Ilíquido
La palabra ilíquido suele usarse, en el ámbito económico y financiero, para calificar a un activo que es difícil de comprar o vender de forma rápida.
La iliquidez significa, en otras palabras, que el bien en cuestión no puede convertirse rápidamente en dinero. Esto, al menos que el vendedor esté dispuesto a hacer una concesión muy significativa en cuanto a precio.
La iliquidez puede deberse a factores como la escasez de demanda o a un tamaño de mercado muy reducido. Así, se genera una dificultad para encontrar comprador.
Otra acepción de ilíquido
La iliquidez también puede atribuirse a una deuda cuando el monto de la cuenta o factura no está aún definida. Esto puede deberse a una dificultad para cuantificar la obligación por tratarse de un concepto muy complejo como, por ejemplo, una indemnización que debe pagar una aseguradora por las pérdidas estimadas tras un desastre natural.
En todo caso, una obligación ilíquida es aquella cuyo importe aún no ha sido determinado y, por ende, está pendiente de cancelar.
Activos y pasivos ilíquidos
Los activos también pueden clasificarse de acuerdo a su liquidez dentro del balance de situación. Así, aquellos ilíquidos son los conocidos como activos no corrientes o de largo plazo.
Los activos no corrientes son, por ejemplo, los bienes inmuebles, pues son difíciles de vender rápidamente. Asimismo, tenemos las inversiones a largo plazo donde la idea es mantenerlas por un periodo prolongado de más de un año, antes de recuperar el capital inicial.
De igual modo, los pasivos ilíquidos son aquellos no corrientes. Dentro de este grupo, la cuenta más representativa quizás es la de obligaciones a largo plazo, siendo préstamos con periodos mayores de un año.
Cabe señalar que una empresa puede ser ilíquida, pero rentable. Esto último sucede cuando en la cuenta de resultados la firma registra un resultado positivo. Sin embargo, en el flujo de efectivo es lo contrario, mostrando un saldo negativo.
Esto último puede generar problemas a la compañía para enfrentar eventuales emergencias y gastos corrientes o cotidianos, como la compra de materiales que se requieren a diario en la oficina.