Bear Stearns
Bear Stearns fue un banco estadounidense de inversiones creado en 1923. Su quiebra fue la antesala de la gran crisis financiera de 2008.
Debido a su actividad, fundamentalmente centrada en la titulización, Bear Stearns estaba muy expuesto a las hipotecas basura.
Bien es cierto que el banco, creado en 1923, había logrado salir indemne de la Gran Depresión y del crack bursátil de 1987, pero no consiguió sobrevivir a las hipotecas basura.
Con su quiebra, en marzo de 2008, se escribió el primer capítulo de una durísima crisis financiera que estalló solo seis meses después, en septiembre de 2008.
El camino hacia el desastre de Bear Stearns
Bear Stearns era una entidad bancaria estadounidense de gran tamaño, lo que le convertía en el quinto banco de inversión más importante de Estados Unidos. De hecho, su volumen de negocio había crecido gracias a los títulos respaldados por hipotecas. Más aún, antes de la crisis hipotecaria, el departamento de hipotecas de Bear Stearns obtenía más que sustanciosos ingresos.
Los altos directivos de Bear Stearns habían emprendido una fuerte apuesta por los títulos garantizados mediante hipotecas. Entre los responsables se encontraban ejecutivos como Jimmy Cayne, Alan Greenberg, Warren Spector y Alan Schwart.
El objetivo de semejante decisión era lograr el liderazgo bancario en este tipo de activos.
La reputación y amplia trayectoria de Bear Stearns parecían conferir al banco una imagen de confianza y solidez. Mientras tanto, se les dijo a los inversores que estaban invirtiendo en fondos de bajo riesgo y de alta calidad avalados por excelentes calificaciones de las agencias privadas.
De este modo, Bear Stearns, a lo largo de los años 2006 y 2007, continuó con su política de títulos garantizados con activos, encaminándose hacia un más que peligroso escenario.
La primera víctima de la crisis financiera
Sin embargo, los primeros problemas comenzaron cuando dos hedge funds de Bear Stearns hicieron saltar las alarmas. Se trataba de los fondos de alto riesgo Bear Stearns High-Grade Structured Credit Fund y Bear Stearns High-Grade Structured Credit Enhanced Leveraged Fund.
La situación era desesperada y se decía que Bear Stearns estaba muy expuesta a hipotecas basura. En otras palabras, el valor de los activos (hipotecas que respaldaban sus títulos) se había desplomado. Parecía que aquellos dos fondos de alto riesgo no conseguirían renovar sus préstamos mientras la desconfianza planeaba sobre el banco.
En tanto, los bancos de inversión atravesaban importantes problemas de liquidez y no tenían la opción de solicitar ayuda a la Reserva Federal. Los rumores acechaban a Bear Stearns. Las acciones empezaron a caer de valor mientras intentaban llegar a un acuerdo con JP Morgan, que solo ofrecía 2 dólares por acción. Finalmente, la cuestión se zanjó fijando el precio en 10 dólares por acción. De este modo, JP Morgan terminó haciéndose con Bear Stearns.
Igualmente, la Reserva Federal también terminó tomando cartas en el asunto, habilitando una línea de crédito para que JP Morgan tomase el control de Bear Stearns.
A pesar de la caída de Bear Stearns, existía la creencia de que el bache se superaría, de que no se produciría una crisis financiera y de que la burbuja inmobiliaria proseguiría. Y es que se consideraba que lo ocurrido con Bear Stearns era un caso puntual.
En este contexto, entre marzo y julio de 2008, los mercados atravesaron un breve periodo de crecimiento. Pero la realidad era mucho más desoladora y los gigantes de la banca de inversiones como Lehman Brothers padecían una gran exposición a las hipotecas subprime, lo que desató la crisis financiera de 2008 y una gran recesión.
Consecuencias
Bear Stearns fue el primer banco de Wall Street que cayó en 2008 como consecuencia de su alta exposición a las hipotecas subprime. Su hundimiento sería el primer paso del derrumbe de una serie de bancos de inversión altamente vinculados a las hipotecas basura.
En el plano judicial, Ralph Cioffi y Mathew Tannin, dos de los responsables de los hedge funds que llevaron al colapso de Bear Stearns, fueron juzgados en 2009. Se consideraba que sus operaciones especulativas habían causado unas pérdidas a los inversores que oscilaban entre los 1.400 y 1.600 millones de euros. Finalmente, la justicia dictaminó que ambos directivos eran inocentes.