Guerra de los Cien Años
Enmarcada en la Baja Edad Media, la guerra de los Cien años se disputó entre Francia e Inglaterra. Pese a su denominación, la contienda combinó periodos de tregua y enfrentamiento, prolongándose durante más de cien años (1337-1453).
Las causas de una guerra tan dilatada en el tiempo se encuentran en cuestiones feudales y de sucesión. Los reyes ingleses, de la dinastía Plantagenet, tenían tierras en Francia, lo que les convertía en vasallos del rey francés.
La muerte sin descendencia del rey Carlos IV de Francia provocó el ascenso al trono de Felipe VI, primo del rey. Eduardo III, rey de Inglaterra y sobrino de Carlos IV, al frente de una poderosa y rica Inglaterra, se vio obligado a rendir vasallaje ante Felipe VI de Francia.
Sin embargo, Eduardo III estaba descontento por tener que ser vasallo del rey francés, al tiempo que consideraba que él también tenía derecho a acceder al trono de Francia. Así pues, la Roberto de Artois, enemistado con el rey francés, se exilió en Inglaterra y se unió a Eduardo III. En respuesta, Felipe VI decidió confiscar Aquitania a Eduardo III y la guerra estalló.
También hay quienes incluyen entre motivos económicos las causas de la guerra . Dada su importancia, Flandes pasó a ser objeto de disputa entre Inglaterra y Francia. Así, una región como Flandes se había erigido en una pieza fundamental en el comercio de vino y lana.
Primera fase de la guerra de los Cien años
La primera fase de la guerra de los Cien años destacó por los arrolladores triunfos de Inglaterra en el campo de batalla. Los ejércitos ingleses se mostraron mucho más efectivos y disciplinados frente a las tropas francesas. Prueba de ello fueron las rotundas victorias de Inglaterra en Crécy en 1346 y en Poitiers en 1356.
El resultado de la primera fase de la guerra fue desastroso para Francia, cuya población padeció saqueos y matanzas. La imagen del rey francés quedaba en entredicho, pues se mostraba incapaz de proteger a sus súbditos y veía cómo Eduardo III le usurpaba poder y territorios.
Un episodio especialmente dramático tuvo lugar cuando la peste negra irrumpió en Europa, dando lugar a un periodo de tregua en los combates de la guerra de los Cien Años.
Juan II de Francia, sucediendo a Felipe VI, continuó con las hostilidades, sufriendo una aplastante derrota en Poitiers en 1356. El monarca francés y numerosos nobles fueron capturados en la batalla. Las desgracias continuaron para Francia y, en el año 1360, Eduardo III se situó a las puertas de París. En tal situación de debilidad, los franceses se vieron obligados a firmar el Tratado de Brétigny. Si bien Eduardo III se hacía con el control de importantes extensiones de terreno en Francia, el rey inglés desistía de sus pretensiones a ocupar el trono francés.
La guerra entre 1360-1380
La segunda fase de la contienda destaca por ser el punto de máxima expansión geográfica del conflicto. En esta ocasión, Francia tuvo que pagar un precio muy elevado por su victoria. El rey Carlos V de Francia, asesorado por el condestable Bertrand du Guesclin, optó por dejar las tierras arrasadas al paso de los ejércitos ingleses. De este modo, los franceses rehuían el enfrentamiento directo con las tropas inglesas.
Debilitados por la falta de alimento y las enfermedades, los ingleses no se encontraban en condiciones de combatir contra los franceses. Sin embargo, para los campesinos fue una época terrible, pues vieron cómo sus tierras eran arrasadas tanto por ingleses como franceses.
La guerra civil castellana entre Pedro I de Castilla y Enrique de Trastámara también se convirtió en un escenario de disputa de la guerra de los Cien Años. Los ingleses apoyaron a Pedro I, mientras que los franceses lucharon junto a Enrique de Trastámara. La definitiva victoria de Enrique en la guerra civil castellana le otorgó a Francia un gran aliado en su contienda contra Inglaterra.
En este periodo de la guerra, donde las derrotas inglesas se sucedieron, Inglaterra tan solo mantuvo el control de un puñado de plazas en suelo francés (Burdeos, Bayona y Calais).
Enrique V
La muerte de Eduardo III hizo ascender al trono a Ricardo II en 1377 siendo tan solo un niño. Sin embargo, en 1399, Ricardo II fue depuesto por Enrique de Lancaster, quien se proclamó monarca bajo el nombre de Enrique IV. Una nueva dinastía irrumpía en la corona inglesa. Se trataba de los Lancaster. Precisamente, el hijo de Enrique IV, jugaría un papel muy importante en la guerra de los Cien Años.
Con Enrique V reinando en Inglaterra y Carlos VI como rey de Francia, las tensiones entre franceses e ingleses fueron en aumento hasta desembocar en una nueva guerra. Así, Enrique V volvió a reclamar el trono de Francia y en 1415 hizo desembarcar un gran ejército en Normandía.
Enrique cosechó importantes victorias ante los franceses, como en Agincourt (1415). No obstante, el ejército de Enrique V estaba muy desgastado por la contienda y tuvo que reembarcar. Llegado 1417, el ejército de Enrique V atacó nuevamente en Normandía.
Los franceses volvieron a sufrir derrotas y, no solo se enfrentaron a Inglaterra, sino que además combatían contra los borgoñones. Vencidos una vez más, los franceses, con Carlos VI en el trono, terminaron firmando el Tratado de Troyes en 1420. De este modo, Enrique V pasó a ser regente y heredero de la corona francesa.
De nuevo, la guerra
En 1422 falleció Enrique V y dos meses después murió Carlos VI. Rompiendo lo establecido en el Tratado de Troyes, se proclamó rey a Carlos VII en lugar de nombrar rey a Enrique VI (hijo de Enrique V).
Los ingleses, viendo a Carlos VII de Francia como un usurpador, invadieron Francia. La situación militar de los franceses llegó al borde de la catástrofe, siendo asediado su último bastión: la ciudad de Orléans. Pero en 1428 las tornas de la guerra cambiaron y Francia recuperó la iniciativa gracias al liderazgo de una joven campesina conocida como Juana de Arco.
Juana, creyendo haber sido llamada por Dios para expulsar a los ingleses de tierras francesas, acaudilló a las tropas francesas en una sucesión de victorias militares. Con Inglaterra perdiendo la guerra, Carlos VII fue proclamado rey de Francia en la ciudad de Reims. No obstante, Juana terminó siendo traicionada y, capturada por los borgoñones. Juzgada por herejía, murió en la hoguera.
Las victorias francesas en la guerra de los Cien Años prosiguieron, lo que les llevó a recuperar París. Mientras tanto, Inglaterra se debilitaba entre en medio de enfrentamientos internos, al tiempo que en 1435 perdía su alianza con Borgoña.
Las últimas campañas francesas arrollaron a los ingleses, expulsándolos de todo el país, a excepción de la ciudad fortificada de Calais. Tras una larga lucha entre la que se habían intercalado periodos de tregua, la guerra de los Cien Años terminaba en 1453.
Aspectos económicos
La brutalidad de un conflicto como la guerra de los Cien Años tuvo un gran impacto sobre la actividad económica. Los campesinos buscaban protegerse de los saqueos y de la destrucción de sus cosechas. Por ello, los comerciantes les ofrecían alquilar viviendas y almacenes en los que ponerse a buen resguardo y también proteger sus mercancías.
Sin duda, la guerra de los Cien Años supuso un cambio drástico en el almacenamiento de mercancías. La destrucción causada por la guerra, provocó que dejasen de utilizarse los almacenes que quedaban fuera de la protección de las ciudades amuralladas.
La agricultura y la ganadería también sufrieron cambios, por lo que se reagruparon las tierras y se erigieron nuevos establos. Por el contrario, el desastre de la guerra provocó una caída en el consumo de bienes fabricados por artesanos. Como es obvio, el sector de la artesanía que experimentó un importante crecimiento fue el de la fabricación de armas, especialmente cuando los enfrentamientos bélicos alcanzaron mayor intensidad.
Bien es cierto que el comercio se vio afectado por la guerra, aunque nunca llegó a paralizarse por completo. Así, el sitio de la ciudad de Orléans, situada a orillas del Loira, perjudicó al tráfico por vía fluvial. Más aún, la situación de guerra en Francia obligó a los comerciantes a disponer de salvoconductos para poder llevar a cabo sus negocios. Hubo casos en los que incluso, las tropas se encargaron de brindar protección al tránsito de mercancías. Consecuencia del incremento de la inseguridad en la circulación de mercancías fue el gran incremento de los precios de ciertos productos, que solo quedaron al alcance de los más acaudalados.
Así pues, pese al perjuicio de la guerra sobre el comercio, las materias primas fluían, aunque con mayor dificultad. El hierro llegaba procedente de los reinos de España y también la sal de Nantes. Incluso productos como los textiles de Maine, el vino de Orléans o las ruedas fabricadas en Londres llegaban a su destino.
Hubo que esperar hasta 1444, cuando, gracias a la Tregua de Tours, el tránsito de mercancías a través de Francia resultó ser más seguro.
Mientras la guerra avanzaba, los mercaderes formaron agrupaciones para protegerse de los abusos, defendiéndose ante requisiciones. Más aún, los grupos de mercaderes podían recurrir a la justicia para proteger sus intereses, sin olvidar que pelearon por acabar con el pago de peajes.