¿Cómo ha sido este año 2023 para la economía mundial? En este artículo analizamos su evolución en cinco grandes hitos.
El gran desafío: la inflación
En el mundo hispano, la inflación ha bajado en términos generales, aunque a ritmos diferentes
Comenzamos el año advirtiendo que, para las autoridades de casi todas las economías del mundo, el gran reto en 2023 era la inflación. Recordemos que, en 2022, habíamos presenciado una gran aceleración de los precios. La situación había llegado a tal punto, que en muchos países no se veían tasas tan altas desde los años 70.
Sin embargo, a lo largo del año, la inflación se ha ido ralentizando. Eso no significa que el nivel general de precios haya bajado, con productos más baratos que antes. Pero sí supone que los precios crecen más lentamente, lo que permite vislumbrar una luz al final del túnel.
En Estados Unidos, por ejemplo, la inflación interanual de enero de 2023 era del 6,4 %. En octubre, se había reducido exactamente a la mitad: 3,2 %.
Es cierto que todavía no se ha alcanzado el tradicional objetivo del 2 % anual. Pero si recordamos que hace apenas un año y medio, en junio de 2022, se había llegado a un máximo del 9,1 %, podemos decir que el éxito ha sido rotundo. Algo especialmente difícil en política monetaria, donde siempre suele haber rezagos de varios meses entre la emisión de dinero y la dinámica de los precios.
En la eurozona, el éxito ha sido aún mayor. De un máximo histórico del 10,1 % en noviembre de 2022, en apenas 12 meses había caído al 2,4 %.
En el mundo hispano, la inflación ha bajado en términos generales, aunque a ritmos diferentes: con rapidez en México y Chile, algo más lentamente en Brasil y Colombia. La gran excepción es Argentina, con un desequilibrio monetario de tal magnitud que hasta se ha traducido en un cambio político histórico, con el triunfo de Javier Milei en las elecciones presidenciales.
Los tipos de interés, al alza
La idea era que los tipos altos frenasen el consumo y la expansión monetaria, y con ellos el incremento de los precios
Ahora bien, ¿cuál ha sido el secreto de este éxito? ¿Por qué está bajando la inflación en todo el mundo?
Naturalmente, hay varios factores que influyen, pero el principal de ellos ha sido la subida de los tipos de interés. Una política secundada tanto por la Reserva Federal de Estados Unidos, como por el Banco Central Europeo y las autoridades monetarias de muchos otros países. La idea era que los tipos altos frenasen el consumo y la expansión monetaria, y con ellos el incremento de los precios.
En este sentido, podemos decir que el gran pionero ha sido Estados Unidos, que había iniciado las subidas de tipos en 2022. Aquel año, el incremento había sido considerable: del 0,25 % al 4,5 %. Este año, la tendencia continúa, aunque de forma más moderada, llegando la tasa al 5,5 %.
En nuestro análisis sobre la economía mundial, a principios de este año, ya habíamos advertido que, si esto sucedía, era probable que otros bancos centrales siguieran la misma política. Finalmente, eso fue lo que ocurrió, al menos en el mundo occidental.
En la eurozona, la tasa de facilidades de depósito se duplicó, del 2 % al 4 %. El Banco de Inglaterra llevó los tipos del 3,5 % al 5,25 %. En Hispanoamérica, nuevamente, la evolución ha sido más dispar, ya que la tasa de interés de referencia ha subido en Argentina, México y Colombia, pero ha bajado en Brasil, Chile y Perú.
Analizando Asia, vemos que dos grandes economías regionales parecen haberse desligado de esta tendencia global. En Japón, las autoridades monetarias no han variado su histórica tasa del -0,1 %, que mantienen desde 2016. En China incluso han ido más allá, con una ligera reducción de los tipos (de 3,65 % a 3,45 %).
¿Es malo que haya caído la inversión?
O estamos pagando un coste de oportunidad, o bien la economía se está deshaciendo de sus inversiones menos rentables
Hasta aquí, hemos visto cómo la subida de tipos de interés ha sido una medida muy efectiva, en gran parte del mundo, para reducir la inflación. Sin embargo, no todo son buenas noticias.
Otra de nuestras advertencias a principios de este año era que unos tipos más altos podían encarecer la financiación de proyectos empresariales. En términos macroeconómicos, esto podría suponer una reducción de la inversión; lo cual, a la luz de los datos que tenemos, parece haber ocurrido en muchos países.
De acuerdo al informe sobre la economía mundial del Fondo Monetario Internacional de octubre de este año, la inversión directa se redujo no solo en Estados Unidos, sino también en el conjunto de las economías emergentes. Sin embargo, ha crecido en otros países como Alemania y Japón.
Las consecuencias directas de este fenómeno nos afectan directamente. Recordemos que una caída de la inversión, a corto plazo, supone un coste de oportunidad en creación de empleo y actividad económica. A medio y largo plazo, puede traer una ralentización, e incluso estancamiento de la productividad, lo que suele frenar el crecimiento de los salarios reales.
Sin embargo, también debemos tener en cuenta que, desde una perspectiva más global, el hecho de que la inversión se reduzca no es necesariamente una mala noticia. El motivo es que un crecimiento de la inversión puede no ser bueno, si se dirige a actividades económicas donde no existe una demanda real de mercado.
De hecho, una característica de los periodos anteriores a las burbujas económicas suele ser un crecimiento extraordinario de la inversión. Por ello, la realidad de hoy admite dos lecturas: o estamos pagando un coste de oportunidad, o bien la economía se está deshaciendo de sus inversiones menos rentables. Solo el tiempo dirá cuál es la correcta.
El problema de la deuda
Familias y empresas han decidido «apretarse el cinturón» para poder seguir pagando el coste creciente de sus deudas
Otro gran reto de la economía mundial este año, ligado precisamente al coste de financiarse, era afrontar las deudas contraídas por familias, empresas y gobiernos. Se trataba de encontrar formas de asumir unos intereses más altos, sin comprometer la solvencia.
En este sentido, podemos decir que la postura de cada afectado ha sido diferente. Pero si analizamos las tendencias, vemos que el año 2023 ha sido un periodo de congelación del consumo público y privado, al menos en gran parte del mundo.
De hecho, aunque los índices de confianza de empresarios y consumidores se han ido recuperando con respecto a 2022, aún siguen en niveles bajos, especialmente en China y la eurozona. Los datos en Estados Unidos son algo mejores, pero no ocultan una tendencia global de moderación.
En cierto modo, podemos decir que familias y empresas han decidido «apretarse el cinturón» para poder seguir pagando el coste creciente de sus deudas. En muchos casos, mantener la solvencia ha prevalecido sobre el consumo, que ha pagado buena parte de este ajuste.
Sin embargo, el panorama no es igual para los gobiernos. Si bien muchos de ellos han apostado por la consolidación fiscal, en general esto no ha sido suficiente para contener el aumento de la deuda pública.
La principal razón es que, como explicamos en un artículo anterior, buena parte de la deuda de los gobiernos se paga haciendo roll-over. Es decir, emitiendo deuda nueva para pagar la antigua. Esta estrategia no da muchos problemas cuando los intereses son bajos, pero cuando hay subidas de tipos, se asumen compromisos cada vez más costosos para mantener la solvencia de los gobiernos.
El resultado es que la deuda pública, en gran parte del mundo, ha vuelto a aumentar este año, convirtiéndola en uno de los grandes desafíos para 2024.
El fantasma de la recesión
La economía mundial en 2023 ha experimentado algo más parecido a una desaceleración que a una caída propiamente dicha
Ante este panorama de contracción del gasto y de la inversión, era natural que uno de los grandes retos de la economía mundial este año fuera evitar una recesión. Y en cierto modo, podemos decir que la mayoría de las grandes economías lo ha conseguido.
Si bien el PIB de Alemania ha retrocedido levemente este año, las grandes economías desarrolladas siguen en números verdes. Con una fuerte desaceleración respecto a 2022, pero aun creciendo.
En los mercados emergentes, las tasas de crecimiento se han mantenido estables en valores más altos. En algunos casos, incluso, acelerando el ritmo del año anterior, como habría ocurrido en China y Brasil, según las previsiones del FMI (a falta de confirmación de los datos oficiales).
Todo ello ha permitido mantener el ritmo de creación de empleo, si bien esta dinámica se ha ido debilitando en algunas economías. Este punto es esencial, ya que si bien la inflación siempre tiene costes sociales, estos se agravan con creces cuando hay tasas altas de desempleo.
Por ello, podemos decir que tanto en términos de empleo como de PIB, la economía mundial en 2023 ha experimentado algo más parecido a una desaceleración que a una caída propiamente dicha.
Sin embargo, aún quedan muchos retos por delante en el nuevo año que comienza. A ellos dedicaremos nuestra próxima publicación, a la vez que deseamos a todos nuestros lectores un feliz Año Nuevo. En el mes de enero lanzaremos un artículo analizando cuáles son los retos de la economía para 2024 para que no pierdas detalle.