Todos los seres humanos tienen un objetivo innegociable. Todos queremos ser felices. Cuando no somos felices, el dinero y la economía pasan a un plano indudablemente irrelevante. Estudiar la felicidad de los pueblos, dada la subjetividad de la misma, puede suponer una tarea utópica. Sin embargo, en el Himalaya lo han hecho. ¿Quieres saber lo que dicen los resultados?
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha traído a colación este tema debido a los últimos resultados recogidos en el índice de felicidad nacional bruta (FNB). Los resultados no se han hecho esperar y reflejan que la población objeto de estudio (Bután) es, en su mayoría, una población feliz.
El concepto de felicidad es complicado de medir. Sobre todo porque todos tenemos una concepción diferente de lo que significa ser feliz. Utilizar las matemáticas y la estadística puede ser peligroso en estos casos, ya que los resultados pueden tener sesgos de diferente tipología.
Crecimiento económico y felicidad
Las medidas más conocidas para medir el desarrollo de una sociedad y su nivel de bienestar suelen girar en torno a métricas de ingreso. Por ejemplo, el salario medio, el PIB o el PIB per cápita. Este enfoque no es inservible, pero presenta limitaciones evidentes.
En 1972 Singye Wangchuck, rey de Bután, cayó en la cuenta y declaró que:
‘La felicidad nacional bruta es más importante que el PIB’.
Singye Wangchuck
No obstante, la felicidad nacional bruta (FNB) pretende complementar (no sustituir) a estas medidas de ingreso para ofrecer una perspectiva más real del bienestar. El crecimiento económico no tiene sentido si no nos reporta felicidad y bienestar.
Felicidad no es incompatible con crecimiento
En Bután lo tienen claro desde hace 50 años. El bienestar social, el respeto al medio ambiente y la felicidad son los aspectos centrales sobre los que se basa todo. La economía queda, en este sentido, relegada a un segundo lugar.
Para ellos, la sociedad occidental tiene una enfermedad mental y no lo sabe. Viven constantemente preocupados, estresados, se desviven por el trabajo y proyectan su felicidad hacia afuera. Para ellos es mucho más simple: todo lo que necesitas para ser feliz está dentro de ti.
El gráfico ofrecido por el FMI no deja lugar a dudas. Con esa filosofía, Bután ha multiplicado su PIB per cápita por 6. En el mismo periodo de tiempo su esperanza de vida ha aumentado desde los 45 años (1980), hasta los 70 años (2016).
A nivel educativo la inscripción escolar ha pasado del 19% (1970) al 100% de alumnos inscritos en edad oficial de cursar enseñanza primaria (2012). La tasa de incidencia de la pobreza ha pasado de un 23,2% en 2012 al 8,2% hacia 2017.
Y por si todo esto fuera poco, las emisiones de CO2 per cápita son 16 veces menos que en Estados Unidos, 6 veces menos que en Europa y más de la mitad de lo que se contamina per cápita en Latinoamérica.
Con todo, los últimos resultados de la encuesta de felicidad nacional bruta indican que tan solo un 10% de la población se considera desdichada. O dicho de otro modo, el 90% de la población se considera feliz.
Bután es un caso interesante al que merece la pena hacer seguimiento. No ya por el ejemplo a nivel de respeto medioambiental y de la vida humana, sino también para ir viendo como evolucionan sus métricas económicas a pesar de no seguir los métodos tradicionales.