los Estados Unidos, tratando de hacer una medición del impacto que conllevaría una mayor inversión en educación, así como el impacto de esto en la economía del país, comenzó con un programa en el que, con presupuesto público, se becó a una serie de estudiantes estadounidenses desde su etapa académica más temprana hasta sus estudios universitarios. Un programa en el que se dotó a esos jóvenes estudiantes de todos los recursos para poder desarrollar una vida estudiantil plena, con éxito y con inserción en el mercado laboral.
A su vez, como método para generar contrastes, el Estado también destinó una serie de presupuestos a inversiones en otra serie de activos, financieros y no financieros, con el fin de comparar y comprobar qué inversión generaba un mayor rendimiento en el largo plazo. El objetivo de invertir en la educación y la forma de retorno se medía con el dinero que se esperaba recaudar, en materia de fiscalidad, con aquellos jóvenes becados a la hora de entrar en el mercado laboral. Los analistas, en este caso, esperaban que al poseer una mejor educación, sus ingresos futuros serían, como consecuencia, mayores. Y por ello, tendrían la capacidad de aportar un mayor capital en forma de impuestos.
Al finalizar dicho estudio, se pudo extraer la gran rentabilidad de la inversión en educación, frente a otras inversiones realizas paralelamente. De acuerdo con los resultados, la inversión en educación produjo un retorno mayor al que había tenido la inversión en bolsa. El análisis realizado por el Nobel de Economía James Heckman concluyó con que invertir en párvulos era mucho más rentable para un país que la propia inversión en los mercados financieros. Concluyendo así su estudio y demostrando la necesidad de invertir en educación para un mayor y mejor desarrollo de los ciudadanos de un país.
De igual forma lo ha hecho la reciente Nobel de Economía, Esther Duflo. Una Nobel de economía que, dentro del campo experimental, ha corroborado el impacto que produce en los jóvenes expuestos a la extrema pobreza la inversión en una mejor, y más adaptada, educación, así como el acompañamiento del alumno por la figura de un tutor. También contrastando la eficiencia, y eficacia, de determinadas inversiones que, a día de hoy, se destinan a esos países más necesitados, pero que no tienen el impacto deseado por no administrar correctamente los recursos. En resumen, un campo de estudio muy humano, donde la economía conecta de forma directa con la sociedad; razón que le ha llevado a ser galardonada con el último Nobel.
Pero Heckman y Duflo no son los únicos que piensan así. La UNESCO, por su parte, también comprendió esta necesidad de invertir en educación como un factor para reducir los niveles de desigualdad en los países. Es más, en su caso, llegó a comparar a los jóvenes en la sociedad como la verdadera riqueza de las naciones, haciendo alusión al título de la obra más conocida del afamado economista clásico Adam Smith. Con esta frase, la UNESCO atribuía a los jóvenes ciudadanos una prioridad para el desarrollo de los países, por lo que la mejor forma de hacerlo era a través de la formación y los recursos para que estos se formen.
Mejor educación, más competitividad empresarial
Una buena educación, así como un excelente sistema educativo, puede ser, a su vez, muy rentable para la economía. Si observamos aquellos países que poseen mayores tasas de crecimiento y desarrollo, curiosamente también son aquellos que poseen las mejores universidades del mundo, de acuerdo con los rankings académicos publicados. La inversión en educación no solo reduce la pobreza allí donde se hace, sino que genera una sociedad futura más preparada, más formada y más competitiva a la hora de desarrollar su futuro laboral.
Esto también tiene un impacto directo a la hora de medir la competitividad de las empresas en los distintos países, pues si una empresa se lleva el mejor talento universitario, esta, por lo general, estará mejor gestionada, tendrá una mayor productividad y, por ende, podría llegar a ser mucho más competitiva que sus homólogas, situadas en aquellos lugares donde la formación y la calidad del personal es menor.
Como con todo, ante esto hay excepciones. Es decir, no tiene porqué ser siempre así. Cuando uno crea una empresa, no tiene la necesidad de ser menos competitivo por tener un menor nivel de formación. Sin embargo, si existe una mayor probabilidad de éxito en aquellas empresas que, por su sistema educativo, recluta a su personal en universidades con un elevado nivel educativo. No hace falta más que ver la tasa de ingreso al mercado laboral de aquellas personas que provienen de instituciones educativas como Harvard, Yale o Princeton. Con todo, siempre puede haber excepciones.
En resumen, la educación es un gran motor de crecimiento para las economías. Así lo están determinando grandes economistas a los que, gracias a sus contribuciones científicas, se les ha reconocido con la más prestigiosa distinción en el área de la economía profesional. Una distinción por la demostración de que la educación no es algo aislado que, por tradición, deba existir. En contraste, la educación, como sistema educativo en un país, debe tenerse muy en cuenta a la hora de prever un crecimiento futuro. Hablamos de las sociedades del mañana, aquellos que son el futuro del país; por lo que la gestión del mismo, depende, en gran parte, de la educación que estos reciban.