Unión Soviética
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (Unión Soviética) fue un estado de corte marxista-leninista y de estructura federal vigente entre 1922 y 1991. Con un sistema político y económico comunista, se convirtió en la gran potencia que rivalizó con Estados Unidos durante la guerra fría.
Tras la caída del zar Nicolás II y la revolución de octubre de 1917, los comunistas se alzaron con el poder en Rusia. Hacia 1922, la Unión Soviética fue creada y no solo comprendía la propia Rusia, sino que incorporaba los territorios de estados actuales como Kazajstán, Estonia, Letonia, Lituania, Bielorrusia, Ucrania, Georgia, Armenia, Azerbaiyán, Moldavia, Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán.
El éxito de la revolución rusa de 1917 y la posterior victoria de los bolcheviques en la guerra civil rusa supuso una transformación radical del país, orientándose totalmente su política, su economía y su modelo social hacia las tesis comunistas.
Este modelo comunista se basaba en comités integrados por pequeños campesinos y obreros denominados soviets (concejos). Así pues, las ideas de los bolcheviques pasaban por la socialización de los medios de producción, un fuerte aparato burocrático y un Estado con los obreros como protagonistas.
1922-1927: Los comienzos de la Unión Soviética
Con el gobierno de la Unión Soviética en manos del Partido Comunista que encabezaba Lenin, se puso en marcha la Nueva Política Económica. Las relaciones de producción cambiaron, quedando abolido el sistema feudal que había predominado en el campo y produciendo una importante industrialización.
El estado tomó el control de las grandes empresas, convirtiéndose prácticamente en el único e indiscutible actor económico. Las políticas de Lenin lograron recuperar los niveles de producción agraria e industrial a niveles cercanos a los previos a la Primera Guerra Mundial.
Sin embargo, a la muerte de Lenin, estalló una dura lucha entre Stalin y Trotski. Finalmente, un implacable Stalin salió vencedor de esta pugna y Trotski se vio forzado al exilio.
1927-1953: El estalinismo
Con Stalin al frente del timón de la Unión Soviética, se retiraron los pequeños elementos de libre mercado que había introducido la Nueva Política Económica y el estado asumió prácticamente el control absoluto de la economía.
Desde el punto de vista político, la Unión Soviética se convirtió en un estado totalitario donde la represión y la persecución política estaban a la orden del día. Opositores y exiliados fueron perseguidos en las purgas de Stalin. Así, la disidencia se pagaba con el cautiverio en campos de trabajos forzados conocidos como gulags. No había libertad de prensa y la propaganda política exaltaba a Stalin como líder de la Unión Soviética.
Desde el punto de vista económico, la Unión Soviética comenzó a gestionar su economía nacional con base en planes quinquenales. De este modo, las empresas quedaban bajo control del estado, el campo se colectivizaba y el gobierno dictaba los objetivos de producción agrícola e industrial.
Si en 1939, la Unión Soviética se repartió Polonia con los nazis, en 1941, Alemania invadió Rusia. En vista de ello, Stalin cambió de posición y luchó con los aliados hasta la derrota del Tercer Reich en 1945. Al término de la guerra, los países de Europa del Este quedaron bajo la esfera de influencia soviética. La Unión Soviética apoyó a los partidos comunistas de Europa oriental y el mundo entró en una nueva etapa histórica: la guerra fría.
Así, el mundo capitalista, liderado por Estados Unidos, aglutinaba también a Europa occidental, mientras que los países socialistas de Europa oriental eran encabezados por la Unión Soviética. El mundo había quedado dividido en dos bloques antagónicos entre los que existía una fuerte tensión política y militar.
1953-1964: Jruschov al frente de la URSS
Después de la muerte de Stalin, Nikita Jruschov asumió el poder en la Unión Soviética. Su mandato se caracterizó por la desestalinización y un mayor protagonismo del proletariado frente a una Unión Soviética que había rendido culto a la personalidad de Stalin.
El campo se caracterizó por una mayor mecanización al tiempo que crecía la industria de bienes de consumo. Al mismo tiempo, se flexibilizaron los objetivos de producción y la rivalidad política y militar con Estados Unidos estimularon la industria pesada soviética, especialmente la industria armamentística.
En octubre de 1962, la Unión Soviética y Estados Unidos estuvieron al borde de una guerra en lo que se denominó la crisis de los misiles de Cuba. Las negociaciones entre Jruschov y Kennedy evitaron el estallido de la conflagración.
Sin embargo, la desconfianza hacia Jruschov creció entre los miembros del Partido Comunista, pues recelaban del modo en que había resuelto la crisis de los misiles de Cuba, al tiempo que se oponían a sus reformas económicas. De este modo, Jruschov fue destituido en 1964 y Leonid Brezhnev pasó a tomar el poder.
1964-1985: La era Brezhnev
Una vez más, la represión se intensificó en la Unión Soviética, la economía se estancó y las libertades que se habían ganado con Jruschov sufrieron drásticos recortes.
Mediante la doctrina Brezhnev, la Unión Soviética se reservaba el derecho a tomar medidas de carácter militar si advertía cualquier tipo de peligro para los países del bloque comunista. Prueba de ello fue la ocupación militar de Checoslovaquia en 1968 o el incremento de la presencia soviética en una África inmersa en un proceso de descolonización.
Bien es cierto que, pese al carácter represivo de los gobiernos de Brezhnev, sí que se produjeron avances en materia nuclear. Con el objetivo de reducir las tensiones nucleares, Brezhnev y el presidente estadounidense, Richard Nixon, firmaron el tratado Salt.
1985-1991: Gorvachov, apertura y caída de la Unión Soviética
En 1982 murió Brezhnev y los presidentes que le sucedieron, Andropov y Chernenko, también fallecieron en un corto espacio de tiempo. Todo ello condujo al poder a Mijail Gorvachov, quien tomó el poder en 1985.
La etapa de Gorvachov se caracterizó por su política conocida como “perestroika”. Se trataba de una política aperturista, caracterizada por la transparencia informativa y un camino progresivo hacia la libertad económica.
La Unión Soviética cada vez más lastrada desde el punto de vista económico, era incapaz de respaldar a sus aliados comunistas. Así, en 1988, Gorvachov retiraba a las fuerzas militares soviéticas de Europa del Este. En política nacional, las medidas implementadas por Gorvachov habilitaron la participación de la disidencia en la vida política.
En estos años de transición, la Unión Soviética fue preparando su transición de una economía completamente planificada a una economía de libre mercado integrada en el comercio internacional.
El colapso político y el agotamiento económico al que había llegado la Unión Soviética y el aperturismo de Gorvachov contribuyeron a la disolución de la URSS en 1991, poniendo así fin a la guerra fría.
Organización política de la Unión Soviética
En cuanto a su estructura política y territorial, la Unión Soviética estuvo organizada en un total de quince repúblicas federadas. Los soviets o concejos, integrados por obreros, fueron la estructura política básica en la antigua URSS. Estos soviets tenían representación política gracias al denominado Congreso de los Soviets, que aglutinaba a los responsables de cada soviet.
El Soviet Supremo era el órgano encargado de elegir al Consejo de Comisarios del Pueblo, que ejercía las funciones propias del gobierno. A su vez, un único partido era el indiscutible protagonista de la vida política en la Unión Soviética. Se trataba del Partido Comunista. Así pues, nadie podía aspirar a presidir la Unión Soviética sin estar afiliado al Partido Comunista. De hecho, oponerse al Partido Comunista implicaba represión y persecución, pues los comunistas acaparaban la totalidad del poder en la URSS.
En materia de política internacional, la Unión Soviética mantuvo una tensa pugna con el mundo occidental. Pese a las tensiones entre el bloque capitalista y el bloque comunista, nunca estalló un enfrentamiento militar directo entre la Unión Soviética y Estados Unidos.
También como parte de su política exterior, la Unión Soviética ejerció una notoria influencia política y militar en los países de su espectro (Europa oriental y Cuba entre otros).
Economía y sociedad
La Unión Soviética llegó a alcanzar una población de 293 millones de personas en 1991, el año de su caída. En cuanto a la composición de la población, destacaban como grupos étnicos mayoritarios rusos, ucranianos y uzbekos. Pese a tratarse de un estado multicultural, el idioma dominante era el ruso.
Si bien la lengua y la cultura rusas eran preponderantes, la estructura de estado federal permitió a cada república conservar sus tradiciones, su cultura y su idioma.
Desde el punto de vista económico, Lenin proponía abandonar un sistema feudal y modernizar la economía rusa sin necesidad de implantar un sistema económico capitalista. Para ello, abogaba por establecer la dictadura del proletariado, siendo obreros y campesinos los protagonistas de este gran cambio.
A pesar de que la Nueva Política Económica de Lenin posibilitaba la propiedad privada de las pequeñas empresas y el comercio entre ciudadanos soviéticos, dichas medidas no duraron mucho. Tras la muerte de Lenin y la llegada de Stalin al poder, todo eso cambió.
El dictador soviético defendía una economía preparada para autoabastecerse y con unos objetivos de producción establecidos en planes quinquenales. Toda libertad económica fue eliminada y el Estado asumió un control prácticamente absoluto de la economía.
De este modo, todas las empresas privadas pasaron a ser gestionadas y controladas por el Estado. El campo fue organizado en granjas colectivas y el Estado determinaba cuáles eran las prioridades energéticas, industriales y de transporte.