A pesar de la desaceleración de la economía mundial, en los últimos meses las bolsas de Estados Unidos están experimentando un crecimiento peligrosamente similar al de la burbuja de la punto com. El aumento desmedido en los precios de algunos valores y de la volatilidad ya comienza a preocupar a los expertos.
Los mercados bursátiles de Estados Unidos, que fueron las primeras víctimas de la crisis de 2007, parecen ya totalmente recuperados. Si los primeros años de depresión económica estuvieron marcados por la desconfianza y la huida de inversores hacia valores refugio, mientras se desplomaban las cotizaciones y los tenedores de acciones acumulaban pérdidas, hoy el panorama es radicalmente distinto. Desde su punto más bajo en el invierno de 2008-2009 los principales índices bursátiles comenzaron una lenta recuperación, volviendo en 2011 a los niveles de capitalización previos a la crisis. Sin embargo, a partir del año siguiente el crecimiento se aceleró notablemente hasta convertirse en un auténtico rally bursátil.
A la vista de los datos es indudable que las bolsas en Estados Unidos están experimentando un largo ciclo alcista, aunque el análisis de cada índice presenta una tendencia diferente. De esta manera, nos encontramos con que el Nasdaq Composite (tradicionalmente ligado al sector tecnológico) acompaña la evolución de los demás índices hasta el año 2012, cuando comienza una fuerte aceleración hasta llegar hoy a duplicar la capitalización de sus valores anteriores a la crisis. Así vemos empresas como Apple valorizarse en estos años un 27%, superado a su vez por buscadores como Google (56%) y Yahoo! (51%). Y si la evolución de Microsoft (ganando un 109%) ha resultado una inversión atractiva para los agentes del mercado, el caso más destacable probablemente es el de Facebook, cuya capitalización ha crecido un 318% desde su salida a Bolsa en mayo de 2012. En cuanto a los demás sectores, éstos no parecen especialmente contagiados por el rally tecnológico, aunque tanto los índices generalistas (S&P’s 500) como los industriales (Dow Jones Industrial) siguen mostrando crecimientos de más del 50%.
A nivel mundial, la evolución de los mercados bursátiles en las principales economías no parece compartir el optimismo de los inversores en Estados Unidos. Las bolsas europeas, por ejemplo, aún no han sido capaces de alcanzar los niveles de capitalización previos a la crisis, cosa que sí han logrado las asiáticas, a pesar de hacerlo con grandes altibajos. El índice S&P’s 500, sin embargo, ha crecido prácticamente al mismo ritmo desde 2008, y aunque no ha escapado de las grandes caídas generadas por la desaceleración de China (en el verano de 2015) y por el referéndum sobre el Brexit (en junio de este año) las perspectivas siguen siendo positivas. A la vista de estos datos, puede decirse que el rally de las bolsas podría deberse más a factores propios de la economía norteamericana que a una tendencia presente en todo el mundo.
Una primera explicación sería la política llevada a cabo por la Reserva Federal, basada en planes de expansión monetaria traducidos en un largo periodo con tipos de interés inusualmente bajos, pero especialmente en programas de compra de activos financieros en el mercado secundario (QE). Estas iniciativas, que tenían como objetivo ampliar la base monetaria para reactivar la economía real, habrían presionado al alza los precios de los títulos de activos financieros, al aumentar su demanda. Por otra parte, la caída de los tipos de interés (con la consiguiente subida en el precio de los bonos) ha acabado por desincentivar la compra de valores de renta fija, reorientando la atención del público hacia la renta variable. En un país como Estados Unidos, donde la clase media es especialmente afecta a invertir en Bolsa, este fenómeno parece ser más significativo que en otros lugares del mundo y podría explicar, al menos en parte, la tendencia positiva de la capitalización bursátil.
Otra explicación pueden ser los cambios estructurales en la propia economía norteamericana: con un crecimiento del 2,6% en 2015 y un desempleo en constante retroceso, la expansión monetaria de la Fed parece ser cada vez menos necesaria ante la reactivación del consumo y de la producción. Como es natural, una economía en expansión no solo aumenta los beneficios de las empresas, sino que también mejora sus perspectivas de crecimiento, y ambos factores afectan positivamente el precio de las acciones. Por otra parte, en un mundo que demanda cada vez más productos de alta tecnología (producidos aún por un reducido número de países, entre ellos EE. UU.) y elimina progresivamente las barreras al comercio, es evidente que las grandes empresas tecnológicas de Estados Unidos se han visto ampliamente beneficiadas. Además, el crecimiento continuado de la capitalización podría estar provocando un “efecto sustitución” en el mercado de crédito, al ser hacer la financiación bursátil más rentable para muchas empresas que la bancaria tradicional.
En cualquier caso, lo que parece evidente es que la renta variable en Estados Unidos está viviendo un auténtico rally bursátil, con valores siempre al alza y donde nunca faltan compradores dispuestos a pagar precios cada vez más altos ante la perspectiva de que seguirán subiendo. Esta escalada de valores es especialmente notable en el sector tecnológico. Mientras tanto, la dinámica de los últimos dos años (con fuertes caídas seguidas de rápidas recuperaciones) ha roto con el crecimiento estable del periodo 2009-2014 y amenaza con aumentar la volatilidad de los mercados. Algunos economistas ya advierten de la formación de una burbuja, mientras otros señalan a factores exclusivamente externos (como China o el Brexit) como los responsables de los últimos retrocesos. Al mismo tiempo la retirada progresiva de los estímulos monetarios podría amenazar las bolsas, pero también podría contribuir a aclarar la situación actual. Tal vez así, y sólo así, sabremos si el rally de verdad refleja la evolución de la economía real, o si sólo es un crecimiento estimulado artificialmente por la Fed.