Con la celebración de la reunión anual del Foro Económico Mundial, la publicación de la actualización del informe WEO, así como otros sucesos, el 2021 comienza muy pendiente de la situación económica.
Con el entusiasmo que supone el inicio de un nuevo año, la llegada de las vacunas a numerosos países y lo que esta situación supone para la población más vulnerable ante una tercera ola, la economía, como en años pasados, y junto a los retos que plantea la situación en el nuevo año, ha ganado una relevancia especial en la tribuna pública. Hoy, los principales periódicos en el mundo dejan atrás otros asuntos muy candentes para poner sus titulares a disposición de unas noticias económicas que no dejan de sucederse.
Así pues, los sucesos mencionados, en adición a la celebración de la tan emblemática reunión anual del Foro Económico Mundial (por sus siglas en inglés, WEF) en Davos, en un momento en el que, también, se publicaban las perspectivas para la economía mundial por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI), revisadas y actualizadas, todas ellas, en el informe WEO, han devuelto a la economía al lugar que le correspondía. Todo ello, en un escenario en el que, como decíamos, otra serie de sucesos, como las tensiones en Estados Unidos, o las teorías conspiranoicas sobre el asalto al Capitolio de la democracia más antigua del mundo, estaban apartando el foco de una situación que requiere de especial atención.
Y es que, aunque las perspectivas ofrezcan una visión, a priori, fidedigna del comportamiento que prevén mostrar las distintas economías en el planeta, y aunque la vacuna sea ya una realidad, generando en las perspectivas un mayor dinamismo que ya registran muchas de las economías que integran la OCDE, lo cierto es que no por ello debemos desatender el escenario estructural y coyuntural al que se estas se enfrentan. Pues, como sabemos, hablamos de una crisis muy distinta, y en la que uno de los grandes retos ha sido, precisamente, la propia confección de predicciones ante semejante incertidumbre.
En este sentido, y con relación a lo comentado, basta con atender al histórico de previsiones para darnos cuenta de que, en primer lugar, el FMI pronosticó correctamente, entre 1991 y 2016, 47 recesiones, acertando tan solo un 15% de las veces. Todo ello, en un escenario, incluso, menos incierto que el actual. De la misma forma, en lo que respecta a la carrera por la vacuna, aún quedan muchas incógnitas por despejar en el horizonte como para garantizar fechas exactas de vacunación. Máxime, teniendo en cuenta la escasez y la desigualdad en materia de recursos que presenta el contraste de economías en el planeta.
Por esta razón, no podemos quedarnos en el titular. Sino todo lo contrario, debemos plantear los debates que deben situarse en la tribuna pública. Y que, de no sucederse todo como se espera, podamos contar con planes de contingencia, así como vías alternativas, para enfrentar los muy diversos escenarios posibles.
Una desigualdad muy peligrosa
Como sabemos, se habla constantemente de que la vacuna ya es una realidad. Sin embargo, que esta vacuna sea una realidad, atendiendo a la situación que se muestra en determinados países, no es la mejor de las noticias. Y es que, aunque sea de gran relevancia la llegada del tan ansiado, y buscado, antídoto, debemos saber que este no tendrá ningún efecto en la sociedad si no se logra administrar correctamente en tiempo y forma antes del verano. Pues, para que la vacuna surta efecto y las previsiones se cumplan, los plazos deben cumplirse. Y deben cumplirse, en un escenario en el que, además de que se está dando por hecho una capacidad similar para el conjunto de economías que no es real, las propias farmacéuticas ya dudan de su capacidad para fabricar las vacunas que precisa el planeta.
Y es que, mientras tenemos a países con grandes, y muy fortalecidos, sistemas sanitarios, lo cierto, a la par que evidente, es que no todos los países cuentan con estos sistemas que describimos. Pues, por un lado, tenemos economías como Alemania, Holanda, España, entre otras, que pueden hacer frente a situaciones de colapso hospitalario, situaciones de gran incidencia y que deben controlarse desde el propio sistema sanitario, con su esfuerzo y su coordinación. Mientras que, por otro, tenemos economías como las de Latinoamérica o Centroamérica, donde sobrevivir al virus es, en ocasiones, el auténtico reto.
Así pues, esto se debe a una incapacidad real de hacer frente a la pandemia por una escasez de recursos que, aun siendo conocida, es muy preocupante para la ciudadanía. En este contexto, hablamos de unos indicadores que, como las camas de hospital por cada 1.000 habitantes, muestran una escasez desmesurada en las economías de América Latina. Pues, en este sentido, el índice muestra como en la mayoría de las economías que integran la región no llegan ni a una cama por cada 1.000 habitantes.
Debemos ser conscientes de lo que supone dicha situación, pues ya no solo hablamos de una sanidad que se muestra menos capaz de salvar personas, sino de una sanidad incapaz, siquiera, de atender a los ciudadanos en el país.
Sin embargo, siguiendo el análisis de estos indicadores podemos observar la magnitud del problema que aquí detallamos. Pues se observa una muy clara, y escasa, densidad de médicos por cada 1.000 habitantes en los distintos países de la región. Una densidad que, en el mejor de los casos, asciende a los 2 médicos por cada 1.000 habitantes. No obstante, como decíamos, estaríamos haciendo alusión a las colas de la distribución estadística o, dicho de otra forma, a lo que podríamos considerar la excepción. Pues, analizando la media y la moda en los distintos países que integran dicho bloque económico, hablamos de una densidad que, por lo general, oscila entre 0 y 1 médico por cada 1.000 habitantes.
Con estos datos en la mano, de nada sirve generalizar al hablar de recuperación económica. Los datos, como digo, muestran una escasez que podría dificultar la situación en los próximos meses. Por ello, debemos ser cautelosos y no caer en una injustificada autocomplacencia, mirando unas perspectivas que se muestran, incluso a ojos del propio FMI, muy volátiles.
Unas previsiones que tampoco nos animan a confiar
Pero si la escasez de recursos es un motivo para desconfiar de las previsiones, las propias previsiones, como comentaba y ante un entorno de tanta incertidumbre, también es un motivo de peso como para no caer en esa autocomplacencia que comentábamos. Y es que, con esto, no estoy hablando de desviaciones sustancialmente notables, pero sí de desviaciones que podrían poner en peligro, nuevamente, a la economía. Así como seguir ensanchando esa consolidación de pérdidas que acusan muchos territorios en su análisis.
En este sentido, el comunicado que hacía el FMI hacía alusión a que, en medio de esta excepcional incertidumbre, se proyecta que la economía mundial crecerá a un ritmo del 5,5% en 2021, mientras que moderará dicho ritmo hasta situarse en el 4,2% en 2022. Las proyecciones para 2021 se han revisado al alza en 0,3 puntos porcentuales con respecto al pronóstico anterior, en vista de las expectativas de un fortalecimiento de la actividad más avanzado el año gracias a las vacunas y al respaldo adicional de las políticas en algunas grandes economías. Sin embargo, como nos tiene acostumbrados el FMI en los últimos meses, se muestran avisos a lo largo del informe que hablan de que la solidez de la recuperación varía considerablemente entre países, dependiendo del acceso a intervenciones médicas, la eficacia del apoyo de las políticas, la exposición a repercusiones económicas transfronterizas y las características estructurales de cada economía al inicio de la crisis.
Así pues, lo que muestra el FMI es que no podemos confiar en que los pronósticos se cumplirán con total confianza. Es más, atendiendo a lo que comentábamos anteriormente, conviene resaltar el último artículo (aquí) en el que nuestro compañero, José Francisco López, analizaba la capacidad de pronóstico del organismo. En este artículo, el redactor jefe de Economipedia comentaba que entre los años 1991 y 2016 el FMI pronosticó correctamente 47 recesiones sobre una muestra de 117 países. En contraste con esta cifra, en realidad se registraron 313 recesiones. Estos cálculos, como bien decía nuestro compañero nos hacen llegar a la conclusión de que tan solo un 15% de las veces, el FMI acertó en sus pronósticos.
Así pues, si tenemos en cuenta los condicionantes que plantea el FMI, así como el acierto en sus pronósticos, la última publicación que realiza el organismo debería servirnos como una herramienta para guiarnos, pero no como un reflejo de que la economía crecerá, al margen de lo que ocurra en los próximos meses. Los riesgos presentan una importancia destacada, y los pronósticos se hacen en un momento de extrema incertidumbre, lo que nos debería motivar a seguir trabajando y, atendiendo a lo que muestra el FMI, a plantear mecanismos para evitar que se activen aquellos riesgos que, precisamente, ponen en peligro esta recuperación tan necesaria.