La situación que se presenta para los jóvenes en el planeta no es nada fácil. La precariedad laboral, con excesivos niveles de temporalidad y bajos niveles de renta, sigue acechando a unos jóvenes que no encuentran oportunidades para acceder al mercado laboral.
En España, existe un dicho común que dice que “cuando nace un niño, este siempre viene con un pan debajo del brazo”. Un dicho que, si contrastamos su fuente, hace alusión a algún hecho afortunado tras el nacimiento de un niño o niña, así como, por otro lado, pudiendo hacer referencia a esa suerte que acompaña a dicho niño durante su vida adulta. Pues, como veremos, el nacimiento del hijo en familias con niveles de renta que se encuentran muy por debajo del resto suscitaba la posibilidad de traer nuevos ingresos al hogar familiar.
Es por ello que el origen de esta expresión se encuentra en la fortuna que para las familias más pobres significaba el nacimiento de un hijo varón, pues suponía más fuerza laboral en la familia, pudiendo este trabajar y llevar dinero a la casa a los pocos años de su nacimiento. En ciertos oficios durante la revolución industrial, los niños de pequeño tamaño estaban muy cotizados, pues se podían meter por estrechos huecos para arreglar máquinas, sin desmontar gran parte de las mismas.
Así, dicha expresión es muy conocida, pues, como íbamos diciendo, el hecho de tener hijos no solo generaba alegrías en la familia —que también—, sino que dotaba a la misma de una nueva fuente de ingresos mediante la explotación de la mano de obra que este suponía. Sin embargo, ante la coyuntura actual, dicha expresión no se ajusta mucho a la realidad que, por otro lado, se puede observar. Y es que los indicadores macroeconómicos, especialmente aquellos que se encargan de medir el empleo, no dan cabida a expresiones como la citada anteriormente.
En tierra hostil
En España, por ejemplo, cuando el niño nace, en lugar de un pan debajo del brazo, nace con una deuda que, calculada en términos de per cápita, asciende hasta los 26.000 euros. A su vez, mientras que, antaño, el niño se mostraba como una mano más para trabajar y traer ingresos, la tasa de acceso a la universidad, así como los costes que conlleva el pago de una formación académica, no solo produce que lo que a priori era un ingreso ahora se haya convertido en un coste, sino que, además, con un acceso tan limitado de estos al mercado laboral, las posibilidades de que este se encuentre en situación de desempleo ha provocado que muchas familias se hayan visto financieramente asfixiadas por los costes que dicho hijo supone.
Así, cabe destacar la coyuntura para los jóvenes en un país como España. Un país donde, como recogen los indicadores, los jóvenes españoles, en relación con los países miembros de la OCDE, se encuentran como los jóvenes que, en el ranking, ocupan la tercera posición como el país con menor ocupación antes de los 25 años. En este sentido, únicamente el 37% de los jóvenes que se encuentran en el país logran tener un empleo antes de los 25 años. Con todo, siendo superados únicamente por los jóvenes griegos —en una situación de excepcionalidad por el rescate—, así como los jóvenes italianos.

Con un 33% de tasa de paro juvenil, España se muestra, en una disputa constante con Grecia, como el país con más jóvenes parados de todo el bloque comunitario. Así, podemos representarlo en una expresión en la que recalcamos el hecho de que en el país, más de 3 de cada 10 jóvenes que se encuentran conviviendo en el país, en estos momentos, se encuentran en situación de desempleo. Muy preocupante, pues si observamos las tasas de acceso a las universidades, estas no dejan de incrementarse, a la vez que la tasa de desempleo juvenil refleja esa clara coyuntura en la que se encuentra un país con un mercado laboral incapaz de absorber semejante nivel de egresados universitarios.

Además, en la línea con lo comentado, los jóvenes en España, además de presentar grandes dificultades para encontrar un empleo, cuando lo encuentran, la elevada temporalidad que este presenta hace que dicho empleo sea mucho más precario que los empleos que, en base a su temporalidad, por ejemplo, presentan otros grupos de edad. Así, mientras que la temporalidad juvenil en Europa para los jóvenes se situó en torno al 43,3%, en España, dicho indicador reflejó un ascenso que lo sitúa en el 71,2%. En este sentido, la temporalidad que presentan los jóvenes españoles refleja una situación de precariedad que, como muestra dicho indicador, no se recoge de forma tan acentuada en la media que muestra la Unión Europea.
En adición a todo lo mencionado anteriormente, visto desde el punto de vista de la renta y bajo el criterio que muestra el Consejo de la Juventud de España, en el país, cuatro de cada diez jóvenes se encuentran en riesgo de pobreza. Tal y como muestra un estudio del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) realizado en 2016 y en el que se evaluaba la situación de los jóvenes españoles, estos, como concluye dicho estudio, doblan su peso en el grupo de población más pobre, tras empeorar sus oportunidades de empleo un 40% desde 2007. Así, el 45,7% de los españoles de entre 16 y 30 años se sitúa en el grupo de menor renta (frente al 21,3% de 2007).
Ante semejante situación, los jóvenes españoles presentan una situación bastante precaria. Una situación que, debido al riesgo de pobreza y unos ingresos que en el mejor de los casos alcanzan una media de 16.000 euros anuales, ha provocado que estos jóvenes, en relación al bloque comunitario, no tengan capacidad para adquirir patrimonio, así como emanciparse e irse del hogar familiar.
Tal y como reflejan los datos en este asunto, solo un 8% de los jóvenes entre los 20 y 24 años se van de la casa familiar, frente al 30% de que refleja la media europea. Así, también suman cerca del 39% cuando estos tienen una edad entre 25 y 29 años, mientras que la media europea, en este caso, se sitúa en el 59%.
En relación a lo comentado, podemos resumir la situación de los jóvenes españoles como una situación de endeudamiento nada más nacer; seguida de una situación en la que la universidad se ha convertido en un pilar fundamental de su trayectoria educativa, suponiendo un acceso más tardío al mercado laboral. Así como, en detrimento de estos, una situación de desempleo que, sumada a la situación que viven los jóvenes en base a tan elevados niveles de temporalidad, reflejan un escenario de paro y precariedad que amenaza unos niveles de renta que, como muestran también los datos ofrecidos, se acercan al riesgo de pobreza. Este podría ser un buen resumen de unos jóvenes que, atendiendo al típico “brindis al sol” político, se entiende que son el futuro del país.
Un futuro que, bajo la percepción de los mismos jóvenes de los que hablamos —y ante las decisiones políticas que siguen comprometiendo la sostenibilidad de sus finanzas públicas y sus sistemas de seguridad social— no se ve con tanto optimismo. Pues, cabe añadir la situación que se observa en el país cuando se producen contracciones en el crecimiento. Y es que, como se observa, también en entornos recesivos, los jóvenes son, de nuevo, los más damnificados en este tipo de escenarios.
¿Y cómo están el resto de países?
Dado que siempre nos hemos enfocado en la riqueza del habla hispana, la selección para hacer el contraste la hemos centrado en Latinoamérica. Pues, como sabemos y como declaró la Organización Internacional del Trabajo (en adelante OIT), Latinoamérica, entre otras cosas, posee una situación en relación a los jóvenes en el continente que, tal y como registran las cifras oficiales, no es muy buena. Una situación que se presenta, de acuerdo con dicha organización, como uno de los grandes retos que debe afrontar el continente para reducir grandes problemas estructurales como el abandono escolar, la delincuencia juvenil o la economía informal.

Para ponernos en contexto, de acuerdo con el último Informe Mundial sobre el Empleo Juvenil 2020 que realiza la OIT, Latinoamérica posee más de 9,4 millones de jóvenes en situación de desempleo. En esa línea, el continente también posee 23 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan. Mientras que, por otro lado, más de 30 millones de jóvenes en el continente sólo consiguen empleo en condiciones de informalidad económica. Esto, en adición al escenario en el que deriva el Coronavirus, es una situación preocupante y que complica la recuperación.
Para la OIT, el desempleo juvenil es la punta del iceberg. Así, la tasa de participación laboral de los jóvenes fue del 48,7% en 2020, una tasa que ha estado descendiendo de forma persistente desde el año 2000, cuando era de 53,7%. En otras palabras, en la actualidad, Latinoamérica y El Caribe cuentan con más de 52 millones de personas entre 15 y 24 años en la fuerza de trabajo, incluyendo los ocupados y aquellos que están desocupados pero buscan activamente un empleo. Un descenso que se debe a esas menores oportunidades que ofrece dicho mercado laboral.
La tasa de desempleo juvenil que se prevé para este 2020 se sitúa en el 18%. Una cuantía que, en contraste con otras, se muestra como un poco más del doble que la cuantía que refleja la tasa de desempleo general, mientras que, en relación con los adultos, dicha tasa se triplica. Una situación que, si desagregamos por territorios, tiende a repetirse en casi todos los países. De esta forma, podemos identificar, al igual que en el caso de España, un elevado desempleo en la economía juvenil latinoamericana.
Pero no es esa la única similitud con el país peninsular, pues resulta preciso destacar la importancia que tiene el hecho de considerar la alta tasa de informalidad que muestra la región. Al igual que España, la informalidad económica que presenta el desempleo juvenil, en contraste con los adultos, se presenta muy elevada. Estamos hablando de un 62,4% en el caso los jóvenes. Esta, en contraste con la que muestran los adultos, es de 10 puntos porcentuales mayor. En esta situación, dicha tasa muestra una agravada situación en la que la mayoría de los empleos disponibles para estos jóvenes son precarios, con bajos ingresos, con escasa protección y derechos.
De igual importancia, como ocurre en España y como citábamos anteriormente, el informe de la OIT finaliza con las mismas conclusiones que extraíamos para España ante los datos ofrecidos. Es decir, cuando hay una crisis económica en la región, los jóvenes están mucho más expuestos a perder sus empleos que los adultos, pues también son estos los que cuentan con mayor representación en la economía informal. Así, ante situaciones como la actual, la crisis acentúa los problemas que, como en España, se vuelven más persistentes cuando la crisis acecha al crecimiento económico.

En conclusión, podemos identificar que la situación para los jóvenes, tanto en el caso de España como el de Latinoamérica y El Caribe —incluso, como se muestra en el gráfico, en otras regiones del planeta— se muestra bastante compleja. Una situación que debe corregirse, pues no se puede seguir apostando por unos jóvenes que, cuando salen al mercado laboral, se tienen que enfrentar a una situación que, en el mejor de los casos, le permitirá subsistir con precarios niveles de renta. Así, es preciso estimular planes y políticas activas de empleo para poder ofrecer oportunidades al talento joven y el futuro de los mismos, pues de nada sirve invertir en formación de forma constante, cuando dicha formación acaba exportándose al exterior por falta de oportunidades en el país para dar cabida a tan destacado nivel de egresados universitarios.
Es preciso corregir la situación y, de hacerlo, hacerlo ya. Aunque no se acabe correspondiendo con la realidad que ofrecen los datos, los jóvenes son el futuro de las sociedades, tanto desarrolladas como las que se encuentran en vías de desarrollo. Sin los jóvenes, toda sociedad está perdida. Es por ello que, finalizando, cabría destacar la tasa de natalidad en España, en contraste con otras europeas y del mundo. Pues, ¿qué va a solventar la natalidad si, tras nacer y nacer endeudados, están condenados a ir al paro?
Por esto, y por mil razones más, debemos apostar por nuestros jóvenes.
BUEN ANALISIS. IMPORTANTE MIRAR EL DESEMPLEO EN COLOMBIA
A día de hoy ese país está perfecto. Ustedes los colombianos gozan de una gran protección a la juventud y un acceso a internet generalizado para toda la población. Lo contrario que en España, donde cada vez hay menos usuarios en la red y la juventud está tirada en la calle sin perspectivas de futuro.