Llega a su fin 2022, un año lleno de cambios para la economía mundial. ¿Cuáles han sido los grandes hitos económicos que han cambiado nuestro día a día? ¡Veámoslo!
La guerra de Ucrania
El precio de la electricidad, ya en alza desde mediados de 2021, creció con fuerza, llegando a cotas extremas en Europa
El año 2022 comenzaba con un gran interrogante: la inflación. Las primeras señales de alarma ya se habían encendido en la mitad de 2021, empezando por el empuje de las bolsas y la subida de precios de las materias primas. Después, el alza del transporte alimentó los temores de que la economía mundial podía estar recalentándose, mientras los minoristas comenzaban a denunciar una fuerte presión de los costes.
El mundo llegaba así a enero de 2022 con un proceso inflacionario en ciernes, unos mercados financieros bastante menos eufóricos y un ritmo de crecimiento cada vez más lento. En ese contexto, llegó la guerra de Ucrania.
Los efectos directos del conflicto fueron los primeros en aparecer. Siendo Ucrania uno de los principales productores mundiales de trigo, el precio de la harina y el pan aumentó en todo el mundo. En algunos países de Oriente Medio como Egipto o Irán, especialmente dependientes del trigo ucraniano, la guerra provocó una fuerte escasez de productos básicos.
Después llegaron las sanciones de Estados Unidos a Rusia, secundadas por la Unión Europea, Japón y muchos otros países. Más allá de la congelación de activos rusos y la restricción al uso del rublo en el extranjero, las medidas relacionadas con la energía fueron las que tuvieron un mayor impacto. El motivo de ello es que, al restringir las importaciones de gas y petróleo procedentes de Rusia, el mundo ha perdido a uno de los mayores proveedores de combustibles fósiles.
El precio de la electricidad, ya en alza desde mediados de 2021, creció con fuerza, llegando a cotas extremas en Europa. Para que nos hagamos una idea de la magnitud de este aumento, estamos hablando de un encarecimiento interanual del 411 % en España y Portugal, 343 % en Grecia y 336 % en Francia, en el primer trimestre del año.
A día de hoy la guerra en Ucrania continúa, y si bien avances como la reanudación de las exportaciones de grano han traído algo de calma a los mercados, el sector energético sigue pasando una época difícil. No podía ser de otra manera, ya que al fin y al cabo, hablamos de dejar fuera del mercado al segundo productor mundial de gas y petróleo.
El encarecimiento de la vida
Muchas personas confunden los efectos de la guerra con la inflación que ya se gestaba desde el año pasado, pero el resultado es igual: vivir hoy es mucho más caro que a principios de este año
Como hemos comentado, la guerra de Ucrania profundizó un problema previo con respecto al coste de la vida. Recordemos que el problema no era nuevo, dado que en 2021 ya se gestaba un proceso inflacionario, debido a que los bancos centrales del mundo habían decidido afrontar la pandemia aumentando como nunca la cantidad de dinero en circulación.
Como suele ocurrir cuando la oferta monetaria crece por encima de la demanda, ese excedente monetario repercutió primero sobre las bolsas, luego sobre las materias primas y después sobre el transporte y el comercio mayorista. Cuando este proceso llegaba a su última fase, los servicios y el comercio minorista, estalló la guerra.
Esta coincidencia temporal ha generado bastante confusión sobre el origen del problema. De hecho, muchas personas parecen haber entendido que la causa del encarecimiento de la vida es la guerra, cuando en realidad se trata de un fenómeno previo. En cualquier caso, eso no cambia el resultado final: vivir hoy es mucho más caro que a principios de este año.
En Estados Unidos, por ejemplo, la tasa interanual de inflación no ha bajado del 7 % en ningún mes del año, con un máximo del 9,06 % en junio. El problema también ha llegado al mundo hispano, especialmente a países con desequilibrios monetarios previos como Argentina o Venezuela. Sin embargo, también ha habido fuertes presiones inflacionarias en Chile, Nicaragua, Colombia, Paraguay, Brasil y Uruguay.
Los tipos de interés
En la medida en que se reducen el consumo y la inversión, también se moderan el crecimiento y la creación de empleo
Como consecuencia de este aumento de los precios, la mayor parte de los bancos centrales ha decidido dar marcha atrás en sus políticas de expansión monetaria. De hecho, las medidas tomadas en 2022 han adquirido un sesgo claramente restrictivo. Estas iniciativas han sido lideradas por la Reserva Federal (FED), al ser Estados Unidos una de las primeras economías de peso en sentir el problema de la inflación. Otras instituciones, como el Banco de Inglaterra y el Banco Central Europeo (BCE), han acabado por unirse, con más o menos entusiasmo.
Si bien las medidas tomadas han variado de un país a otro, en la mayoría de los casos han incluido subidas en los tipos de interés. La idea es que, de esta manera, se limite el crecimiento del crédito, y con ello, el del dinero en circulación. De esta manera, se busca moderar el crecimiento de la demanda agregada y aliviar la presión sobre los precios al consumo.
El problema es que, como suele ocurrir en estos casos, las subidas de tipos de interés no solo han tenido efectos sobre los precios. En la medida en que se reducen el consumo y la inversión, también se moderan el crecimiento y la creación de empleo.
Además, estas medidas han empeorado considerablemente la calidad de vida de muchas personas endeudadas en préstamos a tipo variable, que ven cómo sus deudas crecen con rapidez. A esto se suma el hecho de que existe una cierta inercia inflacionaria y los efectos de las subidas de tipos sobre los precios no son inmediatos.
Esto significa que, de alguna manera, estas personas sufren lo peor de los dos mundos: pagan unos tipos de interés más altos, pero en la compra pagan unos precios todavía hinchados por la inflación heredada.
Por último, las subidas de tipos de la FED han tenido también un profundo impacto en la cotización de otras monedas. Recordemos que, al aumentar el rendimiento de los activos financieros en Estados Unidos, muchos capitales se han redirigido a ese país, fortaleciendo al dólar frente a otras divisas.
Este fenómeno, que siempre tiene un impacto muy directo en el mundo hispano, se ha traducido en devaluación de las divisas, deterioro de la balanza de pagos y una extensión al resto del continente de las subidas de tipos.
El desplome del euro
Entre el 1 de enero y el 26 de septiembre de 2022, el euro cayó un 16 % frente al dólar
Hasta ahora, el proceso que acabamos de describir era relativamente frecuente en las economías emergentes. Con tipos bajos en la FED, los inversores salían de Estados Unidos a buscar más rentabilidad y los países receptores crecían. Cuando los tipos volvían a subir, los capitales regresaban y los mercados emergentes se veían perjudicados. La novedad es que, esta vez, ha ocurrido algo similar en Europa.
Lo que ha ocurrido es que el Banco Central Europeo ha sido especialmente reacio a seguir la tendencia marcada por la FED. De hecho, empezó el año con los tipos de interés en el 0 % y no anunció la primera subida hasta finales de julio. Cuando lo hizo, la tasa de referencia se quedó en apenas un 0,5 %. Para entonces, esa misma variable en Estados Unidos ya superaba el 2 %.
Durante el resto del año el BCE siguió aplicando subidas de tipos, pero siempre con un importante retraso con respecto a sus homólogos de otros países.
El primer efecto de esta decisión ha sido un hundimiento histórico de la cotización del euro con respecto al dólar. Para que nos hagamos una idea de la magnitud de esta caída, el 1 de enero de este año un euro equivalía a 1,14 dólares. El 26 de septiembre la moneda europea llegaba a su mínimo anual de 0,96 dólares: una caída del 16 %. En esas fechas, el euro también se devaluaba frente al franco suizo, al yuan chino y hasta el yen japonés.
En los últimos meses del año, el BCE anunció subidas de tipos algo más agresivas, lo que permitió traer algo de calma a los mercados y recuperar parte del terreno perdido. Aún así, la cotización euro-dólar sigue en cotas más bajas que a principios de año.
El fantasma de la estanflación
Se podría llegar a un contexto en el que la economía no crece, pero los precios siguen subiendo
Ante esta situación, es natural preguntarse por qué el BCE ha mostrado tanta resistencia a dar un giro restrictivo a la política monetaria. Y es interesante hacernos esta pregunta, porque puede ayudarnos a entender otro de los hitos económicos de este año. Un tema que, lejos de ser un asunto específicamente europeo, se encuentra en la agenda de todos los gobiernos del mundo.
El primer motivo es un fenómeno que ya hemos descrito anteriormente: cuando los tipos de interés suben muy rápido, el crédito se contrae. Esto da lugar a una caída del consumo y de la inversión, lo cual antes o después repercute en menos crecimiento y destrucción de puestos de trabajo. En otras palabras, podemos decir que el remedio contra la inflación suele ser muy amargo para las economías, dado que deteriora el contexto en el que operan los mercados.
Al mismo tiempo, subir los tipos de interés encarece la financiación de familias y empresas, pero también del Estado. Como hemos explicado en artículos anteriores, este problema tiene su origen en la práctica del rollover, que consiste en la renovación constante de la deuda pública. El problema es especialmente relevante en las economías con gobiernos más endeudados, como los del sur de Europa, pero también en Hispanoamérica.
Por este motivo, existe el temor de que si la financiación de los gobiernos se encarece, pueda haber una nueva crisis de deuda soberana como la de Europa en 2011-2012. Un supuesto que, unido a un escenario de contracción del crecimiento, podría dar lugar a una nueva recesión de muchas economías.
Si a esto le sumamos el retraso de las medidas contra la inflación, se podría llegar a un contexto en el que la economía no crece, pero los precios siguen subiendo. Una situación que en economía se conoce como estanflación, y que suele ser uno de los grandes temores de las autoridades económicas, por las repercusiones sociales que conlleva.
Esta preocupación nos permite entender por qué no se ha optado por una restricción más agresiva de la política monetaria. Los bancos centrales han buscado combatir la inflación, pero intentando al mismo tiempo no llevar a las economías a la recesión y no comprometer la capacidad de los gobiernos para garantizar la deuda pública. Un equilibrio difícil de lograr, pero que constituirá sin dudas uno de los grandes retos de la economía mundial en 2023.
En resumen, si el año 2021 había estado marcado por la recuperación post pandemia y la euforia de los mercados, 2022 ha sido el año de la guerra y la inflación. Se abre así un nuevo escenario en 2023 lleno de desafíos, donde más que nunca será imprescindible seguir la actualidad económica. Por ello, desde Economipedia renovamos nuestro compromiso de seguir explicando lo que ocurre en la economía mundial, y deseamos a nuestros lectores un feliz Año Nuevo.
apgrageragmail-com dice
En un foro especializado en economía como este, donde doy por hecho que colaboran economistas que conocen bien su profesión, me parece increíble que no se mencionen en el artículo, como ejemplo positivo, las medidas tomadas por el gobierno español (junto con el portugués en el caso del tope al gas) que han permitido controlar el precio de la energía y la inflación para situarla en los niveles más bajos de Europa. Incluso nuestro PIB crecerá este año por encima de las previsiones.
Tanto es así que a pesar de las reticencias, Europa ha decidido seguir por ese camino.
También me resulta insólito que no se profundice en las consecuencias nefastas que ha producido en Europa seguir el dictado de USA en las sanciones a Rusia que nos perjudican de forma terrible a los europeos. ¿Qué sentido tiene imponer unas sanciones que a quién más perjudican es a nosotros y más benefician a los estados unidos que ahora nos venden el gas mucho más caro? ¿Impuso Europa sanciones a USA cuando inició la guerra sin sentido de Irak, con las mentiras comprobadas de las armas de destrucción masiva?
Como ciudadano responsable creo que no se puede ser equidistante en el análisis económico de una situación mundial que tiene claramente el foco de los problemas al otro lado del Atlántico.