En nuestra última publicación habíamos explicado cómo había sido el año 2022 para la economía mundial. Un año atípico, marcado por la vuelta de la inflación y por factores externos como la guerra de Ucrania, que abre ante nosotros un escenario completamente nuevo. Por ello, en este artículo vamos a explicar cómo se presenta el año que comienza y los desafíos que nos esperan.
¿Combatir la inflación o convivir con ella?
Se trata de encontrar una tasa de interés que permita combatir la inflación sin tirar por la borda todo lo conseguido desde la pandemia
Todos estamos de acuerdo en que la inflación es un lastre para la economía, tanto a nivel macro como para nuestras finanzas personales. Incluso los economistas que defienden que el alza de los precios ayuda a impulsar la producción, como plantea la Curva de Phillips, se refieren a tasas de inflación más bajas que las que tenemos ahora.
Eso significa que casi ningún banco central, en principio, está conforme con la inflación registrada en su país. Lo cual nos lleva a pensar que la tendencia general de la política monetaria será mantener, o incluso reforzar, la senda restrictiva que comenzó en 2022.
Las medidas suelen variar según el país, pero en la mayoría de los casos el instrumento preferido suele ser la subida de tipos de interés. Ya lo han hecho la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), el Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra, los cuales también han anunciado que seguirán haciéndolo a corto plazo. Las autoridades monetarias de otros países también se han sumado, y es previsible que se mantengan en esta senda.
Ahora bien, si la inflación es tan negativa y se puede combatir subiendo tipos de interés, ¿por qué no apostar por subidas más agresivas? La razón es que encarecer la financiación restringe el crédito, y esto tiene un impacto negativo sobre el crecimiento económico. Estamos hablando de menos consumo, menos inversión y, por supuesto, menos creación de puestos de trabajo.
Por ello, el reto consiste en encontrar una tasa de interés que permita combatir la inflación sin tirar por la borda todo lo conseguido desde la pandemia. Sin embargo, esa moderación puede retrasar la lucha contra la subida de precios y obligarnos a convivir con tasas de inflación más altas de lo que nos gustaría.
Un nuevo equilibrio monetario
Todas las economías, de una manera u otra, se verán afectadas por las subidas de tipos en EE. UU.
Como hemos explicado en el artículo de «Cuando EEUU tose, el mundo se resfría», las subidas de tipos en EE. UU. suelen empujar al alza la cotización del dólar con respecto a las monedas de mercados emergentes por la atracción de capitales internacionales.
Esta dinámica, a su vez, suele «arrastrar» a los bancos centrales de esos países a subir también sus tipos de interés para evitar una devaluación. Lo hemos visto una vez más en 2022, y si se cumplen los anuncios de la Fed, es probable que lo sigamos viendo en 2023.
En principio, el hecho de que la cotización de las divisas oscile en los mercados internacionales no es algo nuevo. Sin embargo, mientras más tiempo se extienda este efecto «arrastre» de las subidas de tipos, más probable es que afloren las diferencias entre el contexto económico de cada país y el de EE. UU. En otras palabras, los bancos centrales emergentes pueden seguir a la Fed durante un tiempo, pero no indefinidamente.
Para los bancos centrales que ponen objetivos sobre la cotización de su moneda con respecto al dólar, el reto es encontrar una nueva tasa de interés que permita alcanzar esa meta. Todo ello, pensando también en los efectos sobre su propio balance y, en algunos casos, también el crecimiento del PIB o la deuda pública.
En aquellos países donde la cotización de la divisa es más libre, el reto también es significativo, ya que el sector privado se verá afectado igualmente. Un cambio en el precio de la moneda más importante del mundo no solo repercute sobre importadores y exportadores, sino también sobre precios y salarios de toda la economía.
El papel de los inversores
El reto es mantener un nivel de inversión en energía y materias primas para que la producción pueda seguir creciendo, bajo una regulación cada vez más restrictiva
La gran mayoría de los economistas, sobre todo los de la escuela keynesiana, suele afirmar que las subidas de tipos de interés tiene un efecto negativo sobre la inversión. Esto ocurre, en teoría, porque la financiación se vuelve más cara, y ello desincentiva a los inversores a endeudarse y reduce la rentabilidad de muchos proyectos empresariales.
Aquí no comentaremos la discusión teórica, pero podemos señalar que muchos sectores económicos sufren desde hace años un problema de falta de inversión. Además, y esto quizás sea lo más importante, este problema repercute en nuestro día a día a través de los precios de las materias primas y de la energía.
En el primer caso, en 2021 dedicamos un artículo a explicar por qué las materias primas se estaban encareciendo. Pero más allá del problema de la laxitud monetaria, podemos añadir el retraso de la inversión para tener efectos reales en la producción de materias primas.
La razón del problema se encuentra en que, a diferencia de otros sectores, en algunas materias primas la inversión tarda mucho tiempo en impulsar la producción. Si un local de comercio minorista o un pequeño taller pueden estar listos en unas pocas semanas, poner en funcionamiento una mina de cobre o un pozo de petróleo lleva mucho más tiempo.
Por ello, si bien la inversión empresarial se vio impulsada en 2021 y 2022, es probable que tardemos un tiempo en ver sus efectos reales en la economía. En el caso del mercado energético, hay que sumar el efecto distorsionador de las sanciones a Rusia, uno de los mayores proveedores de petróleo y gas natural del mundo. Además, tampoco podemos olvidar las políticas medioambientales de muchos gobiernos, que aplican toda clase de impuestos y restricciones al sector.
En este sentido, el reto de la economía mundial es mantener un nivel de inversión en energía y materias primas para que la producción pueda seguir creciendo. Y lo que es más difícil, conseguirlo bajo un marco regulatorio que no deja de poner piedras en el camino.
El problema de la deuda
Familias, empresas y gobiernos pueden verse obligados a hacer ajustes para afrontar los nuevos tipos de interés
Por otra parte, el impacto de las subidas de tipos sobre los mercados financieros no se limita a la inversión en nuevos proyectos. También afecta a quienes están endeudados con préstamos a tipo variable, y a quienes necesitan refinanciar deudas anteriores.
En el primer caso, muchas familias tienen por delante un desafío importante a la hora de afrontar tipos de interés crecientes. El impacto es diferente en cada caso, pero suele ser mayor cuanto más grande sea el capital prestado. Es el caso, por ejemplo, de los préstamos hipotecarios.
En cualquier caso, estas familias deberán enfrentarse a un escenario en el que su presupuesto de gastos crece sin que su nivel de vida mejore en proporción. Pero eso no significa que no puedan hacer nada para evitarlo, ya que también existen recursos al alcance de la mayoría de personas. Se trata de alternativas variadas, que van desde renegociar las deudas pasándolas a tipo fijo hasta hacer más eficiente el presupuesto familiar, pasando por proteger el ahorro.
En este sentido, también es importante mencionar a uno de los deudores más importantes en la economía mundial: los estados. Ya sea por un déficit excesivo durante la pandemia o por la herencia de un desequilibrio anterior, en la mayor parte del mundo la deuda pública ha crecido hasta niveles nunca vistos.
Esto ha despertado menos preocupación cuando los tipos de interés eran más bajos, ya que bastaba con renovar los vencimientos de deuda a través del rollover. Pero ahora, en un escenario con tipos más altos, el panorama cambia por completo.
Supongamos que un país con una deuda pública del 100 % del PIB paga en promedio un 1 % de interés, y el presupuesto del gobierno equivale a un 40 % del PIB. Cada año, el gobierno pagará el 1 % del PIB (o el 2,5 % de su presupuesto) por intereses de deuda.
Ahora bien, si los tipos suben al 5 %, el pago anual de intereses supondrá un 5 % del PIB, lo que equivaldría al 12,5 % del presupuesto del gobierno. Como podemos comprobar, si lo analizamos a nivel presupuestario el impacto puede ser muy importante.
Naturalmente, esto no ocurre de un día para otro y lo normal es que los gobiernos vayan renovando su deuda gradualmente a lo largo de los años. Sin embargo, eso solo significa que las autoridades tendrán algo más de tiempo para hacer ajustes, no que se verán libres de hacerlos.
¿Y si la recesión no fuera el peor escenario?
Puede haber un cierto conflicto de objetivos entre los bancos centrales, que buscan frenar la inflación, y los gobiernos, que intentar evitar la crisis económica
Como vemos, el remedio contra la inflación suele ser amargo, no solo para la economía a nivel macro, sino también para las finanzas personales de cada uno. Cada vez más analistas hablan de una recesión en 2023, e incluso algunos bancos centrales ya hablan de desaceleración.
A nadie le gusta pasar por una recesión, especialmente si consideramos los efectos sociales que las crisis suelen tener. Las crisis sociales, además, suelen tener efectos electorales, y esto preocupa especialmente a los gobiernos.
Por ello, en algunos países puede haber un cierto conflicto de objetivos entre los bancos centrales, que buscan frenar la inflación, y los gobiernos, que intentar evitar la crisis económica.
En este punto, el desafío consiste en que el deseo de evitar una recesión no nos obligue a convivir con tasas de inflación anormalmente altas durante mucho tiempo. Si esto ocurriera, quizás se pueda evitar una contracción del PIB en 2023, pero a costa de lastrar el crecimiento económico del futuro.
En otras publicaciones hemos hablado de los efectos de una inflación prolongada: se destruye el valor real del ahorro, lo que impide la formación de capital financiero para invertir. Al no haber inversión, el capital físico y humano tiene grandes dificultades para expandirse, lo cual, con el tiempo, frena el crecimiento de la productividad. Y como la productividad se estanca, también lo hacen los salarios reales.
En resumen, se trataría de un escenario engañoso donde parece que se evita la recesión y la economía siempre crece porque indicadores como el PIB nominal se mantienen en positivo. Pero a un nivel más profundo, la economía entraría en un ciclo de larga decadencia, donde el crecimiento real cada vez es más débil y la calidad de vida va empeorando poco a poco.
Este es quizás el reto más difícil de la economía mundial en el nuevo año que comienza. Los desafíos anteriores que hemos mencionado también marcarán la agenda de familias, empresas y gobiernos, y tampoco podemos descartar que surjan otros nuevos.
En cualquier caso, desde Economipedia seguiremos estando a disposición de nuestros lectores para analizar la actualidad económica y cómo nos afecta.
Mateo Vides dice
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