El año 2016 se ha caracterizado por sus cambios económicos, pero ¿qué nos espera en este nuevo año? Analizamos los cinco grandes retos de la economía mundial en 2017.
La deuda: un problema que sigue sin afrontarse
Desde el año 2008, una de las características que han definido la evolución de la economía mundial es el crecimiento de la deuda. La causa principal es el fuerte impacto de la crisis sobre la economía, y la convicción generalizada de que las autoridades debían tomar medidas al respecto.
El fracaso de las políticas de expansión fiscal hizo necesario, como no podía ser de otra manera, recurrir a la política monetaria. Eso es lo que ha ocurrido, principalmente, en Estados Unidos, Europa y Japón, donde los bancos centrales han apostado decididamente por aumentar la base monetaria para reactivar el crecimiento.
Lo cierto es que estas políticas parecen haber jugado un papel decisivo en la recuperación, pero también han contribuido a crear un problema de la mayor importancia: el crecimiento de la deuda. Como es natural, las mayores facilidades de financiación han generado un aumento de los pasivos (ya sea prestando a inversores privados o comprando deuda directamente desde los bancos centrales), con el añadido de que las tasas de interés en mínimos pueden no reflejar los riesgos reales de los activos negociados. Dicho de otra manera, una expansión monetaria demasiado agresiva que inunde los mercados de liquidez puede bajar artificialmente los tipos y distorsionar la relación rentabilidad-riesgo de las inversiones, destinando recursos a sectores poco eficientes. Un claro ejemplo son las finanzas públicas en la UE: a causa de las compras de deuda pública por parte del BCE los gobiernos tienen menos incentivos para contener el gasto público, ya que su irresponsabilidad fiscal no repercutirá sobre su coste de financiación.
A causa de las compras de deuda pública por parte del BCE los gobiernos tienen menos incentivos para contener el gasto público, ya que su irresponsabilidad fiscal no repercutirá sobre su coste de financiación.
Es cierto que en algunos países excesivamente endeudados (como España o Irlanda) el sector privado ha llevado a cabo un duro proceso de desapalancamiento, pero no parece que el sector público haya hecho lo mismo. De hecho, la deuda pública en la eurozona ha pasado del 64,9% del PIB en 2007 al 91,4% en 2016 (lo que supone un aumento medio anual del 2,65%), mientras que el crecimiento medio anual de la economía es solamente del 0,6%. Esto significa que el modelo económico actual necesita colocar 4,42€ de deuda pública por cada euro generado de PIB. Por el momento esto ha fortalecido la recuperación, pero se trata de un modelo difícilmente sostenible a largo plazo, y posiblemente debería replantearse.
Vuelve la inflación
Los últimos meses de 2016 se han caracterizado, entre otras cosas, por un ligero repunte de la inflación, después de varios años de amenaza deflacionista. En este sentido, el gran reto de la economía mundial podría ser mantener el aumento de los precios en niveles que no sean perjudiciales para el crecimiento y aprovechar el cambio ciclo para consolidar la recuperación. En Estados Unidos, por ejemplo, es previsible que las autoridades puedan afrontar el problema con una política monetaria algo más restrictiva, ya que su economía se acerca al pleno empleo, pero ¿qué pasará con Europa, aún no recuperada de la crisis y dependiente de los estímulos del BCE?
La vuelta de la inflación podría tener múltiples efectos, desde el mercado de la energía hasta el poder adquisitivo de los ciudadanos. Por ello, es esperable que en 2017 se tomen medidas como la reforma de los modelos energéticos o nuevos procesos de revisión salarial.
Cambios en el modelo productivo
Muchos de los cambios que han tenido lugar en 2016 permiten presagiar también una reforma del modelo productivo en muchos países. En Estados Unidos, por ejemplo, el giro proteccionista de Trump ante la competencia asiática podría fomentar un mayor protagonismo de la industria nacional. Algo similar podría ocurrir en el Reino Unido si las importaciones europeas comienzan a ser sustituidas por productos de fabricación británica, pero ello dependerá también de otros factores como la estabilización del precio de la libra.
Por otra parte, los países que han apostado por la devaluación (interna o externa) para hacer sus exportaciones más competitivas podrían verse seriamente afectados cuando vuelva la inflación, y deberían abordar un cambio de modelo que les permita competir vía valor añadido en lugar de seguir haciéndolo vía precios. Todo ello en un entorno global donde crecen la digitalización y la robotización del trabajo, un fenómeno que de una forma u otra afecta ya a todas las economías del mundo.
Agotamiento de los bancos centrales y cambio de ciclo monetario
Como se ha comentado anteriormente, las grandes economías mundiales han apostado por la expansión monetaria. Uno de los tantos efectos de esta medida es el engrosamiento de los balances de los bancos centrales, así como un deterioro en la calidad de los mismos. En este sentido, el Banco Central de Japón ha triplicado su pasivo financiero en sólo cuatro años, mientras que el BCE cuenta en sus balances con un importante volumen de deuda pública de países con graves problemas de déficit fiscal.
Por otra parte, la subida de tipos en Estados Unidos (mientras que éstos se mantienen bajos en Europa) podría hacer aún más complejo el reto de los bancos centrales en 2017, ya que éstos tendrán que actuar bajo ciclos monetarios diferentes.
Reordenar las redes de comercio internacional
El año 2016 ha sido testigo de grandes sucesos en el plano político que están teniendo una repercusión directa sobre la economía. Una de las consecuencias más claras es el cambio de rumbo en la política comercial: se trata de un abandono de los proyectos de integración económica regional (como el Brexit para la UE, o la reformulación del NAFTA para EE. UU.) y la búsqueda de un nuevo modelo basado en una red de acuerdos bilaterales. Ante el fracaso de la creación de grandes áreas de libre comercio (como el Acuerdo Transpacífico o el TTIP), los países se encuentran ahora ante el reto de redefinir cómo quieren relacionarse con el resto del mundo.
Existen también otros factores a tener en cuenta, como el papel de los países emergentes en la economía mundial, la evolución del precio del petróleo y una gran variedad de riesgos de carácter geopolítico. Todos ellos aumentan la complejidad del paisaje, pero nos llevan a una conclusión: así como 2016 ha demostrado ser el año de los grandes cambios, 2017 promete ser el de los grandes retos.