Posición estratégica
Una posición estratégica es el conjunto global de decisiones compradoras o vendedoras de un inversor con respecto a su patrimonio. Dichas decisiones, a nivel agregado, configuran la estrategia de cada inversor, y van dirigidas al cumplimiento de sus objetivos.
En el ámbito financiero, tener una estrategia de inversión es fundamental para cualquier inversor. De lo contrario, es posible que acabe tomando malas decisiones dado que no tiene claro cómo alcanzar sus objetivos.
Por ejemplo, un inversor en EE. UU. puede marcar como objetivo una rentabilidad anual del 5 %, pero limitando la volatilidad y la exposición al riesgo de divisa. Para conseguirlo, debe pensar en una estrategia adecuada.
En este caso, una posición estratégica podría ser invertir un 50 % de su cartera en deuda de mercados emergentes, con valores denominados en moneda extranjera. La otra mitad podría invertirla en su país, pero dividiéndola en dos partes iguales: 25 % en bonos del Tesoro y 25 % en S&P 500.
Con estas posiciones estratégicas, el inversor podría acceder a la rentabilidad propia de los mercados emergentes, pero su volatilidad solo afectaría a la mitad de su cartera. Al mismo tiempo, la otra mitad le permitiría obtener beneficios quizás más limitados, pero libres del riesgo de divisa.
¿Cómo se elabora una estrategia?
El primer paso para desarrollar una estrategia adecuada es configurar el perfil del inversor. En él se incluyen condicionantes como el capital disponible, la experiencia inversora y los conocimientos financieros. Además, se obtienen factores imprescindibles como la rentabilidad mínima esperada y la aversión al riesgo.
Una vez aclarado el perfil del inversor, se establecen los objetivos. Por ejemplo, si el cliente solo se plantea invertir si tiene una rentabilidad mínima del 2 % anual, un objetivo podría ser obtener un 3 %.
Un aspecto esencial en este sentido, como hemos comentado antes, es el perfil de riesgo. Si se trata de un inversor muy conservador, habrá que pensar en limitar todos los riesgos posibles. Si se trata de un perfil más arriesgado, se puede ampliar el límite de exposición a valores más volátiles.
De esta manera, un inversor con mucha aversión al riesgo puede ponerse como objetivo limitar al 5 % la volatilidad de su cartera. Por el contrario, si está dispuesto a asumir más riesgos a cambio de mayor rentabilidad, puede cambiar su objetivo a un máximo del 30 %.
Es aquí donde aparece la estrategia. Si el objetivo es tener una rentabilidad del 3 % y los tipos de interés son altos, puede ser suficiente con abrir una posición estratégica de toda la cartera en bonos del Tesoro. Pero si los tipos están bajos, quizás una estrategia pueda ser invertir la mitad de la cartera en esos valores y la otra mitad en Bolsa.
A su vez, el riesgo también es un factor determinante para plantear una estrategia. En el caso de un cliente muy conservador, si vive en un país de moneda fuerte, puede tener como estrategia evitar invertir en valores extranjeros. Si, en cambio, tiene menos aversión al riesgo, una estrategia podría ser mantener un 30 % de su cartera en mercados emergentes.
Diferencia entre táctica, estrategia y objetivos
En conclusión, podríamos decir que la estrategia es la tendencia que está presente en todas las decisiones dirigidas a alcanzar las metas del inversor. En cierto sentido, la estrategia es la vía elegida para cumplir los objetivos.
De forma análoga, la táctica es la materialización de la estrategia. Recordemos que, una vez elaborada una estrategia, para llevarla a la práctica será necesario tomar decisiones. Esas decisiones concretas, a su vez, conforman la táctica del inversor.
Dado que la coyuntura de los mercados cambia constantemente, lo normal es que las tácticas también lo hagan. De hecho, muchos inversores cuentan con una gran variedad de tácticas a su disposición, al servicio de una única estrategia y de los mismos objetivos.
Siguiendo los ejemplos anteriores, tomemos un inversor con la estrategia de mantener un 30 % de su cartera en mercados emergentes. Una táctica para ello podría ser dividir ese capital en valores públicos y privados de India, Turquía, Brasil y México.
Sin embargo, no todas las tácticas revelan de forma tan clara cuál es la estrategia a la que sirven. Por ejemplo, si se previera una fuerte caída de la lira turca, el inversor podría repatriar a EE. UU. el capital invertido en Turquía para ponerlo a salvo y dentro de unos meses reinvertirlo, por ejemplo, en Chile. En ese caso, estaríamos hablando de una «retirada táctica» de los mercados emergentes, dado que la estrategia de estar presente en ellos se mantiene.