Bajada de impuestos, medidas monetarias y fiscales expansivas e incremento del gasto público son las estrategias que el país ha incentivado para volver a la senda del crecimiento económico, que supera el 7%, y dejar atrás directrices de austeridad, rescates bancarios y crisis institucionales, entre otros factores.
La debacle económica en Irlanda comenzó 10 días después de la caída de Lehman Brothers: el 25 de septiembre de 2008, el país se declara oficialmente el primero de la zona euro en recesión; asimismo, dos años más tarde, el gobierno de Brian Cowen apunta la necesidad de 50.000 millones de euros para recapitalizar la banca. De hecho, fue entonces cuando la comunidad europea empieza a recomendar al estado irlandés que acepte un rescate.
Poco tiempo después, el 21 de noviembre de 2010, Irlanda acepta una ayuda financiera de 85.000 millones de euros, al 5.8% de interés y con un periodo de devolución de 7 años y medio: 35.000 millones para el sector bancario y el resto para cuadrar las cuentas públicas. Así las cosas, Brian Cowen dimite y abre elecciones en Irlanda.
En marzo de 2011, Enda Kenny llega al poder con Michael Noonan como ministro de finanzas al frente, creando el conocido «National Recovery Plan”: una dinámica de recorte de 15.000 millones en los cuatro años siguientes y que supuso la disminución del subsidio de desempleo; reducción de la pensión de jubilación; despido de 25.000 funcionarios; incremento de las tasas universitarias y disminución del salario mínimo, entre otras medidas. Mientras, la prima de riesgo irlandesa llega a su pico más alto el 18 de julio de ese mismo año, 2011.
Partiendo de tan complejo contexto, los expertos aseguran que “el crecimiento económico irlandés ha venido dado básicamente por la devaluación del euro, que ha permitido exportar a sus dos clientes principales -Estados Unidos y Reino Unido- a un precio más competitivo; la caída del precio del crudo que ha generado tensiones deflacionistas; un incremento de los salarios reales, después del derrumbe de los mismos por los recortes, que han incentivado el consumo privado interno; y, a la vez, por la compra por parte del BCE (Banco Central Europeo) de bonos de deuda irlandesa, una iniciativa que abarató su coste permitiendo mayor margen presupuestario para incentivar el consumo y la demanda agregada interna”.
Consecuencias de la recuperación
Una secuela inquietante en el caso de la recuperación económica irlandesa es el fuerte incremento del valor de los inmuebles. Datos ofrecidos por el CSO (Central Statistics Office) aseguran que “el incremento medio del valor de la vivienda en Irlanda en 2014 es en torno al 16.3%, ratio que se dispara en la ciudad de Dublín al 22.5%”. En este sentido, no hay que olvidar que la nación anglosajona es el tercer país con mayores subidas de precios en el sector inmobiliario del mundo, sólo por detrás de Turquía o China.
Sin embargo, el Banco Central Irlandés ha tomado alguna medida para paliar burbujas inmobiliarias potenciales, como que la financiación máxima a desembolsar no puede exceder del 80% del valor del inmueble. De esta forma, el comprador tiene que abonar como mínimo el 20% del precio del bien al principio de la hipoteca y vincular las cuantías prestadas con sus ingresos mensuales para evitar insolvencias.
Otras estrategias relacionadas proceden del gobierno irlandés, como la inversión en la construcción de 20.000 viviendas sociales para cubrir las necesidades de los sectores más desfavorecidos. No obstante, y pese a todas las precauciones descritas, los analistas declaran que “esperemos que el estado irlandés haya aprendido de sus errores”.