Bono de guerra
Un bono de guerra es un título de deuda que emiten los Estados para sufragar los descomunales costes que supone un conflicto bélico. Así, el Estado deberá abonar los correspondientes intereses a los particulares y empresas que adquieran bonos de guerra.
A lo largo de la historia, los bonos de guerra han supuesto una gran ayuda para soportar la inmensa carga económica de los países que las libraban.
Algunas medidas tomadas para financiar una contienda se basaban en el control de la inflación o en subidas de impuestos. Sin embargo, la historia ha demostrado que los gobiernos también han recurrido a pedir dinero prestado.
Frente a la opción de aumentar los impuestos, que siempre resulta impopular, existe la posibilidad de emitir bonos de guerra. De este modo, apelando al patriotismo, el pueblo y las empresas se vuelcan de manera entusiasta para financiar una contienda. Otra ventaja que aportan los bonos para los gobiernos es que es posible posponer el momento de su amortización.
Es aquí donde entran en juego los bonos de guerra, emitidos por los Estados y que permiten obtener los recursos suficientes para costear un conflicto bélico. Ahora bien, como contrapartida, los Estados deberán pagar intereses (semestrales, anuales) a los tenedores de bonos y devolver la cantidad prestada al cabo de un periodo de tiempo determinado.
Pese a que los bonos de guerra cuentan con el aval del Estado, existen riesgos. Y es que, en caso de perder la guerra, pese a la garantía del Estado, los tenedores no recuperarán el dinero invertido en bonos.
Historia de los bonos de guerra
Inicialmente fueron los grandes banqueros y financieros quienes contribuyeron a financiar las guerras con sus préstamos. Sin embargo, tanto en la Primera Guerra Mundial como en la Segunda Guerra Mundial fueron un instrumento de financiación ampliamente utilizado por los gobiernos.
Primera Guerra Mundial
El estallido del primer gran conflicto a escala mundial tuvo consecuencias inmediatas sobre la economía alemana. Y es que, los mercados negaron el acceso a la financiación al Imperio alemán. Por ello, Alemania recurrió al endeudamiento interno y, en concreto, a la emisión de bonos de guerra. Así, los alemanes podían adquirir estos títulos con una rentabilidad del 5% y redimibles durante diez años.
Comprar bonos de guerra en Alemania significaba dar prueba del patriotismo. De ahí que estos títulos se vendiesen en oficinas bancarias y sucursales de correos. Cabe señalar que, los mayores tenedores de bonos de guerra alemanes fueron las grandes empresas e instituciones, todos ellos impulsados por una fuerte presión social. También en el Imperio austrohúngaro se llevaron a cabo iniciativas similares, con una muy buena acogida por parte de la sociedad en Austria-Hungría.
En el bando aliado, el Reino Unido también recurrió a la emisión de deuda para financiar el elevado coste de la guerra. Si bien no eran exactamente bonos de guerra, el Tesoro británico emitió letras y bonos con vencimiento a 3, 6, 9 y 12 meses y con una rentabilidad del 5%. Habría que esperar hasta 1916, cuando el gobierno británico emitió los llamados Bonos de Hacienda.
La emisión de bonos del denominado Tercer Préstamo de Guerra, llevada a cabo en 1917, fue especialmente gravoso para las arcas británicas. Con un interés del 5%, supuso un gran endeudamiento para Gran Bretaña, hasta tal punto que, en los años posteriores, el gobierno británico tuvo que reestructurar la deuda, abonando menores intereses y aplazando vencimientos.
Con la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial, el país también recurrió a la emisión de los llamados Liberty Bonds. La campaña publicitaria de estos bonos fue de gran intensidad, contando con numerosas personalidades del mundo del espectáculo tales como Charles Chaplin. Incluso los boyscouts se sumaron a la campaña. Las cantidades recaudadas en bonos permitieron a Estados Unidos sufragar su participación en la guerra. No obstante, el coste de los intereses que tuvo que pagar el gobierno por la emisión de este tipo de bonos fue de 30.000 millones de dólares.
Segunda Guerra Mundial
Si en la Alemania de la Primera Guerra Mundial se había hecho un gran hincapié para que los particulares adquirieran bonos de guerra, en la Segunda Guerra Mundial encontramos diferencias.
En esta ocasión, la presión se volcó más sobre el sector financiero. Ante la incapacidad para oponerse al régimen nazi, las instituciones financieras alemanas se hicieron con importantes cantidades en bonos. También la ocupación alemana de Checoslovaquia obligó a los bancos del país a comprar grandes cantidades en bonos de guerra alemanes.
Tras el bombardeo japonés a Pearl Harbor, Estados Unidos anunció su entrada en la Segunda Guerra Mundial. Los norteamericanos no dudaron en emplear los bonos de guerra como instrumento de financiación. Así, los bonos de guerra de Estados Unidos proporcionaban una rentabilidad del 2,9% a los 10 años. Estos títulos podían ser comprados tanto por empresas como por particulares y tenían un valor nominal que iba desde los 25 dólares hasta los 10.000 dólares.
Sin duda, las emisiones de bonos de guerra fueron un rotundo éxito en Estados Unidos, con ferias plagadas de banderas y música en las que se anunciaba la venta de bonos. También la prensa, la radio, el mundo del cómic, Hollywood y los veteranos de guerra se embarcaron en una colosal campaña publicitaria sin precedentes. Al igual que en Estados Unidos, en Canadá se emitieron bonos de guerra, también promocionados por una fuerte campaña publicitaria a la que los canadienses respondieron satisfactoriamente.