A día de hoy, el Producto Interior Bruto se presenta como el rey de los indicadores económicos. Sin embargo, ¿cómo sabía un país si crecía antes de que el economista Simon Kuznets crease el PIB?
El PIB, como indicador económico estandarizado, nos permite hacernos una idea de la evolución de la actividad económica de un país e incluso permite establecer comparaciones entre distintas naciones.
Bien es cierto que, como señalábamos en nuestro artículo “El PIB: un indicador con muchas limitaciones”, este medidor presenta muchas carencias. Entre otras cosas, podemos destacar que el crecimiento solo se mide mediante el incremento de la producción, pero no tiene en cuenta la calidad de la producción o el modo en que se distribuye la riqueza.
En cualquier caso, lo cierto es que, para investigar acontecimientos económicos antes del PIB, los historiadores y economistas se encuentran con ciertas dificultades. Y es que, los indicadores económicos modernos no empezaron a utilizarse hasta las décadas de 1930 y 1940. A partir de entonces, los organismos oficiales públicos comenzaron a elaborar sus estadísticas económicas.
Sin embargo, cabe preguntarse qué referencias se utilizaban para medir la buena o mala marcha de la economía. Comencemos por retroceder en el tiempo hasta una civilización tan fascinante como el Antiguo Egipto.
El Nilo como indicador económico
No cabe duda de que el Nilo era el eje central de la economía del Antiguo Egipto. Un caudal estable y consistente garantizaba la producción agrícola, el abastecimiento de alimentos y el comercio. De hecho, los egipcios analizaban minuciosamente los niveles de agua del río Nilo.
Por aquel entonces, los egipcios veían el caudaloso Nilo como todo un presente de los dioses. Así, la población trabajaba afanosamente y hacía ofrendas a los dioses.
No solo se limitaban a las ofrendas de tipo religioso, sino que también eran capaces de detectar el momento que iba a atravesar la economía gracias a los denominados “nilómetros”.
De este modo, sacerdotes y faraones, gracias a los detallados análisis del caudal del Nilo, lanzaban mensajes en un determinado sentido a la población.
Pero, ¿qué es un nilómetro? El nilómetro era la medida de referencia en el río Nilo. Para ello, se cavaban pozos de manera escalonada que permitían medir el caudal del río.
Gracias a ello, era posible prever si Egipto se enfrentaría a un periodo de crisis y hambruna o si atravesaría una etapa de bonanza y abundancia de alimento. En base a estas mediciones, se determinaban los impuestos que se iban a establecer o la producción que iban a proporcionar las cosechas. Incluso la gestión y organización de los trabajos se determinaba en función de los niveles de agua.
Para ello, se crearon nilómetros como el de El Cairo, Elefantina de Asúan y el Kombo Ombo.
Ante una crecida del nivel de agua del Nilo, los egipcios disponían muros de barro para retener el preciado líquido en los campos. Bien es cierto que el agua terminaba por evaporarse, pero esta práctica permitía cultivar el terreno.
Ahora bien, no siempre un aumento del caudal era sinónimo de prosperidad económica y social. El agua podía no llegar a las zonas más alejadas del río o una inundación podía arrasar las casas. De ahí que se erigiesen diques para controlar el cauce del agua.
Los orígenes la contabilidad nacional
Gracias a los viajes a Oriente de Marco Polo, las rutas comerciales experimentaron un gran desarrollo. Fue así como en Italia surgió la contabilidad y el método de la doble partida. De este modo, se evitaban fraudes, quedaba registrado el movimiento de los flujos comerciales y la banca podía ejercer cierto control sobre su actividad.
El colonialismo, desarrollado por los grandes imperios de ultramar como España, Inglaterra y Francia, impulsó de manera espectacular el comercio. Los intercambios fluían entre las metrópolis y sus colonias.
Se hacía imprescindible desarrollar una contabilidad nacional que permitiese medir el desarrollo económico, los flujos de las transacciones y la evolución de la demografía.
Corría el siglo XVII e Inglaterra estaba inmersa en una guerra con Holanda. Sufragar la contienda requería importantes recursos e Inglaterra necesitaba saber de qué medios disponía y si era posible aumentar los impuestos. Fue entonces que el economista inglés William Petty comenzó a desarrollar métodos para poder calcular el tamaño de la población, gastos e ingresos, así como las tierras disponibles.
De hecho, Petty fue capaz de implementar un sistema de contabilidad doble entrada en el que quedaban recogidos los récords nacionales del país. Gracias a las técnicas de Petty, Inglaterra era capaz de calcular el necesario incremento del producto o su capacidad para subir impuestos. Por el contrario, Francia, la gran potencia rival de Inglaterra, carecía de este sistema de registro.
A pesar del desarrollo de las primeras técnicas de contabilidad nacional, estos registros aún eran demasiado primitivos y no eran homologables a nivel internacional. Así, todo se limitaba a la cantidad de la que el Estado disponía para gastar y a lo que quedaba para aumentar los activos del país.
Siglos XVIII y XIX
El célebre economista del siglo XVIII Adam Smith, considerado por muchos como el padre de la economía moderna, también hizo una destacable contribución a lo que suponía la medición y registro del crecimiento económico.
Consideraba Smith que en el ingreso nacional solo debían tenerse en cuenta el comercio, las manufacturas, el trabajo y los frutos de la tierra. En cuanto al gasto nacional, Smith sostenía que debía valorarse todo lo que el pueblo consume y gasta.
Años después, Adam Smith defendió que solo debía tenerse en cuenta para el ingreso nacional a quienes tomaban parte en la fabricación de mercancías, trabajaban en el campo o en las fábricas. Todo ello significaba que los servicios quedaban fuera del ingreso nacional.
No hay que olvidar que Smith también afirmaba que la riqueza de una nación estaba conformada por unos activos físicos a los que había que restar la deuda del país.
Curiosamente, en el siglo XIX otro insigne economista, Alfred Marshall, discrepó de Adam Smith. Marshall distinguía entre la riqueza material e inmaterial y defendía, por tanto, que los servicios debían formar parte del ingreso nacional.
Mientras tanto, a medida que transcurría el siglo XIX, en Europa y América del Norte, las matemáticas, la estadística y la macroeconomía fueron tomadas como instrumentos para desarrollar las primeras estadísticas y registros a nivel nacional.
Y al final, el PIB
El mundo sufrió con toda su crudeza los estragos del crack del 29 y de la Gran Depresión. El presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt buscaba una forma de cuantificar el daño sufrido por la economía estadounidense.
Fue así como el mandatario norteamericano encargó una tarea titánica al economista Simon Kuznets, quien por aquel entonces se dedicaba a la docencia en universidades como la Wharton School de la Universidad de Pensilvania, en la John Hopkins y en la Universidad de Harvard.
De este modo, Kuznets y los suyos se desplazaron por Estados Unidos recopilando datos de gastos, producción y consumo de las empresas norteamericanas. Sumaron el valor de lo obtenido en las distintas etapas de producción y en 1934 el PIB, o Producto Interior Bruto, ya era una realidad.
Con el mundo embarcado en una guerra mundial entre 1939 y 1945, el PIB, como indicador de producción, se consolidó, pues era preciso conocer la cantidad de material bélico producido y no aspectos como el bienestar social, la prosperidad o el reparto de la riqueza.
Más aún, tras la guerra, el PIB terminó por convertirse en el gran indicador económico de referencia, estandarizándose a nivel internacional y empleándose en instituciones internacionales como la ONU.