El dilema de la cena o dilema del comedor sin escrúpulos es una variante del dilema del prisionero con «n» jugadores que pretende demostrar que no siempre la decisión considerada óptima es la más beneficiosa.
Estamos ante una situación que ha sido estudiada en la teoría de juegos. De esta forma, una vez más, se demuestra que la opción que parece más intuitiva, no tiene por qué ser la más acertada para todos. Por tanto, hay que fijarse en el detalle.
Bastiat, economista y filósofo francés, acuñó una frase que lo resume de manera excelente: en economía lo más dañino es lo que no se ve. Porque, al final, lo que podía parecer una buena idea se acaba convirtiendo en una pésima decisión. Por eso, lo mejor es conocer en qué consiste.
Funcionamiento del dilema de la cena
Una serie de personas se reúnen para cenar. Cuando van a pedir deben optar entre una cena barata o cara. Como van a pagar a por igual, la mayoría piensa en pedir el plato caro para que esa pequeña diferencia se difumine entre todos, creyendo que otros pedirán el barato.
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Sin embargo, Gneezy, Haruvy y Yafe (2004) utilizaron la teoría de juegos para realizar un estudio de campo sobre el dilema de la cena. Descubrieron que los sujetos del experimento gastaban más cuando se preveía un gasto común. Por tanto, lo que sucede es que la mayoría pide la cena cara.
Así, esa socialización de las posibles pérdidas acababa repercutiendo en la factura de todos, que sería más alta. En definitiva, lo que nos dice la intuición, que sería pedir platos caros, no parece la mejor decisión lógica, ya que los demás piensan lo mismo y al final todos pagan más.
Razonamiento económico
Esta situación, que bebe de los principios del dilema del prisionero, puede ser explicada desde la economía por la utilidad. Un bien o servicio tiene una utilidad percibida por el consumidor y esta depende de varios factores. Uno de ellos es, precisamente, subjetivo, la percepción del sujeto.
Debemos tener en cuenta que, al final, todos habrán pagado un sobrecoste y algunos no estaban interesados, solo lo hicieron porque todos pagarían por igual. Por tanto, la utilidad percibida global será menor para cada uno de los miembros que si cada cúal pagara lo suyo.
Algo parecido puede suceder en un país. Si creemos que la factura global se va a pagar a partes iguales, lo más probable es que todos los implicados tiendan a gastar. Esto, a su vez, guarda relación con la propensión marginal a consumir, que será mayor si otro paga la factura.
Cómo enfrentar el dilema
La solución es más sencilla de lo que parece, sobre todo, conociendo su funcionamiento con la adecuada educación económica y financiera. De hecho, precisamente consiste en hacer lo contrario a lo que pensamos de forma intuitiva, pero sobre todo, hay que estudiar la situación.
Pensemos en la cena como nuestra propia economía doméstica. En primer lugar, el gasto innecesario siempre es evitable, como bien sabe quién conoce la carrera de la rata, una situación en que nunca tenemos suficiente. No quiere decir que no nos demos un capricho, pero, al menos, no hacerlo cuando lo pagamos todos.
En segundo término, las cuentas siempre claras. Lo mejor es saber a priori como vamos a financiar cada cual el gasto. Debemos tener en cuenta que este dilema se basa en efectos psicológicos que parecen darse de forma generalizada. De esta forma, como veremos en el ejemplo, si consideramos que todo el mundo va a pagar, la tendencia es a pedir lo más caro.
Ejemplo del dilema de la cena
Imaginemos a cinco amigos que se reúnen a cenar. Deciden pagar todo a partes iguales. El restaurante ofrece dos platos, el barato a 30$ y el caro a 50$. La situación que todos piensan es que, como mucho, uno pedirá el caro y el resto el barato, por tanto, pagará cada uno 34 dólares.
Pero sucede que la realidad es otra, uno solo pide el barato y la factura se dispara a 46 dólares. Por lo que parece, todos pensaron lo mismo y como se pagaría a partes iguales, casi todos eligieron el caro. La imagen muestra las diferentes opciones.
Pero hay más, si todos pidieran el caro, la situación extrema, resulta que todos pagarían 50$, pero habrían cenado mejor, o eso podríamos pensar. Pues no exactamente, el dilema de la cena muestra que, en realidad, de haber ido solos habrían pedido tres platos baratos y dos caros, los primeros pagarían 30$ y los segundos 50$ y sería la situación más justa.