La pandemia del COVID-19 también está teniendo durísimas consecuencias sobre la economía. Uno de los efectos más destacados en un gran incremento del endeudamiento público y privado.
Aún se resentía el mundo de la gran recesión de 2008 cuando irrumpió la crisis sanitaria del Coronavirus. Con el virus extendiéndose masivamente y muchas economías aún paralizadas, los Estados acuden al rescate de la economía. Para ello, se requieren grandes programas económicos de estímulo que, entre otras medidas, pasan por bajadas de impuestos, exenciones fiscales y préstamos en condiciones favorables.
Tratando de evitar la caída de empresas estratégicas, de apoyar a los pequeños empresarios y de evitar una caída en la renta de los trabajadores más afectados, los Estados emiten deuda para obtener la financiación necesaria.
Que la deuda pública y privada está aumentando y aumentará es un hecho. Basta echar un vistazo a las previsiones del Instituto de Finanzas Internacionales que anticipa que la deuda pública y privada aumentará de 255 a 325 billones de dólares para el año 2025. De hecho, en los países más desarrollados, la deuda pública se situará en el 130% del producto interior bruto (PIB) y en Estados Unidos podría superar el 140% del PIB. Es aquí donde muchos pueden preguntarse si es posible subsistir con un nivel de deuda tan elevado.
No cabe duda de que se hacen necesarios grandes estímulos fiscales para poder regresar a la senda del crecimiento económico. Y es que, sin crecimiento no hay prosperidad social ni económica. Más aún, si mediante estos estímulos se logra restablecer el crecimiento económico, podrán recuperarse los empleos destruidos y, de ese modo, los Estados tendrán más ingresos con los que hacer frente a la deuda.
Europa
Precisamente, en Europa, para que los gobiernos puedan sufragar un elevado nivel de deuda, se están manteniendo unos tipos de interés bajos.
Ahora bien, hay factores ajenos a las variables económicas que también pueden influir en la capacidad de los países para afrontar la deuda. Así, en el escenario más favorable, si la pandemia evoluciona favorablemente, se consigue restablecer la actividad económica y se alcanza un fuerte crecimiento económico, no habría que imponer medidas de austeridad tan fuertes. Por el contrario, si en el peor de los casos tiene lugar un fuerte rebrote, países como Italia, con una deuda pública que supera el 134% del PIB, tendrían verdaderos problemas. Los inversores tratarían de desprenderse de los bonos italianos, lo que nos conduciría a un escenario muy similar al de la crisis de deuda pública que tuvo lugar entre 2011 y 2012.
No obstante, existen diferencias con la anterior crisis. La razón se encuentra en que, el Banco Central Europeo (BCE), con Christine Lagarde al frente, está preparado para acudir en ayuda de los países más castigados por la pandemia y combatir la especulación. En este sentido, el BCE contribuye a través de programas de compra de deuda y convierte la deuda a plazos más largos.
América Latina
La situación de América Latina es especialmente complicada. Su nivel de deuda pública es superior al de la crisis de 2008 y, para colmo de males, sus déficits fiscales, limitan considerablemente las opciones de los gobiernos.
Todo ello complica las posibilidades de obtener financiación, especialmente para los países latinoamericanos que registran mayor endeudamiento. Con peores calificaciones de crédito, les costará obtener la tan necesaria financiación.
Entre los países más endeudados de América Latina se encuentran Argentina y Brasil. Si bien, aunque de Venezuela hay escasos registros, se cree que su nivel de endeudamiento se ha desbocado.
En el caso de Argentina, la situación ya era francamente compleja, pues antes de la pandemia, el país había asumido que no iba a poder pagar la deuda. Es llamativa la situación de Brasil, que va a la zaga en endeudamiento justo detrás de Argentina y cuenta con acceso a financiación.
Buena parte de América Latina mantiene sus deudas en dólares estadounidenses. En esta línea, la apreciación del dólar y la depreciación de las divisas latinoamericanas ha contribuido a agravar la situación de la deuda fiscal en la zona.
Sostenibilidad fiscal
Hay quienes defienden que la acumulación de deuda puede terminar siendo letal para la economía y entorpecer el crecimiento económico. No obstante, se han dado experiencias como las de Japón, con una deuda pública que supera el 230% del PIB e Italia, que durante largo tiempo ha mantenido unos niveles de deuda pública que sobrepasan el 90% del PIB. Así pues, la clave para poder convivir con unos niveles de deuda pública tan elevados se encuentra en la llamada sostenibilidad fiscal. En otras palabras, se trata de poder hacer frente a los gastos fiscales con los suficientes ingresos fiscales sin incurrir en graves problemas de déficit que deriven en problemas de deuda pública.
Sin embargo, se antoja complicado alcanzar este equilibrio o sostenibilidad. Hay que contener los daños causados a la economía, proteger a trabajadores y empresas y relanzar la economía hacia un sólido crecimiento.
Solo con un crecimiento económico fuerte y aumentando los ingresos públicos podrá reducirse el elevado nivel de endeudamiento. El problema se encuentra en la amenaza de un rebrote de la pandemia, lo que podría mandar al traste las esperanzas de una recuperación fuerte y rápida.